La Sombra Sin Rostro

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Miriam Leal.

Cuando pasaron al siguiente paciente para Triaje divisé que era una persona muy joven, extremadamente joven, pero más me sorprendí cuando los rumores empezaron a decir que lo había mandado la Doctora Francy Fernandez, había oído hablar de ella vagamente, solo sabía del miedo y respeto que le infundía a todos los estudiantes, en los cuales ella ya no confiaba, tal vez en un pasado sí, pero ahora no.

Su aspecto era el de un anciano, de unos 56 años de edad, por lo que me
sorprendí cuando ví en la historia que acababa de cumplir 18 hace poco. Sus
manos estaban blancas, acalambradas y con aspecto de garras amenazantes
que se aferraban a la camilla donde lo habían examinado. Sus cabellos tan
largos tapaban sus ojos desorbitados que a duras penas podían permanecer
semiabiertos. Y los relámpagos que alumbraban la estancia le daban un aire a muerto viviente que salía poco a poco de su tumba.

Recuerdo que hace mucho había escuchado en la radio una canción de Mecano la cual se llamaba "No es
serio este cementerio" y rezaba una frase que repetía con euforia "Y los
muertos aquí lo pasamos muy bien entre flores de colores" pero nadie quiere morir, y mucho menos en la cama de un hospital.

...

Recordemos las palabras de nuestro narrador Omnisciente:

La muerte es un acontecimiento misterioso, es algo desesperante, asfixiante, un frío corpulento que te recorre todo el cuerpo y corta tu respiración, algo que vivirás solo, desolación es la palabra indicada, cerrarás los ojos para siempre, es como una vela que lleva mucho tiempo encendida, pero solo con una breve brisa se apaga con mucha facilidad.

¡La Muerte!

"Cuídalo mucho, cuídalo bien"

Empezaba a entender Mi misión ese día en el hospital. Estaba algo ansiosa pero por momentos sentía que no se podría hacer nada por ese joven, sufría como Jesús, solamente le faltaba la corona de espinas... ¡Sentía que se nos iba a ir como un niño prematuro! Solamente pedía con humildad y pocas fuerzas que lo operaran para apaciguar el dolor; el reloj de arena se iba acabando poco a poco...

Eduardo Antonio.

En el hospital recuerdo a duras penas que al pasar a Triaje tuve que esperar al cirujano de guardia para que me hiciera el mismo examen que me había practicado la Doctora Samantha en mi casa. Sabía que iba a seguir sufriendo por largas horas. Para mí era un completo suplicio: cada minuto que pasaba lo sentía interminable y solo decía en voz baja que trataba de sonar autoritaria:

—¡Opérame, por favor!

Había llegado un momento en el que empecé a tener alucinaciones, lo único que faltaba era que me mandaran a la sala de psiquiatría pensando que tenía una enfermedad mental o que mentía acerca de mi dolencia, las luces las veía como pequeñas esferas que se juntaban poco a poco y formaban formas y
figuras tan extrañas, algunas hasta que no eran para nada familiares, formas ovoides, abstractas, rectangulares, semiesféricas y uno que otro garabato que se tornaba invisible a mis ojos.

De repente ví a la puerta y observé otra forma, la cual no era otra cosa que una silueta humana. Hasta ahora solo estaba como la enfermera y el Doctor Anthony en la sala de Triaje.

Esta historia está repleta de descripciones, pero no de una tan estrafalaria y grotesca como esta, ya que no se podría describir con exactitud, era una figura alta, extremadamente alta que casi tocaba el techo, o seguramente era su sombra la que hacía ver esa percepción; llevaba un sombrero parecido al
del Doctor José Gregorio Hernandez, un beato de aquí que era considerado el médico de los pobres; su cara no tenía nariz, ni boca, ni expresión alguna, inclusive creo que ni siquiera llegué a divisarle unos brazos, si recuerdo que llevaba una levita, y no le lograba ver los pies, era como si de alguna manera flotara en el marco de la puerta, no se movía, solo miraba.

Cardiopatías y EscalofríosOnde histórias criam vida. Descubra agora