Dios Aprieta, Pero No Ahorca

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Miriam Leal.

Quiero anticiparme a la situación:

Esto que les voy a contar sucedió a las 2:43 pm del día lunes 16 de octubre.

La Operación de Eduardo, el estudiante de medicina, se había retrasado porque el almacén del hospital estaba cerrado y los que tenían la llave para obtener los insumos llegaban después del mediodía. La madre del muchacho tuvo que ir a comprar todo lo necesario para la intervención
quirúrgica. Recuerdo que ella me había enseñado la larga lista que le habían dado en la recepción de Emergencias.

Yo fuí testigo de cómo esa pobre señora corría de un lado a otro con sus dos hermanas recogiendo todos los implementos; ya en la tarde, cuando Eduardo entró a quirófano a las 2pm la encontré en el pasillo sentada llorando y me dispuse a ayudarla, le ofrecí un poco de agua y empezó a contarme todo lo que
había sido de esa mañana.

"Cuando amaneció mi hijo estaba algo mejor, porque por lo menos me hablaba, en voz baja, pero me hablaba; eso sí, no había dormido en toda la noche, pero yo traté de al menos dormir unas horas, porque lo que se esperaba para hoy no iba a ser fácil."

"Mi Hermana mayor había llegado a las 5 de la mañana y fue la que me ayudó a bañarlo y cambiarle la ropa, Eduardo caminaba más encorvado que ayer, y sus gemidos de dolor eran ya casi inaudibles, de vez en cuando solo exclamaba que lo operaran ya, cuando salió de la ducha su cara estaba brillante, pero demasiado que se asemejaba a una palidez indescriptible, sus dientes temblaban y se entrechocaban entre sí produciendo un endeble sonido,
sus uñas ya no estaban rojas, sino moradas, sus manos estaban huesudas y frías y sus pómulos se habían contraído"

"Con dificultad lo acostamos nuevamente, pasaron las horas y se hicieron las 7 y esperábamos que una silla de ruedas apareciera para llevarlo a la sala de operaciones, pero lo único que apareció fue un muchacho muy parecido a él, el
cual no me traía buenas noticias. El almacén del hospital estaba cerrado y abriría hasta las 2pm... yo solo pude decirle que mi hijo no podría aguantar más ¿Es que no lo veían retorciéndose de dolor en esa camilla? Así que me decidí a ir a la farmacia a comprar todos esos insumos, así no me diera la plata suplicaría, era mi hijo el que sufría, era mi hijo el que lloraba, era mi hijo el que le suplicaba a gente desconocida que lo operaran, eso me partía el alma, su dolor era el mío"

Ella paró un momento, mientras se enjugaba las lágrimas que habían
resbalado por su rostro, luego prosiguió con su relato.

"No había reparado en el teléfono en toda la noche, mientras iba de camino a una farmacia que estaba cerca del hospital solo pensaba en cómo iba a pagar todos los insumos que ya no iban a facilitarme. Hasta que al revisar mi teléfono tenía muchos mensajes sin leer, eran los compañeros de la Universidad de mi
hijo, cada uno había hecho una transferencia bancaria a mi cuenta... al ver eso mi primera reacción fue llorar, les reenvié un mensaje agradeciendo infinitamente todo y corrí a la farmacia, ahora que lo pienso creo que ni siquiera miré a los lados cuando crucé la calle."

"Al llegar a la recepción de la Farmacia me atendió una señora muy afable e indulgente, yo apenas podía hablar y poco era lo que se me entendía entre mi tartamudez; cada precio que me daba la farmacéutica yo lo confundía en dólares, ya que era una moneda que ahora está por encima del bolívar. Me decía 80, 30, 120, 15... y yo solo le preguntaba a cada instante:

—¿Dólares o Bolívares?

"Hasta que llegó un momento en el que ella amablemente me quitó la lista de mis manos temblorosas y me dijo:

—Te estoy hablando en bolívares porque en tu cara noto tu miedo y preocupación, ya te voy a traer todo esto y la factura, te va a alcanzar el dinero, ten fe, no conozco tu proceso, pero todo va a salir bien, ese Dinero que tienes se va a multiplicar...

Y me dejó. Empecé a morderme las uñas porque sentía que mi fe estaba menguante.

A los pocos minutos que para mí habían parecido horas me trajo una gran bolsa azul con la cuenta, la
cual no era alta ni exorbitante; cancelé, dí las gracias y me retiré cabizbaja."

"Al salir y llegar a la entrada del hospital solo pude romper a llorar"

Santiago José.

Mi padre me había delegado tantas responsabilidades, mejor dicho sus
responsabilidades y se había encerrado a guiar a los estudiantes en
Emergencias; lo cual no era su deber ni su obligación. Dentro de mí yo sentía en lo más profundo que no podría soportar ver a ese muchacho que sufría en sala de hombres, el cual mis compañeros decían que tenía mucho parecido conmigo.

Al pasar Revista lo ví, cerca de él estaba una enorme bolsa azul, y vi a su madre, a la cual me había tocado decirle temprano que el almacén no podría facilitarle los insumos, y me tocaba decirle otra noticia que entorpecería la Operación, pero no me atrevía a acercarme, no podía, mis piernas estaban adheridas al piso.

De repente ella al verme corrió hacia donde estaba y soltó con fuerza la bolsa en el escritorio. Su voz estaba quebrantada y sus ojos muy rojos e hinchado, el mutismo se rompió cuando ella me dijo una frase que me estremeció:

—¡Opérame a mi hijo!

—¡¿...?! — No sabía cómo decirle lo que tenía que informar.

—¡Aquí está todo!

Un Medico debe de siempre dejar el sentimentalismo a un lado, mi padre
siempre me había dicho eso como consejo, así ya él no lo practicara, pero yo no podía ir en contra de mis emociones, solo quería salir corriendo de esa habitación y tirar la toalla; yo solo estaba en Tercer año, no era doctor y esas obligaciones no eran de mi competencia, pero de repente, por acción involuntaria, mis labios se entreabrieron lentamente y hablé con una elocuencia algo bizarra:

—Señora, el estudiante de Medicina está grave, ya su apéndice está
derramando líquido en la cavidad abdominal, cuando la operación dé
comienzo, el quirófano se va a infectar, necesitamos que compre cloro, desinfectante, cepillos pequeños para que los cirujanos usen antes de entrar a operar, y un antiséptico llamado peridon.

—¿¡...!?

—Necesitamos eso para poder empezar.

—Yo te compro lo que tú quieras, si quieres te traigo la farmacia entera,
pero solo te pido que salves a mi hijo, a tu hermano, a tu colega, que está sufriendo en esa cama, y como él es mi sangre, su dolor también es el mío. ¡Opéralo, es lo único que yo te pido!

De repente las palabras de la Dra. Francy, como si ella misma estuviera frente de mí, invadieron mi mente:

"Recuerda esto, Todos ustedes son mis hijos, y yo soy su madre, quiéranlo o
no. Es mi deber protegerlos y ayudarlos, pero sobretodo es tu obligación cuidar a tu hermano pequeño..."

"Cuídalo, no hagas como tu padre"

¿Qué había hecho mi padre? ¿Tan malo era? ¡Era tan joven para poder darme de cuenta de sus errores! Había dejado de escribir para complacerlo, había dejado de tomar cursos de radio para complacerlo, ¡Quería adaptarme completamente a su ideal de hombre exitoso! Pero no me daba cuenta que el éxito tenía un precio; y era enterrar mis sueños para siempre...

Cardiopatías y EscalofríosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant