Prólogo

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En los remotos confines del cielo, hace algunos varios años, residía un majestuoso ángel imbuido de sueños sin fin. ¡Oh, las ideas que bullían en su mente eran legión, un torrente incesante de innovación destinado a la humanidad! Lleno de esperanza, compartía su gigante creatividad con los maravillosos confines celestiales. Un lugar lleno de color, luz y sin sufrimiento donde, se supone, se busca lo mejor para el universo y todas sus criaturas.

Anhelaba fervientemente ser escuchado, mas cuando la divina presencia de Dios se percató de sus aspiraciones, fue sentenciado... No por algún error cometido por más simple que sea, sino por el simple hecho de que no era el primero en albergar ideas tan audaces. Los ancianos del cielo, custodios de la paz celestial, no permitirían que el mal se apoderara del mundo una vez más. No después del incidente del fruto prohibido.

Así fue como Alastor, condenado a compartir el destino de Lucifer, se precipitó desde las alturas celestiales. Despidiéndose de la luz. ¡Oh, cruel destino! Él, que nunca había transgredido las leyes celestiales, víctima del infortunio y de su similitud creativa con el primer ángel caído, sufrió el mismo destino funesto.

Finalmente se encontró en la oscuridad del ardiente infierno, un lugar lleno de caos y sufrimientos para todas las pobres almas desgraciadas de pecadores infortunados, rodeado de la malicia de la humanidad que lentamente fue corrompiendo su espíritu alegre y compasivo, una sed de venganza contra aquellos que le arrebataron su capacidad de soñar fue consumiendo lentamente su alma.

Sabía muy bien que no era su culpa estar en ese lugar, era una prevención porque lo creían igual a aquel que condenó a los mortales humanos... todo era culpa del Rey del infierno. Lo haría pagar a él y a todo el cielo por el terrible castigo al que fue sometido.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelWhere stories live. Discover now