Capítulo 3: Primer encuentro

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Lucifer sintonizaba una antigua estación de radio; el profundo tono del locutor proporcionaba un adecuado acompañamiento para su lectura de los informes enviados por los Overlords. Los documentos en sus manos eran formales y concisos. Habían transcurrido diez días desde aquella reunión que parece fue eficiente, dado que la construcción de los refugios ya había comenzado. Las cámaras distribuidas por el círculo del orgullo eran vitales para que los Overlords pudieran mantenerse al tanto del comportamiento de los residentes de la ciudad. Casualmente, también habían contribuido, aunque mínimamente, a la reducción de los crímenes en el infierno.

La producción de materiales a cargo de Carmilla y Vox era rápida, se aseguraría de agradecerles por su excelente desempeño. En cuanto al resto, no había mucho que decir. Nadie había logrado encontrar ninguna pista sobre el responsable de la muerte de los ángeles.

Era el Rey del Infierno, una posición deseada por la mayoría en el inframundo y había alguien que sabía cómo acabar con él, oculto entre las brasas del infierno ardiente. ¿Debería sentir miedo? ¿Quizás aumentar la protección del castillo? Su hija, Charlie, a pesar de ser su descendiente, era una demonio nacida en el infierno. Era capaz de ser eliminada por un arma celestial, sin embargo, nunca había sido atacada en sus miles de años de vida. Seguramente porque los habitantes temían las represalias de Lucifer; un ser tan poderoso y, a sus ojos, indestructible. Temía más por ella que por sí mismo. La idea de que su Princesa resultara dañada y él fuera incapaz de defenderla le parecía la peor de las torturas, un futuro tormentoso del que deseaba mantenerse alejado.

Alejó sus fatigados ojos de la lectura; un dolor punzante anidaba en su cabeza, masacrando su paz, todo producto del estrés que lo había acosado. Toda esta situación resultaba enfermiza. ¿Cómo es que el cielo era tan cruel?

No hay blanco o negro, solo una enorme escala de tonos grises.

Descansó su espalda en la silla. En ese instante, se hallaba en su estudio, una estancia blanca con toques azules y dorados que evocaban sus días en el cielo, una tortura autoimpuesta como un recordatorio agridulce de lo que alguna vez fue su hogar.

Ah, un día dulce en el averno, con el exquisito aroma de la sangre a mi alrededor y los lejanos gritos melodiosos de almas torturadas—recitó el locutor con un tono romántico, casi nostálgico—. ¡Qué maravilloso es vivir aquí! ¿Quién echaría de menos otro lugar?

¿Qué clase de monstruo sádico disfrutaría su estancia en el infierno? Por más que Lucifer intentara reformarlo, no era precisamente un lugar placentero. A veces tenía su encanto, pero no había día en que no lamentara la decisión que lo condenó a ese páramo oscuro que él mismo había creado hace eones.

—Entonces, ¿el soberano del infierno ha estado financiando el proyecto reciente de Carmilla Carmine, la mayor traficante de armas celestiales, junto con Vox, el cara de caja?—comentó con tono juguetón—. ¡Qué interesante! ¿Desde cuándo Carmine ha hecho negocios con VoxTek? ¿Cómo surgió esta idea? Suena como si algo grande estuviera en camino, ¡un hecho histórico para el infierno!

Lucifer tragó saliva al oír eso; sonaba como si el demonio de la radio supiera más de lo que debería, pero era imposible. ¿Era su volatil imaginación jugandole una broma? Los Overlords que asistieron a su reunión habían firmado un contrato divino; una fuerza más allá del entendimiento los obligaría a obedecer y mantenerse callados. Observó de reojo la radio; podía jurar que sentía la sorna en la sonrisa del demonio, a pesar de no verla. Su dolor de cabeza se intensificó.

—¿Y cuál es el proyecto? ¿Refugios?—preguntó retóricamente, mientras el Rey del Infierno sudaba nerviosamente—¡Una idea maravillosa para proteger al infierno del próximo ataque angelical! El exterminio del año que viene, por supuesto—añadió con un sarcasmo apenas perceptible.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelWhere stories live. Discover now