Capítulo 26: Ataque en el cielo

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La sangre dorada brotaba como líquido celestial, adornando su rostro con un siniestro resplandor, mientras la esfera de energía oscura atravesaba con ferocidad el cuerpo de Sera, cuyos gritos resonaban con la intensidad de mil tormentas, desgarrando el aire y dejando un rastro de desesperación en su estela. Alastor, en su macabra destrucción, no podía sino sonreír ante el espectáculo de sufrimiento, aunque los alaridos de agonía de Sera martillaban sus oídos como cuchillos afilados, amenazando con desgarrar su cordura.

Mientras tanto, Lucifer arremetía una y otra vez contra el portal que rodeaba a Alastor, su furia convertida en embestidas desesperadas, mientras Rosie, en un grito desgarrador, suplicaba en vano por clemencia.

¿Piedad? ¿Acaso ella la había tenido con él? La pregunta se perdía en el viento, ahogada por el estruendo de la batalla y el eco de la tragedia.

Finalmente, los alaridos cesaron, el último suspiro de resistencia se desvaneció y Sera yacía inerte, su cuerpo ahora un mero eco de la vida que alguna vez habitó.

Alastor, con el corazón palpitando en su garganta como un tambor de guerra, contemplaba el cadáver. Cada latido de su corazón resonaba en sus oídos como un recordatorio de su victoria, mientras se erguía torpemente, ocultando sus alas bajo la sombra de la noche. Sus manos y ropas goteaban con la sangre resplandeciente de la serafín caída, pero algo llamó su atención: entre el brillo dorado, pequeños matices de oscuridad se insinuaban. Comenzó a reír con desprecio. Él lo sabía, la maldad también albergaba el cuerpo de Sera.

Volteó a ver de reojo a Lucifer, cuyo fino rostro reflejaba una sorpresa gigante. Parecía que esperaba que Alastor no matará a aquella serafín. Para ser muy honestos, Alastor tampoco creyó ser capaz de hacerlo, pero la ira y la sed de venganza nublaron el poco juicio que le quedaba.

Se deshizo del escudo.

El Rey del Infierno se mantuvo de pie, completamente quieto en su lugar. Admirando la escena y sin saber que sentir al respecto. El silencio envolvió el ambiente, volviéndolo tenso.

Rosie se acercó, el sonido de la tierra debajo de sus pies solo le daba más dramatismo a su lento andar. Pasó por un lado de Lucifer. Finalmente llegó a Alastor, posó su mano en él.

—Ya, Alastor, ya puedes acabar con todo—suplicó la caníbal.

El observo las puertas abiertas del cielo.

—No me sentiré mejor hasta que acabe con esto—respondió con voz gélida.

🕷

En medio del caos, Angel avistó algo más que inusual en el cielo: Dazzle y Charlie, acompañados por la siniestra figura de Carmilla, danzaban entre las nubes, desafiando a la gravedad mientras aniquilaban a los pobres ángeles que caían en picada, formando montañas grotescas de cuerpos mutilados.

Charlie divisó a Angel en el suelo y ordenó a Dazzle descender de inmediato. Ambos se abrazaron con ferocidad, conscientes del infierno que se desataba a su alrededor.

En la sección gobernada por los Vees, la carnicería era inevitable. Charlie y Angel, con años de complicidad, se miraron sabiendo qué hacer. Angel arrastró a Husk hacia ellos y subieron a Dazzle junto con Charlie, dispuestos a enfrentarse al ejército celestial.

El mayor no esperaba meterse en todo esto, debió suponer que Angel y la Princesa venían en paquete. Y con la Princesa, el infierno entero. Suspiró.

La sangre fluía como ríos mientras Charlie defendía con fiereza, Dazzle devoraba ángeles como un monstruo insaciable, Husk desplegaba sus alas y se lanzaba al combate, apuñalando sin piedad a todo ser alado que se atreviera a acercarse. Angel y Carmilla disparaban con precisión letal. Era una carnicería brutal, una danza macabra donde los ángeles no morían, solo eran destrozados.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon