Capítulo 17: Vaggie y Gabriel

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N/A: Un amigo va a leer este fic, atuen normal.

El alivio lo abrazó cuando finalmente cruzó el umbral de su hogar, inhalando profundamente como si el aire mismo fuera un bálsamo para su alma cansada. Razzle y Dazzle, sus fieles acompañantes alados, se precipitaron hacia él con un frenesí de alegría, rodeándolo en un torbellino de plumas y destellos de luz. Lucifer los acarició con un gesto amoroso, sus dedos temblando ligeramente por la emoción contenida. Una sonrisa de genuina felicidad se deslizó por su rostro, iluminando cada rincón oscuro de su ser. En esos momentos de angustia y desesperación, el amor de sus leales mascotas llenaba el vacío en su pecho con una calidez reconfortante.

Pasos resonaron con urgencia a través del recibidor del castillo, cada golpe de sus botas contra el suelo emitiendo un sonido que parecía estar marcado por la tensión en el aire. Levantó la mirada hacia el balcón interior, donde la figura de su hija, Charlie, se recortaba contra el cielo nocturno, sus ojos brillando con una mezcla de temor y angustia. Sin necesidad de palabras, el mudo clamor de su mirada atormentada fue suficiente para encender una chispa de alarma en el corazón de Lucifer, haciéndolo correr hacia ella con la rapidez de un rayo, sus alas desplegadas como un manto protector.

—¿Qué ha sucedido, Char?—susurró, posando una mano reconfortante en su hombro—¿Estás bien?

Ella no respondió, simplemente tomó su mano y lo arrastró por el laberinto de pasillos del castillo, sus pasos resonando con una cadencia frenética que coincidía con los latidos agitados de su corazón. No pasó mucho tiempo antes de que llegaran a una de las habitaciones, donde un panel de cristal resplandeciente parpadeaba con una intensidad casi cegadora. La palidez natural en el rostro de Lucifer se acentuó bajo la luz fría del dispositivo, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y determinación mientras se acercaba con pasos decididos. Ese fino cristal era su ventana al cielo, y sabía que lo que revelaba no sería nada menos que una tormenta inminente.

La imagen que se desplegó ante sus ojos fue como un puñetazo en el estómago. Su antiguo amigo, Gabriel, estaba allí, su semblante retorcido por el puro terror mientras miraba a su alrededor con ojos salvajes y desesperados. Lucifer contuvo el aliento, sintiendo cómo su corazón se aceleraba con cada palabra torpe y entrecortada que salía de los labios de Gabriel.

—Lucius, amigo, estoy... estoy verdaderamente... —su voz temblaba, sus palabras apenas audibles sobre el zumbido tenso en el aire—. Estoy feliz... de verte.

—¡Rápido, Gabriel!—una ángel de piel gris y oscura apareció de repente—Ya viene—advirtió.

Uh... eh...—titubeo—El cielo ya está listo para el ataque. Siete tropas de ángeles lideradas por serafines, cada una ira a un círculo. Sera estará en el tuyo, parece ser que irá directamente a por tí.

La tensión en la habitación era palpable, una electricidad cargada que parecía hacer que el aire mismo vibrara con anticipación. Lucifer se aferró al borde del panel de cristal, sus ojos rojos centelleando con una mezcla de incredulidad y temor mientras observaba la escena que se desarrollaba en el cielo.

La presencia de Sera resonó con una fuerza sobrenatural, llenando la habitación con su autoridad implacable. Sus pasos al aparecer de repente resonaron como truenos en la mente de Lucifer, su impacto dejando un sonido retumbante en cada rincón de su ser. La tensión alcanzó su punto máximo cuando los ojos de Sera se posaron en él y en su hija, su mirada una promesa silenciosa de juicio y condena.

—Así que se han puesto del lado de Lucifer—susurró, cada palabra pesada como una losa de piedra.

Las palabras de Sera colmaron el aire con una presión abrumadora, como si el peso del mundo entero estuviera descansando sobre los hombros de Lucifer y su hija. La atmósfera se cargó con una electricidad intensa, como si el mismo cielo estuviera al borde de desgarrarse en pedazos.

—No, no, claro que no -balbuceó Gabriel, su voz temblorosa y débil en medio del silencio abrumador—. Es solo que, bueno, yo... —sus palabras se perdieron en el aire, ahogadas por la marea creciente de tensión y miedo que inundaba la habitación.

La muchacha, Vaggie, se mordió el labio, sus ojos brillando con una mezcla de valentía y vulnerabilidad mientras enfrentaba la mirada penetrante de Sera. Era como si le pidiera una explicación de su accionar.

—Creo que tal vez el infierno merece una oportunidad. Pude ver como la hija de Lucifer defendía con una fuerza implacable a su amigo, se aman. ¿No es eso lo que predicamos? ¿Amor?—preguntó, tomandose un momento para evitar que el miedo la consuma—Nosotros debemos amar a toda alma humana, una guerra solo los herira.... y no se lastima a quien se ama. Seguro que Dios...—sus palabras fueron interrumpidas por un estruendo ensordecedor cuando la mano de Sera se alzó en un gesto majestuoso, un gesto que resonó como un trueno en los corazones de todos los presentes.

Por la fuerza abismal de la bofetada, Vagatha callo al suelo. Gabriel corrió a auxiliar a su compañera, sujetandola con ambos brazos.

Una explosión de luz cegadora llenó la habitación, deslumbrando a Lucifer y a su hija con su resplandor incandescente. Cuando la luz finalmente se desvaneció, el silencio que quedó atrás era ensordecedor, un eco de la tormenta que había pasado. Lucifer miró con horror la pantalla en blanco, sus manos temblando de impotencia mientras luchaba por procesar lo que acababa de presenciar. Aún podía escucharse todo el caos que sucedía al otro lado de la línea.

—Dios les dio voz, y con ella planearon traicionarlo, así que ahora se las quito —la voz de Sera resonó en la habitación como un eco lejano, sus palabras cargadas de un peso insoportable—. Nunca más podrán usar las palabras para dañar al cielo. Ni podrán volver.

La atmósfera se llenó con la sensación de un destino inevitable, un presagio sombrío que se cernía sobre ellos como una sombra amenazadora. Lucifer sintió un nudo en el estómago, una sensación de desesperación que amenazaba con ahogarlo en su aguijón venenoso.

Sin pensarlo, Lucifer levantó la mano en un gesto desesperado, liberando una corriente de aire que arrastró consigo el eco de sus palabras ahogadas por el vacío. Con tal poder abrió una ventana cercana. Extendió sus alas con una determinación feroz, su hija aferrándose a él con fuerza mientras se preparaban para salir disparados del castillo, con una velocidad que ni el sonido podría alcanzar. Ella se posicionó ágilmente sobre la espalda de su padre.

A la distancia los pudieron ver. Cayendo de las alturas. Aceleró su aleteo tanto como podía.

Con agilidad sorprendente, atrapó a Gabriel entre sus brazos. Charlie atrapó a la otra ángel. Ambos ángeles recién caídos mostraban heridas en sus cuerpos debido a la estruendosa explosión, se encontraban sumidos en un estado de inconsciencia del que tardarían unas horas en salir.

Un fuerte deja vú lo abofeteo cruelmente. Sintió una inmensa pena por esos dos.

Así era el cielo a veces. Podía llegar a ser muy cruel. En lugar de exiliarlos empujándolos por la puerta, preferían esto. Que cayeran de las alturas de la misma manera en la que los pecadores, era una manera de humillarlos y hacerles ver que hicieron algo mal.

Emprendió vuelo de regreso al castillo.

Recordaba el día de su caída como si hubiera sido ayer, fue un suceso que había quedado grabado en su memoria. Lo atormentaba cada día de su existencia. Era horrible saber que esos dos pasarían por lo mismo, tan tormentoso destino, tan miserable existencia. Sintió una pena tan pesada.

Observó como miles de pecadores, desde abajo, apreciaban la escena. Curiosos. Los ignoró.

Ángeles Caídos|| Hazbin HotelWhere stories live. Discover now