Capítulo 3

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Ira es lo único que me provoca la chica junto a mí, ¿Sintió que casi murió por mi culpa? Es hora de enseñarle cómo se siente la vida al borde de la muerte

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Ira es lo único que me provoca la chica junto a mí, ¿Sintió que casi murió por mi culpa? Es hora de enseñarle cómo se siente la vida al borde de la muerte.

Tras prohibirle la ida de mi auto me dirigí al autódromo aquí en Monza, he corrido cientos de veces en ese lugar así que no va a ser problema.

El autódromo lo tenemos reservado en la Scuderia Ferrari para la gran mayoría de nuestras prácticas.

Me lo conozco al derecho y al revés, fue mi lugar preferido de niño para jugar junto a mi hermana.

Mi sueño siempre había sido convertirme en piloto de la fórmula 1.

Y poder decirle hoy a ese niño pequeño que adoraba los autitos y verlos correr que ahora es él quien maneja uno de ellos me llena de un profundo orgullo.

Sin embargo, mi ira no cesa... Hirió mi ego.

Cree que porque mi familia es rica mi título es comprado...

Es la peor mentira que me han dicho en toda mi vida.

Me merezco mi título porque al igual que todos los corredores me he esforzado desde pequeño para estar donde estoy así que es lo peor que pudo haberme dicho.

Llegamos al autódromo, mis nudillos están blancos gracias a la fuerza que estoy utilizando para apretar el manubrio.

—¿Tiene su Monoplaza dentro, señor Donovan? —Me dice el guardia de seguridad que lo custodia al ver el auto que voy a ingresar.

—No.

—Por cuestiones de seguridad no puedo dejarlo pasar, es el Monoplaza o nada —Sonreí y saqué 5 billetes de 500.000 liras italianas y se los entregué.

—¿Podríamos pensarlo mejor?

—No me haré cargo de lo que les suceda a ambos —Dice alejándose de la ventana de mi auto tras agarrar los billetes y así darnos paso.

Llegamos a la pista y al instante empecé a correr a toda velocidad por ella, dando vueltas sin parar, la adrenalina empezó a subir por todo mi cuerpo, en la radio empezó a sonar "Tokyo Drift" de Teriyaki Boyz, y ayudó mucho para que la emoción subiera aún más.

La chica junto a mí miraba a todo lado nerviosa escuchando el chirriar de las llantas, lo bueno de tener dinero es que puedo quemarlas sin sentirme culpable, al llegar al punto final me detuve en seco y empecé a reír.

—No creo que tu primito de diez años te haga sentir el terror que yo te hice sentir.

—Déjame irme idiota psicópata.

—Disfruta de tu ida a casa, sola —Le abrí la puerta tras bajarme del carro, ella se quedó ahí de pie y yo me subí de nuevo para empezar a manejar hacia mi casa otra vez.

Ojos de fuego Where stories live. Discover now