Capítulo 10

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Me dejaron una semana en el hospital

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Me dejaron una semana en el hospital.

Sí, una semana...

Una semana en la que han venidos tres personas y entre ellas... Él... Donovan.

Es el que más ha estado conmigo, Darek y Lucy también vienen, pero Donovan duerme conmigo todas las noches, se asegura que tome mis medicamentos, que coma como se debe... Entre muchas otras cosas.

La verdad he perdido demasiadas fuerzas, pero él ha sido mi soporte, no crean que ya lo perdoné lo sigo odiando...

Nunca se me olvidarán las tres veces en las que me sacaba sustos de muerte...

Hubiera muerto por un infarto si de él se trataba...

Aprecio todo lo que hace por mí, pero mi primera impresión no cambia y nunca ¡Jamás! Cambiará.

—Ya está todo listo para darle de alta —Anuncia el doctor al entrar en mi habitación... Ya una semana, una semana desde que no lo he vuelto a ver, me mató, pero reviví...

Y ahora soy como el Fénix que renace de las cenizas y se vuelve mejor y más hermoso.

—Le prometo que pagaré todo en cuanto tenga el dinero...

—Eso no será necesario, la cuenta está pagada por completo.

—Imposible...

—No, no lo es, alguien vino a pagarlo por usted.

—¿Y puedo saber quién fue?

—Él nos pidió que quedara en el anonimato por lo que así será.

Corté la conversación y aproveché que la enfermera me había desconectado por completo y organicé mis cosas para irme a mi casa en taxi.

Llegando a mi casa veía todo como si hubiera pasado un siglo desde la última vez que estuve allí...

Quién diría que ese día sería mi perdición...

Aunque si nos ponemos a pensar con sensatez no todo es negativo... Pude pasar más tiempo con las personas que quería, bueno, sin contar a Donovan y a Darek que no lo conozco lo suficiente...

Entré a mi casa y todo estaba tal y como lo dejé... Limpio, me dirigí a mi alacena y tomé un paquete de galletas, comerlo sabía a gloria... Eran lo único que me quedaba de mi abuela.

Sus recetas... Además de su música preferida y la floristería, esto me hacía sentir cerca de ella.

Unos cuantos minutos después de estar disfrutando de esta delicia tocaron el timbre de mi casa, me acerqué a abrir la puerta y estaba Lucy tras ella.

—Cuando me enteré que te dieron de alta vine lo más rápido que pude, mira te traje esto —Me entrega un osito de peluche y yo lo tomo y lo abrazo como nunca he abrazado algo.

—Ay... Gracias bella, eres un amor.

Ella entró en mi casa y estuvimos disfrutando del momento juntas como en los viejos tiempos cuando éramos dos adolescentes.

Ella solía estar más en mi casa que en la suya y veíamos películas mientras comíamos de las delicias que preparaba mi abuela.

Eso hicimos hoy, cocinamos juntas y vimos películas por mucho rato, ya se estaba haciendo de noche así que ella se tuvo que ir a su casa.

En cuanto me quedé sola empecé a ordenar un poco mi habitación, dejándola lista para irme a dormir.

En medio de mi organizada abrí un cajón... Dentro de él había un vibrador, verlo ahí se me hacía raro, pero recordé todos los momentos de gozo con él dentro de mí y al instante me humedecí por completo.

Dejé todos mis peluches encima de mi escritorio incluido el que mi mejor amiga me acababa de regalar y empecé a darme placer con mi vibrador.

Mis gemidos empezaron a aparecer lentamente hasta que aumentaron a un nivel demasiado alto al igual que el vibrador.

No era consciente de lo que sucedía a mi alrededor simplemente estaba disfrutando del momento...

Extrañaba sentirme así con alguien, sentir este placer y no sentirme asquerosa.

Sin desearlo un rostro apareció en mi mente... Donovan... Moría por ser tocada por él, añoraba sentirlo y todo por ese maldito sueño que tuve hace unos días.

Estoy segura que es puro deseo sexual, pero mi mente no actúa más rápido que mis manos y termino llamándolo.

—Te necesito aquí...

—Ya voy en camino —Llamada finalizada.

Lo único bueno de que él sea de la Fórmula 1 es que sabe cómo manejar la velocidad y yo... Me preparé lo más rápido que pude.

En mi armario tenía un conjunto de lencería sensual y aproveché este momento para colocármelo.

Sonó el timbre de mi casa y abrí la puerta con la sensualidad más alta posible.

—¿Para qué me necesitabas, y qué haces así vestida?

—Así duermo... Fuiste tú el que pagaste la cuenta del hospital, ¿Verdad?

—Sí, ¿Qué harás al respecto?

—Pagarte —Intenté alejarme de la puerta, pero él me tomó del brazo e hizo que retrocediera.

—No necesito tu dinero.

—Entonces, ¿Cómo te pago?

—Siendo mía. 

Ojos de fuego Where stories live. Discover now