Capítulo 4

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El imbécil ese tiene que pagar sí o sí, llevo una semana pensando en mi venganza, el idiota ese cree que se va a salir con la suya luego de casi asesinarme, ja

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El imbécil ese tiene que pagar sí o sí, llevo una semana pensando en mi venganza, el idiota ese cree que se va a salir con la suya luego de casi asesinarme, ja... Está muy equivocado.

Llevo días pensando en lo que le haré, en cómo lo haré pagar, soy buena con las plantas así que debo de aprovechar ese talento para dañarlo un poquito... Un poquito demasiado.

Hay demasiadas flores venenosas, pero hay una que puede servirme más que las demás.

Su nombre es Lirio de la paz, es una flor blanca venenosa tanto para humanos como para animales.

Lo que haré será darle de beber la flor sin que él se de cuenta, pero, ¿Cómo? ¡Ya sé!

Aprovechando que Ferrari necesita mi trabajo les pedí el favor que lo mandaran a él, ellos no se negaron al final tendrían sus flores que era lo que les importaba.

Minutos después escuché el tintineo de la campanita en la entrada de mi floristería.

—Buenas tardes, vine a recoger un pedido de Ferrari —Me alejé del mostrador sonriendo y moviendo mis caderas con superioridad.

—Claro, ¿Cuáles serían?

—Juno, eres tú...

—Es mi trabajo, ¿Qué flores necesitas? —Obviamente sabía cuáles eran, pero era simplemente para hacerlo pasar un mal rato.

—Ellos lo mandaron junto a su pedido.

—Es cierto, que tonta... —Reí como si todo estuviera bien y empecé a revisar mi celular en búsqueda del pedido—. Listo, empezaré a prepararlo y tú quédate ahí en la sala de espera, iré a la parte trasera a organizarlo, hay una bebida por si deseas tomar de ella.

Me fui a la parte de atrás con la misma superioridad de antes, organizar flores me hacía feliz, soy una enamoradiza innata, pero también soy vengativa y los hombres no son seres de fiar.

Unos cuantos minutos después sentí que algo se desplomó, bingo... Llamé a urgencias al instante, puede que lo quiera muerto, pero es muy pronto para eso.

Con la mirada de preocupación mejor actuada de todas atendí al personal de emergencias explicándoles que él llegó a mi tienda, les conté todo lo que sucedió desde una perspectiva donde yo era inocente y él una pobre alma en desgracia.

Me ofrecieron irme con ellos al hospital, pero lógicamente me negué y entré nuevamente a mi negocio para seguir preparando el pedido de la Scuderia Ferrari.

Ojos de fuego Where stories live. Discover now