CAPITULO 3 REMODELACION

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Los siguientes 5 días fueron una humillación para Augusto. Jamás  lo habían castigado de tal forma, ni siquiera cuando era un niño. Su padre siempre fue distante con él y nunca le prestó mucha atención. Podría decirse que inclusive lo despreciaba, puesto que nunca le dirigió palabras de afecto. En cierta forma, el viejo rey se ganó a pulso ser asesinado por Augusto, sobre todo cuando al nacer el segundo hijo, el rey optó por llenar a este con atención y elogios.

Todo esto y más pensó durante su encierro en la habitación de su hermano, o debería llamarlo su nueva celda, en la que tendría que pasar sus futuras noches.

Cuando hubo acabado el tormento, el guarda de su celda le dijo:

"Espero no me guarde resentimiento, principito, solo seguía ordenes".

Augusto le dio un puñetazo en la cara. Le dijo que el pan que le traía siempre estaba rancio.

Por unos días Augusto intentó retomar su vida donde la dejó. Eso sí, tomando distancia de su hermano menor. 

 Como comprenderán nuestros lectores, volver a la rutina era un acto imposible dados los acontecimientos  recientes. 

Así pues, Augusto pidió audiencia con su hermano a los 5 días luego de acabado su encierro.

"¿Hermano, qué te trae por acá?"

Preguntó el rey en tono benevolente.

"Señorito, por favor arrodillarse ante su majestad el rey", aconsejó Uther, sudando por el nuevo encuentro.

"Púdrete, Uther. Que los gusanos se coman tu miembro viril y se caguen en las cuencas de tus ojos".

"EJEM —el rey empezó a impacientarse—. ¿En que te puedo servir, hermano mío de mi corazón?"

Augusto torció una sonrisa tensa que ocultaba su desprecio por el nuevo monarca.

"Verás, Aines. Tengo algunos problemas y he venido a implorarte que me perdones".

"¿Perdonarte? —se extrañó el rey—. Pero si yo no te guardo rencor. Eres mi hermano. No hay nada que perdonar. Ya pagaste tus faltas".

"OH, bien. Entonces creo que puedes devolverme mi título, mi dinero y mi…"

"¡Imposible! —Interrumpió el monarca—. No eres digno de confianza. Esos títulos y beneficios te fueron quitados por una razón y no voy a retractarme".

"Hermano,  te lo imploro. Me va muy mal desde mi encierro".

"¿Cómo es eso?"

"Para empezar, mi nueva habitación está  destrozada. Todo cuanto hay está hecho añicos".

"Eso no es mi culpa; fue tu mano la que lo rompió todo en medio de tu… pataleta".

"Sí, Aines, pero verás. Cuando le he pedido a los criados que la limpien se han rehusado, el desorden sigue ahí. Y cuando he pedido una cama nueva, para ya no tener estos dolores de espalda que me están matando,  no me la han dado. Han dicho que…  No aceptan órdenes del principito".

"Sí. Eso ha sido cosa mía. Como te he rebajado de rango no se me ocurrió otra forma de crear carencias en tu nuevo título".

"Esa es otra cosa, ahora todos me llaman así. Es humillante. Hiere mucho mis sentimientos, debo decir".

"No entiendo por qué. Es un nombre cariñoso —replicó el rey, acomodándose en el acolchado trono—. Hasta lindo. Pero oye, si de verdad quieres tu habitación aseada entonces limpia tú".

"Sí, bueno... Eso es un problema". Declaró Augusto con incomodidad.

"¿Se puede saber la razón?"

"Pues porque… yo no limpio. Soy de la realiza. Los criados limpian, los criados traen, los criados sirven y se arrodillan. Yo no. Ellos deberían obedecerme. Diles que me obedezcan y me sirvan. Diles que sigo siendo una autoridad".

EL PRINCIPITO MALVADOWhere stories live. Discover now