CAPÍTULO 4: EL GRAN BAILE

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Una tarde sin mucha sorpresa, en que todos los criados estaban atareados preparando lo necesario para la festividad que se les caía encima, Augusto Fer desapareció.

"¿Cómo que no saben dónde está? -preguntó el rey frunciendo el ceño desde el trono".

A lo que el arlequín, llorando asintió.

"No fue su culpa -lo defendió la chica del laúd-. Yo estaba en la letrina y él bufón fue a traerle más pastel. Cuando ambos regresamos se había esfumado".

"Me engañó -se lamentó el payaso-. Creí que era un buen chico, pero me traicionó. Lo perdí de vista y ya no sé donde está. Le he fallado, mi rey. Hemos perdido al principito. Ahora debe estar por ahí, con hambre, solo y con frío".

El rey soltó un suspiro, la dedicación del bufón con su papel de niñero llegó a puntos estúpidos.

"Goil, tú sabes que mi hermano no es retrasado, ¿verdad?"

"¿Está seguro de eso, su majestad?" preguntó de pronto la chica bardo.

"Tiene 25, y no es estúpido. Eso creo. ¿Por qué preguntas?"

"Verá usted. He convivido con él estos días lo suficiente para darme cuenta que no es muy iluminado, si me permite hablar así del principito... yo... lo siento. Por favor no me corte la cabeza, su majestad".

El rey movió la mano en un gesto que indicaba que no le molestaba.

"Te ordeno que me digas la verdad. No te pasará nada cuentes lo que me cuentes".

La bardo asintió, sin estar muy segura.

"Bueno, cuando no está intentando seducirme, le gusta gustan los cuentos, le entretienen y ha aprendido a escucharlos sin dormirse, sobre todo le gustan las canciones. Pero no le interesan las historias muy largas o complicadas. De hecho no puede prestar atención por mucho tiempo. Además, Goil me dice que cuando no estoy se pone a jugar en la habitación".

"¿Aún tiene sus juguete? -Al rey aquello le pareció jocoso-, creí que se enojaría y los echaría de nuevo por la ventana en un berrinche. No me imaginé que los conservaría".

"Debería verlo construir edificios con los bloques de madera, es un pequeño arquitecto" añadió el bufón.

"Por última vez, Goil. Es un hombre maduro -dijo la bardo-, estamos ahí para entretenerlo, vigilarlo y a veces mellar su espíritu. Deja de tratarlo como a un niño".

"A Goil se le encomendó cuidarlo y eso es lo que Goil hará" Dijo Goil, hablando en tercera persona. "Yo creo que el principito puede redimirse y ser bueno si se esfuerza mucho".

El rey sopesó la información nueva con una sonrisita.

"El reporte que me dáis es... esclarecedor. No sabía que mi hermano tuviera esas mañas. Lo creí menos lunático".

"Con todo respeto, su majestad -dijo la bardo-. Su hermano me parece..."

"Puedes usar la palabra patético, está bien. Te lo permito"

"Patético. Sí. No es lo que iba a decir, pero calza".

El rey se desperezó y se levantó de su trono.

"Será mejor que me prepare para el baile real. Ustedes también vayan a ponerse sus mejores trapos".

"Pero, su majestad - interrimpió el arlequín-. ¿Qué pasará con su hermano? Anda por ahí suelto".

El Rey Aines se encogió de hombros.

"¿A donde irá? Su única posibilidad es irse de mi reino para ser alguien respetable; y para hacerlo tendría que trabajar y esforzarse. Por lo que me cuentan y por lo que veo, es un perezoso. Si quiere huir y dejar de parasitar mi castillo, bien. Solo me rompe el corazón que no se despida. Y si sigue por ahí no tardará en aparecer, ya que nadie aparte de ustedes dos está autorizado a darle cobijo o comida. Sin mencionar que todos los guardias y caballeros del reino conocen su cara y saben lo que hizo. Mientras yo viva no encontrará agujero en este reino para estar a sus anchas. De modo que si ha desaparecido ya volverá, o es su defecto no lo hará nunca, cosa que también está bien".

EL PRINCIPITO MALVADOWhere stories live. Discover now