CAPÍTULO 20: DISCUSIÓN FAMILIAR

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Los normales tomaron toda potestad sobre el castillo. Mientras iban saqueando y destrozándolo todo el rey y el príncipe fueron llevados a las mazmorras. Los metieron a ambos en la misma celda y los dejaron dentro para que se pudrieran. Dado que eran prisioneros de guerra no los matarían hasta que apareciese quien comandaba la invasión, o eso quería creer Aines mientras caminaba de un lugar a otro en la celda. 

El rey estaba tan tenso como un gato arisco al que se amenaza con agua fría. De no ser porque era humano bien podría tener cada pelo de la espalda erizado. 

“Malditos normales, debí invadirlos yo primero. Debí contraatacar en lugar de defender o quizás debí hacer una alianza. MALDICIÓN”.

Pateó la pared, y como su calzado no lo protegía mucho se lastimó el pie. Parecía haber olvidado momentáneamente el desprecio que sentía por su hermano, quien estaba callado, mirando através de los barrotes de la celda.  Inexpresivo y pensativo.

“Y tú, patético remedo de hermano, viniste a complicarlo todo. Juro que no te asesino ahora mismo porque el olor de tu cadáver y la visión de este me atormentará al dormir”. 

Aines se sentó junto a Augusto y miró a la oscuridad junto a él. Ambos se quedaron en pleno silencio. Y pasaron los minutos… y los minutos… hasta que fue insoportable para el mente del rey. 

“¿Sabes? Todo esto es tu culpa. Yo quería un hermano que me quisiera… que me ayudara o cuando mucho que no estorbara. Y me sales tú, que te entrometes, intentas matarme, matas a padre y me ignoras. Suertudo soy al haberte sobrevivido hasta ahora porque para parientes como tú no hacen falta enemistades… A veces pienso que fui castigado por la señora. ¿Qué habré hecho tan grave como para ganarme tremenda carga?  Yo nunca aspiré a ser feliz pero… ya sabes, me hubiera conformado con no ser miserable… ¿es mucho pedir? ¿Crees?  ¿crees que ser feliz es una cosa real? Yo creo que no. Miro a los sirvientes y pienso que ellos deben ser tan infelices como yo… ¿Por qué crees… ¿Por qué crees que madre no me quería? Ella siempre pareció tenerte en alta estima; en cambio a mí apenas me volteaba a ver. No sé qué hubiera sido de mí de no ser padre… aunque él no era el mejor de los padres lo echo de menos. El seguro sabría que hacer… SOLO DESEARÍA QUE NO LO HUBIERAS MATADO”

Aines empujó a Augusto al suelo. Y sin darse cuenta el rey sollozaba. Estaba cargado de ira y frustración. Sentía tanto desprecio… y a la vez tenía la moral tan por el suelo que no se le ocurrían ni siquiera planes de escape o venganza. Hacía un par de minutos que estaba entregado a lo que resultaba ser el fracaso más grande de su mísera y corta existencia. Y el silencio de Augusto solo lo incomodaba más. Estar con él era como estar solo. 

“No eres nada, Augusto. No eres nadie. No sé no por qué desperdicié el tiempo en mantenerte vivo. Debí acabar contigo tal como uno termina con la vida de un pollo; rápido y sin dramas. El único drama sería el del pollo que corre sin cabeza, pero al menos el trabajo ya estaría hecho”.

El rey caminó de un lugar a otro de la celda otra vez. Augusto se limpió el polvo de la ropa, ignoró a Aines cuanto más pudo y aguardó en silencio.

“¡¿POR QUÉ NO DICES NADA?! MALDICIÓN. PELEA CONMIGO” exigió el rey “Grítame, golpéame, intenta lastimarme. Haz algo. Te estoy insultado, me estoy cagando en tí y en toda tu existencia, te estoy declarando mi profundo desprecio y todo lo que sabes hacer es sentarte ahí y mirar a la oscuridad. ¿Es que ya estas muerto por dentro o tienes tanta vergüenza por lo que has hecho que no puedes dirigirme la palabra?”

Augusto entonces giró la cabeza en dirección al rey, sus ojos en medio de la oscuridad tenían un aspecto muerto y sombrío.  Díjole:

“De nada sirven las disculpas. De nada sirven las emociones. Solo las acciones. Estoy aquí contigo. Y estoy satisfecho porque hice algo bueno”.

EL PRINCIPITO MALVADOKde žijí příběhy. Začni objevovat