CAPÍTULO 6: GUS

126 24 3
                                    


El principito se creyó muerto. Y así mismo lo creyeron los demás por un corto periodo de tiempo. El rey, negado a perder a su único familiar vivo, trasladó a su hermano de vuelta a la pequeña celda donde lo esperaba su cama; a la espera de su despertar. Porque en realidad muerto no estaba, sino sumido en el más profundo de los reposos. Lo vistieron y cuidaron durante 3 días con sus noches. El monarca se preocupó por la expiración inminente de su sangre, así qué mandó  alimentar a su hermano a base de leche endulzada con miel y distintos líquidos para mantenerlo con vida. Si no hacían algo se marchitaría lentamente hasta no despertar jamás. Y pese a que eso le facilitaría el trabajo al rey de mantenerlo sin dar problemas, no era grato saber que Augusto estaba en peligro mortal. Pues quien no anda, habla o se mueve y solo duerme está más con un pie del otro lado que de este. 

Finalmente, al amanecer del cuarto día; habiendo visitado la habitación en que su familiar reposaba, se sentó sobre la cama junto a él, como era costumbre desde el evento del agua, todo cambió. Muchos dicen que para peor ese día; más sin embargo el rey estuvo muy contento cuando, como salido de una pesadilla, el alma de Augusto se azotó de improvisto contra el enfermizo cuerpo, haciéndole despertar de golpe, catapultado desde el mundo onírico como una piedra contra los muros enemigos. 

Al abrir los ojos, los dos hermanos encontraron miradas. La del rey, aliviada. La de Augusto, consternada y arrepentida.

El principito era consciente de lo que hizo y recordaba perfectamente el castigo que se le había impuesto con todas sus pegas. Comprendió, también a su pesar, que cualquier otro rey habría mandado a cortar su cabeza y que su hermano, si bien era un cachorro aún, podía llegar a ser uno de los hombres más despiadados que existía si estuvo dispuesto a hervirlo completo con tal de que sufriera hasta morir. Por un segundo, que se prolongó durante muchas horas en sueños, se creyó derrotado y entregado al mundo de los muertos. Pero fue repelido y vuelto a la vida por mera crueldad, eso es lo que creyó en ese momento y después. 

“Hermano, mi hermano, mi rey —dijole con consternación, tirándose sobre el regazo del joven líder para tapar sus ojos lagrimeantes—. ¡Perdóname, te lo pido hermano mío! Fui un tonto, un impulsivo y un desgraciado. Lo comprendo ahora. Intentaste ser misericordioso conmigo y colmé tu paciencia, pido perdón de corazón pues fui cegado por la verde envidia e imbuido con ínfulas de oscura venganza que guiaron mis acciones a tentar contra mi propia sangre. Soy menos que un humano. Te pido clemencia, he sobrevivido a tu castigo por pura suerte y sé perfectamente que soy indigno de este plano, pero por favor, mi rey… Perdóname ahora y te juraré lealtad. Juraré serte fiel y bueno y matar solo a quien tu me pidas y jamás volver a levantar un dedo en tu contra si eres tan amable, tan bondadoso, tan bonachón y hermoso ser de luz como para encontrar en tu alma un pedacito de perdón y amor para con tu estupido hermano. No fui un hombre, fui una bestia y como tal pretendiste cocinarme en una olla y comerme en la cena. Imploro que consideres mi situación, señor mío”. 

El Rey, sobresaltado, apreciaba todo el discurso y no podía hacer otra cosa sino conmoverse del espíritu tan puro que había salido de las catacumbas para reemplazar al horrible ser que antes era su hermano mayor. Posó una mano sobre los cabellos rubios de este y calmó su llanto diciendo lo siguiente:

“Mi querido hermano. Me contenta el pecho saber lo arrepentido que estás y que eres consciente ahora de tu mal actuar. Tanto así que hasta lloras por mi perdón porque es lo que te importa por sobre tu orgullo y eso demuestra que has cambiado para mejor. No tengo nada qué perdonarte porque de eso se ha encargado nuestra señora de Aguas Calientes, quien te ha purificado y devuelto al mundo con un mejor ver, y estoy seguro, un mejor obrar”. 

El principito se separó en la cama de su interlocutor y se tapó el rostro con la manga del brazo. 

“Dices las cosas tan edulcoradas…, pero comprendo que no tengo perdón de los dioses. Nadie como yo podría lograr la expiación así tan fácil. Soy y siempre seré un ser despreciable. El hecho es que he conspirado contra mi propia familia. ¡No me mires! Que mi bello rostro está desfigurado por el vapor. Estoy seguro que mi cuerpo se ha consumido también y no ha dejado otra cosa que una piltrafa. Así me siento por dentro y debo ser tan enfermizo por fuerza como las entrañas me lo indican”. 

“Nada de eso, Gus. Te pido que te calmes de forma amable. No estás destruido”. 

“¿Gus? ¿Por qué me llama por ese apodo, su majestad? ¿Está acaso jugando conmigo?”

“Así solía llamarte nuestra madre, recuérdalo, hermano. Antes de fenecer ella solía decirme —Gus era un niño muy hermoso de pequeño—. Me dabas tanta envidia, porque parecía que ella te amaba con un sentimiento especial que a mí me negó”. 

“Nuestra madre, sí. Cómo la extraño. Fue la única que realmente me demostró simpatía… ¿Pero eso qué? Ya está en otro lugar. El pasado quedó atras y solo quedan recuerdos. Y soy un ser muy miserable y desfigurado como para que me hables con afecto. Queda estrambótico que lo hagas”. 

“Oh, Gus. No te has dado cuenta todavía. No estás deforme. Estás bien, diferente, eso sí; acomodado a tu personalidad. Por favor abre los ojos y mírate en el espejo que vine a traerte por si despertases alguna vez”.

“Tengo miedo, su majestad. Me atemoriza y me eriza la piel pensar en mi rostro ahora, una vez tan perfecto y grácil; hoy derretido, manchado y arrugado por el calor. Y en mi cabello, rubio rizado y hermoso, hoy chamuscado e imperfecto para siempre o despegado de la sesera con horribles parches desprovistos de filamento. No quiero ver, ¡No puedo verme! Si el fuego no me mató, la fealdad lo hará. La fealdad me matará cómo un poderoso puñal al corazón. ¿Qué es un hombre sin su vanidad? ¿Qué es una persona que no tenía nada, pero que al menos conservaba aún el efímero adorno de su belleza que compensaba su baja inteligencia y perversas actitudes?”.

El rey le quitó el brazo de los ojos y lo miró fijamente.

“Escúchame, hermano. Sobre reaccionas a lo inevitable. Tarde o temprano tendrás que verte y es mejor que yo esté aquí para verlo. Bien para reírme, bien para abrazarte. Pero ahí está el espejo y quiero que te contemples”.

“Hermano, ¿cuando has crecido tanto? Estás más alto que yo y te has puesto deforme, porque ni barba te ha salido. ¿Tanto tiempo dormí? ¿O es que el fuego mató mi percepción de la profundidad?”

“¡Que te veas en el espejo de te digo!”

El rey sacó a su hermano a rastras de la cama y lo puso frente a la superficie reflectante. Mostrando entonces el resultado en que su cuerpo había quedado.

“Qué cruel eres… —dijo Augusto. Llevándose las manos al rostro, pero sin cubrir los ojos, no podía apartar ya la mirada de su desgracia—. Qué cruel eres, que me arrastras a ver lo que me has hecho…. ¡Me has destrozado!”

La angustia en su voz era apenas superada por la sorpresa que sus ojos asomaban.

“¡No, Gus! ¿No lo ves? Estás vivo y tienes una segunda oportunidad. Es un milagro”.

“No… No… NOOOOOOOO —gritó consternado el otro, cayendo al suelo— Es una maldición. ME HAZ MALDICHO. TE ODIO. TE ODIO, TE ODIO Y DESPRECIOOOO”.

La voz de Augusto se escuchó por todo el castillo. Le dio una patada al gran espejo, que se rompió en mil pedazos. Y cayó al mismo al suelo. Sin fuerzas ni ganas de seguir viviendo, solo de llorar desconsoladamente, dijo:

“No… No… ¿por qué? ¿Cómo se puedes ser tan cruel?”

“Hermano. Estás asustado y enojado, mas esto fue voluntad de los dioses”.

“A la mierda los dioses. A la mierda su perdón. Me cago en tus dioses y su misericordia. Mírame, ¡Mira lo que me has hecho! Me has destrozado, hubiera preferido estar lisiado”.

“No sabes lo que dices”.

“Vete… VETE, YA NO QUIERO VERTE. SAL DE MI HABITACIÓN”.

El principito empezó sin más a lanzar juguete tras juguete a su alteza el rey, quien tuvo que poner pies en polvorosa antes de que alguno lo lastimara. Pero luego mandó a encerrar en la habitación a su hermano hasta que se calmara y mandó a limpiar los fragmentos de espejo que quedaron en la habitación. 



N del A: Hoy tocó dos caps en vez de uno ya que el anterior era algo corto.

EL PRINCIPITO MALVADOWhere stories live. Discover now