CAPÍTULO 13: UN NIÑO MALO.

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El camino de regreso al castillo fue durante la noche y de incógnito. Nadie vio al centauro enorme dejar al principito a las orillas del pueblo. Nadie tampoco vio transitar a pie al joven Augusto por las calles, los borrachines de las taberna que salieron a vomitar y a tomar aire fresco o a fumar Jachís lo confundieron con un niño cualquiera, huérfano, que salía a la calle sin supervisión porque estaba más solo que la una. 

Cuando llegó al castillo el guardia de la entrada, que no era el mismo que lo insultó antes de partir, dejó caer su lanza apenas lo vio acercarse y corrió hacia él como si temiera ver un espejismo que se desvanecería con un parpadeo.

“¡Príncipe Augusto! Está usted vivo y en una pieza”

“Para tu disgusto, así es” fue lo primero que dijo, pasándole por un lado y entrando de vuelta en el castillo. 

“Señorito, ¿dónde ha estado?” Preguntó el portero, siguiéndolo “Todos lo han estado buscando desde que se perdió. Incluso degollaron al guardia que lo sacó fuera del castillo a empujones por mal entender las palabras del rey”.

“Qué gusto” respondió Augusto “Pero donde he estado no es tu asunto… joven…”

“Arquímedes”.

“Joven Archimendez”

“No. Es Arquímedes”.

“Te llamaré Archi –replicó sin detenerse, se dirigía a su habitación–, supongo que ahora irás a decirle a mi hermano en cuanto despierte que he aparecido ¿no?”

“Indudablemente, señorito, es mi trabajo. Y me dijeron que le dijera cuando lo viera algo así como… deberías sentirte avergonzado de jugar con mis sentimientos”

“¿El rey te dijo eso?

“Sí, señorito”.

Sentimientos, no le gustó que Augusto se fuera y lo preocupara. Pues que le den a él y a su estúpida preocupación.

“Dile cuando se despierte que… soy un niño y como tal me jugar con él, y mucho”.

Entonces le cerró la puerta de su habitación en la cara al portero. Acto seguido se echó a dormir hasta el día siguiente. Luego se arrepentiría de las palabras que acababa de soltar al portero.

Por la mañana la cosa no fue a mejor.

“¡¿Cómo has podido hacerme esto?!” Fueron las primeras palabras que escuchó por la mañana, su hermano estaba sobre él y lo zarandeaba de los hombros “¿Tienes idea de lo preocupado que estuve peinando toda la zona en tu búsqueda? ¿Y qué has hecho con el caballo? ¿Te lo han robado? Me dijeron que llegaste a pie”.

“¡Suelta, coño!” 

Augusto se removió para liberarse de su agarre.

“¡Augusto! Tuve que invertir tropas en ti en vez de usar a esos hombres para la batalla contra los normales. Apenas logramos repelerlos para que escaparan de vuelta a sus tierras ¿sabes lo que eso significa?”

“Significa que ganaste”.

“¡NO!” El rey le dio un bofetón a su hermano, este se cayó de la cama por el impacto y se golpeó la cabeza contra la alfombra. “Significa que no pude eliminarlos todos y cada uno de los infelices que vinieron con intención de acabar con mi reino. Significa que di el mensaje que soy débil y mi ejército también; y todo porque tú estabas perdido y no pude mandar a todo mi ejército para la causa”.

“Dices estupideces” replicó Augusto desde el suelo, deseando que sus ojos no lo traicionaran y empezasen a gotear. “No se debe dejar nunca el reino sin protección, hubiera sido tonto mandar a todos los soldados”.

“¿Qué vas a saber tú de gobernar? Mocoso imberbe. El peso de mis hombros no es cosa fácil de levantar para que vengas tú a hacerlo más difícil. Espero que tu escapadita te haya sido de provecho porque no volverás a salir de aquí nunca sino es conmigo o con un escolta que pueda arrastrarte de vuelta”.

“¡No puedes mantenerme prisionero!”

“No eres prisionero” respondió el rey “Eres mi hermano y quiero tenerte cerca”.

Fue demasiado, Augusto bajó la vista y empezó a llorar incontrolablemente. Fue una visión patética e infantil. Sentirse rebajado a esto no le gustaba lo absoluto. Nadie lo quería, nadie lo apreciaba, y si estaba vivo era únicamente porque a su hermano le divertía verlo sufrir. Cómo lo despreciaba…

El duro corazón de Aines se ablando por ver las lágrimas mojar la madera del suelo. Acto seguido se arrodilló junto a Augusto y lo abrazó, dándole palmadas en la espalda. 

“No te me pongas así, necesitabas que te den disciplina; no es como que padre no te hubiera dado una tunda antes”.

Las golpizas que el antiguo rey solía darle a Augusto no estaban muy frescas en su memoria, había aprendido a bloquearlas de su mente luego de cierta edad. Si las recordaba todo dentro de él se desmoronaba; veía el cetro de oro agitarse contras sus costillas hace tantos años y veía las botas de cuero, altas botas de cuero pisotearle la cabeza. Y las palabras de su padre, diciéndole que dejara de ser un ingrato y se comportara sino quería acabar en una zanja, pues él podía tener más hijos y Augusto no era más uno de tantos errores que había cometido.

El recuerdo desbloqueado de pronto lo hizo temblar. Y toda la paranoia resucitó como vampiro sediento. Las frías garras del trauma le apretujó el corazón. Gimoteó, en medio del cálido abrazo empezó a tener mucho frío, a sentirse anulado. 

Aines apestaba igual que su padre. Aines,  pese a tener el cabello de su madre, tenía el semblante severo del monstruo de sus pesadillas.

“Entiende que lo hago por tu bien y lo hago porque te quiero” díjole.

“Aines…”

“No digas nada. Calla” le dio palmaditas en la espalda “Comprende que fue un gran error abandonarme. No puedes dejarme nunca. Soy tu rey y tu hermano mayor. Debes obedecerme”.

“No eres el mayor”.

“Ahora sí… y no me discutas… o te volveré a reprender. Y no quieres eso ¿verdad? Puedo llegar a ser muy malo si me provocas. No quieres que sea malo contigo ¿verdad? Puedo ser bueno, muy bueno. Y todo lo que te pido es que te comportes”. Le puso una mano en la cabeza y empezó a peinar sus rizos dorados. “Todo lo que deseo es que seas un niño bien portado y nunca oses huir de mí, ¿me oyes? Eres mío”.

Le dio un último apretón entre sus brazos y lo dejó ahí, temblando. Recordando malos momentos y sintiéndose atrapado.

Estaba en una situación incluso peor de lo que creía. Su hermano no era malvado o maligno como él, era mucho peor; estaba necesitado de afecto. Y lo conseguiría hasta las últimas consecuencias.

EL PRINCIPITO MALVADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora