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LOUIS

Sniper ladró una vez, haciéndome saber que Harry estaba en casa. El corazón me latía con fuerza, pero casi se me paró cuando entró por la puerta. Me tapé la boca con las manos y no pude hablar al ver su aspecto.

―Harry ―respiré, con la voz quebrada.

Dos tristes ojos verdes me miraron y entró en el dormitorio. Tomé unas bolsas de hielo desechables del congelador y le seguí. Se tumbó en la cama con una mano sobre los ojos.

Me arrastré hasta la cama y me arrodillé a su lado. Sin saber si rechazaría mis cuidados, levanté despacio una mano y le puse una compresa de gel en los nudillos.

Respondió suspirando. Un suspiro profundo y pesado, cargado de mucho dolor. Le quité con cuidado la otra mano de la cara y le puse otra compresa de gel.

Ni siquiera sabía por dónde empezar con su cara.

―¿Dónde te duele? ―Susurré.

Tragó saliva y me miró.
―En todas partes.

Sabía que no se refería a su cara. Se me saltaron las lágrimas, porque ése parecía ser mi modus operandi últimamente. Le puse con cuidado otro paquete en el pómulo hinchado.

―Por favor, no llores. ―Su voz era ronca.

―Odio verte herido.

Me tumbé a su lado, de costado, sintiéndome tan impotente. Se me escapaban las lágrimas. Cuando se dio la vuelta y me envolvió en sus brazos, lloré con más fuerza.

―Lo siento. ―Esas fueron las únicas palabras que pronunció.

•••

Me desperté en mitad de la noche. Harry estaba sentado en mi lado de la cama, mirándome dormir.

Sabía que algo iba mal.

―¿Qué estás haciendo?

―Me mudo por un tiempo.

Al principio pensé que lo había escuchado mal. Tardé unos instantes en comprender lo que me estaba diciendo. El shock fue tan grande que me adormeció.

―¿Adónde vas?

―Un hotel.

No moví ni un músculo.

―¿Podemos hablar, por favor?

―Necesito ordenarme.

Diez latidos antes de que por fin tuviera el valor de preguntar―: ¿Vas a volver?

―Voy a intentarlo.

No había mucho que decir después de eso. En ese momento supe que no había nada que pudiera decir o hacer para hacerle cambiar de opinión.

―¿Me enviarás un mensaje o me llamarás?

Su voz sonaba apenada.

―¿Puedes darme algo de tiempo?

Pensé en él en un hotel. ¿Se había acabado el matrimonio? ¿Había acabado este bebé con todo lo bueno que había entre nosotros? ¿Volveríamos alguna vez de esto? Ni siquiera podía enfrentarme a la idea de que este matrimonio se acabara.

Hice la pregunta para la que no estaba preparada para oír la respuesta.

―¿Es esta tu manera de dejarme?

―Sigues siendo mi esposo.

¿Pero por cuánto tiempo? No entendí nada de esto. No entendía su respuesta. No sólo se estaba alejando de mí, sino que estaba corriendo tan rápido como podía en dirección contraria. Se me escaparon las palabras más inoportunas.

That's The Way Love Goes Where stories live. Discover now