12 (+18)

119 19 10
                                    

 ¿En qué momento el frío de esa habitación se volvió en un calor casi sofocante?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


¿En qué momento el frío de esa habitación se volvió en un calor casi sofocante?

Sara ahora estaba acorralada contra la pared de la habitación principal de aquella cabaña, su respiración estaba agitada pues Franco apenas dejaba sus labios un segundo para volver a tomarlos en un nuevo apasionado beso que tenía a Sara con las piernas temblorosas.

Muchas veces escuchó a varias personas hablar sobre como era tener sexo, como era el hacerlo y lo que se sentía la primera vez que lo hacían. Sara nunca creyó que llegaría ese día, nunca se sintió realmente atractiva para los demás así que se encerró en la idea que realmente no necesitaba tener sexo para estar completa en su vida. Pero ahí estaba, sintiendo las grandes manos de Franco recorrer su cuerpo semi desnudo que ardía por la necesidad, pasión y anhelo que sentía por él.

Temblaba cuál hoja de otoño que intenta aferrarse a la rama del árbol para no caer, ella mantenía sus dedos aferrados a los fuertes brazos de él buscando la estabilidad que necesitaba en ese momento ya que sentía que en cualquier instante caería desmayada por ese placer contenido. Él soltó sus labios dejando varios besos en su rostro hasta llegar a su parte favorita; el cuello.

Besó, chupó y mordió a su gusto escuchando de fondo los suaves gemidos de esa mujer que lo volvía loco.

Nunca imaginó desear tanto a la doña perfecta, esa mujer que en un tiempo fue su jefa, luego su pesadilla y después esa que se colaba en sus sueños más ardientes pero que mantuvo en secreto, sus más oscuros y pecaminosos secretos. La deseó desde el primer instante aunque jamás lo notó -o lo aceptó-, ella con esa falda larga y aquella blusa que la cubría hasta el cuello, se veía tan seria, muy distinta a su hermana menor que sin vergüenza llegaba un escote notorio, Sara era sin dudas muy diferente a cualquier mujer que conoció en su vida.

Por eso encontraba su deseo mucho más fuerte, porque él no deseaba solo ese cuerpo curvilíneo escondido detrás de ese ropaje de monja, no, él deseaba su alma... Entrar tan profundo en ella y descubrir así sus mayores miedos pero también sus mejores sueños, pero no podía ser un mojigato y negar que realmente muchas veces soñó con ella arrancándole su ropa de señora y haciéndola suya, solo suya.

Sus manos calientes viajaron por ese pequeño cuerpo sin ningún pudor, no escondería su lado más perverso, no con ella pues sabía que con Sara podía ser él mismo y ahora lo estaba haciendo, le mostraría esa faceta que solo le pertenecería a ella, su mayor fuente de deseo. Agarró con fuerzas sus nalgas escuchando así un jadeo sorpresivo de ella, se alejó un poco solo para poder mirarla, apreciar aquel arte que era Sara Elizondo, muy pronto, de Reyes. No pudo evitar suspirar al verla...

Tan hermosa.

Tan inocente pero al mismo tiempo tan pícara.

Tan suya.

𝐌𝐚𝐧𝐝𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐬𝐞𝐧̃𝐚𝐥. [𝐒𝐚𝐅𝐫𝐚𝐧]Where stories live. Discover now