Capítulo 29: Michael Morell

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Un espía.

Al pensar en esa palabra automáticamente viene a mi mente todas las peliculas de Misión imposible que había visto en el sillón de mi departamento. Todas tienen algo en común: A un Tom Cruise corriendo de un país a otro, peleando con distintos tipos, haciendo maniobras inimaginables... Siendo lo que es: un espía.

¿En verdad me enoja el hecho de que Max sea un espía? No, de eso estoy completamente segura; mi enojo no se debe a su profesión.

En ese momento recordé una vez que me encontraba en el supermercado después de un dia de universidad. Durante mi recorrido por los pasillos llenos de alimentos, pensé en Max y en la neblina de misterio que lo rodeaba y que me tenía inquieta. Muchas veces en el pasado, aseguré que Max me ocultaba algo y que aquello no era bueno; y ahora que lo sé, me sorprendo que mi reacción moderada y hasta tranquila.

No es muy común que digamos, que alguien que apenas conoces te suelte algo como:"Hey bonita, soy un espía" Para mí, eso solo pasa en las series y películas de Hollywood.

Suspiro lentamente, intentando ordenar mis ideas.

Bueno... si no estoy aparentemente enojada con Max por ser un espía, entonces ¿Por qué estaba apreto los dientes?

- Luisa por favor dime algo... - Susurra Max, atento a mi reacción. 

¿Qué puedo decirle? 

- Hum...

Me estiro sobre mi tronco, toda la tensión del momento me acalambra.

- No sé qué decir. - Hablo tan bajito que dudo en que Max me oyera.

Lo miro y quito mis ojos al instante. Mejor no mirarlo porque de lo contario no sería capaz de seguir y sucumbiría ante él.

Muevomis pies como una forma de relajarme. Los arrastro por la tierra, dejando caminos con la forma de la suela de mis zapatos en el suelo. Me estrujo los dedos, con un poco de dolor en mi mano herida, mientras recuerdo todo lo que me pareció extraño en mi relación con Max, todo aquello que me inspiró curiosidad, todo aquello que podría solucionarlo ahora...

- Si no eres un militar, entonces ¿Qué... 

- ¡¿Qué te pasó ahí?! - Exclama alarmado.

Veo que Max no quita la mirada de la toallita roja que está olvidada a un lado, pero luego sus ojos se dirigen a mi mano izquierda y se abren sorprendidos al ver la sangre.

- ¡Demonios!

Se pone de pie y saca de su maleta un bolso más pequeño de color blanco.

- ¡Cómo no pude darme cuenta..! - Habla más para si que para mí. 

- Siéntate, ya no sangra. Estoy bien.  

- Déjame ver.

Avanza tres largos pasos rodeando la fogata y ahora está a centímetros de mí. Al verlo acercarse mi pecho se encoje produciéndome una sensación de pánico.

¿Por qué Max me produce eso?

- ¡Max no! - Me pongo de pie y retrocedo, tropezando por poco con el tronco. - ¡Siéntate! - Grito.

No quiero que me toque, ni que se me acerque por miedo a cómo yo puedo reaccionar. Soy débil y con Max cerca yo puedo olvidarme de todo y sucumbir... No estoy preparada para... Para ¿Qué? ni siquiera puedo pensar con claridad, lo único que tengo claro es que no quiero estar cerca de él ni que él me llegue a tocar.

Pasamos cuatro segundos ahí, parados, indecisos uno del otro. 

Es claro que mi forma de reaccionar le ha dolido, su cabeza está firme pero su mirada en el suelo y los brazos colgando a los lados. Al verle el rostro me detengo en sus ojos cafés. Me pareció verlos... distintos, con un sentimiento nuevo ¿Tristeza? No, no, no, no. Me sentí el peor de los villanos por hacerle eso. Mi intención no era herirle, ¡Por Dios! Jamás lo heriría a voluntad.

Entre besos & disparosWhere stories live. Discover now