Capitulo 34: La cama de pieles

5K 252 6
                                    

NARRADOR EXTERNO.

Lo que está ocurriendo no podía ser cierto, definitivamente esto no se lo esperaba. Ni aunque se lo dijeran mil veces seguidas, él no podría creerlo.

¿Cómo habían terminado de esa manera? ¿Qué los había inducido? Sinceramente, la delicada situación que estaban viviendo con respecto al peligro que los perseguía se alejaba mucho de ser una causa perfecta como para terminar así: Juntos.

Max, alentado por un impulso de pasión; mordisquea el lóbulo de la oreja de Luisa, muy suave para no lastimarla. Le da un delicado beso para después torturar, esa pequeña parte de la oreja, con sus dientes; halándolo. La chica no demora en reaccionar ante aquella caricia.

Suelta un suspiro de satisfacción que da paso a un estremecimiento de su cuerpo.

Max sonríe con total goce quedando su sonrisa oculta por la oscuridad que los acompaña , le parecía increíble la forma en que lo hacía sentir las reacciones de Luisa. Bueno, Luisa siempre sorprendía a Max con sus reacciones y eso era algo que le encantaba a él. Sin embargo, esto era diferente; no se asemejaba con los pucheros inconscientes que hacía su novia cuando alguna torpeza hacía, ni el sonrojo en sus mejillas cuando Max le decía algun cumplido.

Luisa, hecha un manojo de sensaciones, se remueve debajo de Max; apretando más sus brazos en torno al cuello del hombre. Para ella es un completo misterio la forma cómo habían ido a parar en la estrecha cama de la cabaña. Recordaba estar de pie junto a su novio, siendo víctima de una corriente que la energizaba y la empujaba a ir en busca de ese "más" que le faltaba, y ahora; estaba tendida sobre las pieles que cubrían el lecho, unas sabanas hechas de pieles reales que le producían un ligero escozor en su espalda.

Sin esperarlo Max masajea a un ritmo lento, pero con mano firme, su cintura. Luisa jadea, sintiendo el calor que empieza a generarse en su cintura y su mano cae sobre la sabana, estrujando entre sus dedos las pieles. Una parte de su cabeza se preguntó de qué animal eran aquellas pieles...

Normalmente, Luisa estaría cuestionándose acerca de si lo que estaba haciendo estaría bien, pero para ella, aquello que estaba pasando no podía, nunca, ser algo erróneo.

Sus manos se desplazan a un paso lento, desde la nuca hacia los hombros de Max, tocando sus músculos tensos para después bajar por los brazos. Él jadea y besa sus labios, robándole un beso largo y profundo. Luisa no podía estar más satisfecha con la postura de Max. De algún modo, estaba sobre ella sin aplastarla, ella no sentía ninguna molestia y tampoco estaba siendo oprimida por el peso del hombre a quien le besaba la mandíbula.

Además que, con esa posición, Luisa tenía más acceso a su anatomía.

Sus manos, ávidas de más, saltan de los brazos hacia el tronco. La joven, desciende acariciando sus costillas, sintiendo cómo la piel de Max se eriza ante su caricia. Todo el recorrido iba bien hasta que sus dedos se toparon con la cintura del pantalón de látex de Max.

En ese momento todo el pudor y la timidez que habían acompañado a Luisa por veintiún años aparecieron para frenarla. Sus manos perdieron la valentía que habían adquirido hace un momento y regresaron con su dueña, asustadas y cobardes para posarse en su pecho unidas.

Luisa jamás en su vida había desnudado a un hombre. De hecho, el único "hombre" al que había desnudado era su muñeco de Ken, para ponerle su traje de gala cuando jugaba con sus muñecas a los nueve años.

Él estaba atento a cada reacción y a cada movimiento de Luisa, por eso, se percató rápidamente de la tensión en el cuerpo de su novia quien se había encogido debajo de él, tapándose el pecho con sus delgados brazos. A regañadientes, Max se separó del rostro de Luisa para observarla quedando sus miradas el uno hacia el otro.

Entre besos & disparosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora