Capitulo 2: Primer día

8.1K 347 15
                                    


¡Pum!

Me despierto de repente. Creo que es la quinta vez que golpeo mi cabeza contra el vidrio del bus, sí, bus, el enojo de Kitana ha durado hasta hoy jueves. Ya me esperaba yo que no me vendría a recoger a mi departamento para ir a la primera visita a la famosa base militar.

El bus pasa sobre una calle dañada y reboto en mi asiento, golpeándome más.

Sí, me merezco esto por ser tan perezosa y dejar todo para último minuto. No lo hagan chicos, no.

Me acurruco en mi duro asiento y abrazo mi pequeña maleta. Me muero de sueño ya que apenas son las 5:30 am y yo ya estoy viajando en bus. Resulta ser que la base militar queda a fueras de la ciudad y debemos hacer un viaje de aproximadamente dos horas para llegar. Y debemos estar en la U a las 6:00 para tomar los buses y partir.

No deberían hacernos despertar a estas horas. Uno puede acostumbrarse a todo ¡Menos a madrugar caramba!

No sé qué esperar de esta primera visita, tanta es la incertidumbre que ni siquiera sabía qué ropa usar. ¿Nos harían entrenar en la primera visita? Esperaba que no, pero de todos modos estoy con ropa cómoda: una camiseta sencilla, jeans sueltos y zapatos deportivos negros. El look de los niños.

Miro por la ventana y cercioro que faltan algunas calles para llegar a la universidad, puedo tomar una siestita. Cuando me dispongo a dormir, el bus frena en seco arrojándome hacia adelante y despeinándome.

Te lo mereces Luisa Montéz, te lo mereces.


***


- ¿Es en serio? – Kitana está tan asustada como yo – Luisa ¿Estás viendo lo mismo que yo?

- Sí. – Respondo con voz quejambrosa – Somos las dos únicas mujeres en este grupo.

- ¡Claro que lo somos tonta! ¿Qué mujer se anotaría en educación en servicio militar? ¿Ah? ¡Esta actividad es de hombres!

Kitana inhala y exhala varias veces mientras yo sigo mirando la escena. A un lado de los dos buses de la universidad, hay un conglomerado de estudiantes varones esperando abordar. Recorro los distintos rostros y solo logro reconocer a dos o tres que son compañeros en algunas clases, los demás son estudiantes de otras carreras o de otros grupos.

El tan solo pensar que tendré que entrenar frente a todos esos hombres hace que mi cara se pinte de rojo ¡Desde ya siento vergüenza!

Me giro hacia mi amiga.

- Lo siento mucho Kitana, en serio.

- ¡No quiero ir!

- ¡Yo tampoco!

Nos abrazamos y lloriqueamos y quejamos en el hombro de la otra por unos minutos. Luego nos separamos.

- Bueno, suficiente. – Dice Kitana, arreglándose su ropa que, hoy, es toda color verde. Sí, verde militar - No podemos hacer nada, vamos y recemos porque no nos pase nada.

Tomo un respiro, cargándome de valor.

- Vamos.

Caminamos muy juntas, como dos hormiguitas asustadas. A medida que nos acercamos, el valor que he recogido se va esfumando. Cada mirada de incredulidad que cae en nosotras, nos causa más ansiedad. La mayoría de los chicos nos mira como si fuéramos dos ancianas en una discoteca.

José, el chico que está con nosotras en clase de Barner, se acerca. Él es alto, pálido y delgado, tanto como yo. Él tampoco debería estar aquí...

Entre besos & disparosWhere stories live. Discover now