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Gracie Hills.

"El único que se salva hoy es Oliver"

—¿Por qué decides hacer estos retos absurdos? —pregunté, cruzándome de brazos.

—No sé... me pareció divertido en el momento —respondió él, encogiéndose de hombros.

—¿Pero tú te has imaginado calvo alguna vez?

—Si...

—¿Sí..?—fruncí el ceño.

—De viejo... Me imagino siendo calvo.

—Todos nos hemos imaginado calvos de viejos, pero no ahora—comenta, Oliver por encima.

Antes de que pudiera decir algo más, Adam se interpuso entre nosotros con la máquina de afeitar en la mano, decidido.

—¿De verdad quieres hacerlo?—pregunte.

—No lo líes más —dijo Adam, empujándome suavemente a un lado—. Un trato es un trato, y si pierdes, se cumple.

Darell me miró por encima del hombro de Adam.

—Creo que te hace más ilusión a ti que a nosotros, Adam—comenta, Darell.

—Me encantaría verte calvo y feo.

—Nadie me bajará de que me veré guapo de todas maneras—le dice, seguro.

—Si... Si, lo que digas.

—Venga, estaré más guapo... Mi madre lo dice—añade.

—Porque es tu madre—le repite Oliver.

Estoy parada frente a la puerta del baño.

Veo que Adam aún sostiene la máquina de afeitar en la mano, preparado para atacar. Jess se ha quedado dormida en el sofá, mientras que Oliver está grabando todo con el móvil, aguantándose la risa. Y yo, sin querer, estoy en medio intentando que Adam no se acerque a la cabeza de Darell cada vez que da un paso.

—Va, que no tenemos todo el día—repite.

—Tengo miedo—le digo.

—Joder, mira más fácil puedes deshacerte de él si lo quieres dejar—dice, Adam con un toque divertido y Darell le da una colleja.

—Espera...—digo, mirando a Darell—Déjame observarle un momento así con el pelo—dije, entrecerrando los ojos mientras lo analizo de arriba abajo—. A ver, gira un poco... más... así. Vale, ahora mírame.

Darell se gira obediente, con una ceja levantada y una sonrisa torcida.

—¿Qué? ¿Te estás despidiendo de mi pelo?

—Un poco sí. Es que igual después ni te reconozco —bromeo.

Adam se impacienta y se acerca con la máquina encendida, haciendo un zumbido amenazante en el aire.

—¡Dale ya, que me estoy quedando sin batería! —grita Oliver desde la esquina, mientras no para de grabar.

Darell suspira, resignado.

—Ay Dios... —murmura Darell, cerrando los ojos como si fuera a operarse a corazón abierto.

—Espera... ¿Seguro que quieres hacerlo?—repito.

—Sí, Gracie. Seguro.

Asiento y me trago el nudo. Y entonces, suena el primer zzzzzzzz sobre su cabeza. Cierro los ojos con fuerza, como si el sonido no existiera si yo no lo escuchaba. Pero claro que existe. Lo hace, y demasiado.

Todas las estrellas que nunca tocamos Where stories live. Discover now