La pregunta de Natalia me pilló completamente desprevenida. Parpadeé, perpleja, mientras mi hermanastra se acercaba a mi cama con una sonrisa ladina; no pude evitar tensarme cuando se apoyó en el colchón, lo que le hizo creer que, en realidad, ocultaba algo sobre lo que había sucedido entre Hugo y yo.
Natalia estaba formándose ideas equivocadas.
-No nos hemos besado –le aseguré.
Ella alzó ambas cejas, sin creerse ni una de mis palabras. Después soltó un resoplido burlón.
-Ya, por supuesto –se rió-. ¡Y yo soy la reina Isabel! Vamos, si hasta te has puesto colorada –añadió, señalándome con la mano.
Abrí los ojos desmesuradamente; no sabía si echarme a reír o enfadarme por la poca confianza que parecía tener en mí.
-No me he puesto colorada –repliqué-. ¡Y no nos hemos besado! –repetí, casi gritando.
La sonrisa de Natalia se hizo mucho más amplia, pero tomó la buena decisión de no seguir insistiendo en el tema; en su lugar se tumbó cuan larga era sobre mi colchón y levantó las piernas.
-Supongo que os intercambiasteis los números de teléfono –elucubró, con la mirada clavada en el techo de mi habitación.
Resoplé.
-Se ha limitado a traerme a casa –respondí, con un tono molesto-. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué ha pasado con Alessandro que no has podido contarme por teléfono?
Vi cómo sus mejillas se ponían levemente coloradas y que bajaba las piernas rápidamente, golpeando con los talones las tablas del suelo. No pude evitar encogerme al pensar en el cofre que había escondido bajo la cama y que había robado de la habitación de mi abuela.
-Oh, sí... eso –masculló a media voz.
Ladeó la cabeza en mi dirección y vi que sus ojos brillaban de una manera... especial. Algo gordo debía haber sucedido en la fiesta, algo que había cambiado por completo la perspectiva que tenía respecto a Alessandro.
Me recoloqué en la cama, apoyada sobre mis codos y con toda mi atención puesta en lo que Natalia tuviera que contarme.
-¿Y bien? –insistí, procurando que mi voz sonara ansiosa por conocer la historia que se traía entre manos.
Natalia frunció los labios haciendo un adorable mohín.
-Cuando te marchaste con Hugo no pude evitar más la tensión del momento –se me había olvidado comentar que, debido a esa vena de escritora, Natalia tendía a exagerar un poquitín las cosas-. Me refugié en un pasillo para que nadie me viera llorar por todo lo que había pasado cuando le vi aparecer... parecía igual de preocupado que yo y se acercó para intentar consolarme...
Hizo una pausa y supe que, lo que venía a continuación, iba a ser una bomba; este tipo de silencios los usaba para crear efecto y hacer que lo siguiente que dijera me dejara completamente anonadada.
Sus mejillas se oscurecieron y yo me incliné más hacia ella.
-¿Qué más? –exigí, ávida por conocer el final de esa anécdota.
-Me besó.
Ahogué una exclamación de sorpresa y júbilo mientras Natalia dejaba escapar una forzada risita que demostraba lo incómoda que se sentía después de haberme contado eso; me lancé encima de ella y nos fundimos en un raro abrazo donde Natalia se quejaba en broma de que iba a terminar por escupir un pulmón.
Me aparté de ella lo suficiente como para dejarla respirar y para que pudiera terminar de contarme lo que había sucedido.
-Mentiría si te dijera que fue solo un beso –prosiguió, colorada por la vergüenza.
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Crónicas de la Atlántida I: El secreto.
FantasySiempre se ha creído que la Atlántida era un mito, una simple leyenda. ¿Qué sucedería si ese mítico continente fuera un lugar real, escondido hace millones de años para proteger sus secretos... o para mantener encerrados a todos sus habitantes, ba...