{♚} Capítulo diez.

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Sus palabras me sentaron como un jarro de agua fría. Aquella mujer que se parecía tanto a mi madre físicamente me sonreía con malicia y, en el fondo, supe que estaba diciéndome la verdad. ¿Cómo era posible que supiera tanto de mí?

¿Sabría incluso más que yo sobre mi propia historia?

La cabeza empezó a darme vueltas cuando caí en la posibilidad de que supiera tanto sobre mí que hubiera estado jugando conmigo todo aquel tiempo. La primera señal de peligro había sido mi último sueño, cuando Habis se había transformado en otra persona... y esa misma persona había tratado de asfixiarme con sus propias manos.

«En el mundo de los sueños eres vulnerable.»

Me temblaron las piernas al comprender las palabras de Habis y de qué modo había tenido razón: Xanthippe había conseguido dar conmigo por medio de mis sueños. O quizá por medio de los sueños de alguien de mi familia.

-¿Te has quedado muda, cielo? –se mofó Xanthippe.

Corregí mi postura, intentando que mi tía no viera lo mucho que me habían afectado sus palabras y las miles de posibilidades que se abrían ante mí. Ninguna de ellas buena.

Saqué fuerzas para responder:

-Lárgate de aquí.

Aquello pareció divertirla terriblemente.

-No sabía que tuvieras el genio de tu madre –sus palabras me sonaron a burla-. Aunque eres idéntica a tu padre.

Apreté los dientes ante su simple mención.

-No te atrevas a nombrarlo en mi presencia –siseé entre dientes-. No después de lo que le hiciste.

La risa de Xanthippe se cortó de golpe y su rostro se volvió serio.

-Pronto te darás cuenta de que, en ocasiones, debemos renunciar y sacrificar cosas por alcanzar nuestros sueños, Amelia. Minik fue uno de esos sacrificios necesarios –concluyó e hizo una breve pausa, pensativa-. Si ahora mismo no fuera un reflejo... terminaría con todo esto de una vez por todas y ya no habría más pérdidas.

Casi se me descolgó la mandíbula de la sorpresa ante la frialdad con la que hablaba Xanthippe sobre mi propia muerte y lo que eso supondría.

-¿Por qué me odias tanto?

-Porque supones una amenaza para todo lo que he conseguido, Amelia, y no tengo ninguna intención de perderlo.

Nos quedamos en silencio, observándonos la una a la otra. Era incapaz de entender ese poderoso sentimiento que tenía hacia mí, sangre de su sangre, y lo lejos que sería capaz de llegar por proteger su posición como Emperatriz de la Atlántida; sin embargo, el sentimiento era recíproco: ella había sido la causante de la muerte de mi padre y de que mi vida se hubiera convertido en un teatro.

Me sobresalté cuando escuché la puerta de la habitación abrirse a mis espaldas; giré mi cabeza justo para ver entrar a Matteo, que me miró con un gesto ceñudo, y comprobar que el reflejo de Xanthippe se había desvanecido.

Me encaré a Matteo y procuré disimular el pánico que sentía ante la posibilidad de que Xanthippe lo hubiera visto. No podía negar la posibilidad de que Xanthippe estuviera observándonos en estos precisos momentos para poder utilizar esa información después, en mi contra.

-¿Querías algo? –pregunté con cautela.

El ceño fruncido de Matteo se hizo más profundo y sus ojos se movían por todos los rincones de la habitación, como si estuviera buscando algo en concreto. Me enfadó muchísimo caer en la cuenta de a quién estaba buscando Matteo con tanta intensidad.

Crónicas de la Atlántida I: El secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora