{♚} Capítulo doce.

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Parpadeé varias veces, tratando de regresar al presente. El recuerdo era real, lo que Hugo me había contado era real... pero la sensación de que se me escapaba algo de todo aquello me hacía sentir frustrada conmigo misma; Hugo me había dicho que, en un inicio, nos habíamos llevado mal.

Los recuerdos de mi niñez a su lado que había conseguido recuperar pertenecían a ese tiempo en el que no éramos amigos. Entonces ¿cuándo se produjo el cambio?

-¿Qué fue lo que hizo que nos lleváramos bien? –pregunté, armándome de valor.

Hugo frunció el ceño.

-Fue justo después del episodio de la fuente –respondió, aunque titubeó al principio-. Le expliqué a tu madre que todo fue por culpa de una apuesta y que el único responsable era yo.

Alcé ambas cejas.

-¿Cómo reaccionó ella?

-Dijo que la culpa era de ambos y que agradecía mi acto de valor... pero que ibas a seguir castigada –concluyó con una media sonrisa.

Por unos segundos deseé tener intactos todos mis recuerdos, tener algo que compartir con Hugo de nuestra infancia y poder establecer una conversación de todo lo que habíamos pasado siendo niños; pero Hugo rehuía mi mirada y de nuevo apareció la sensación de que había algo que le incomodaba terriblemente.

Dejé ahí el tema, sabedora de que Hugo no iba a seguir respondiendo a mis preguntas sobre ese tema. De repente me encontraba terriblemente incómoda en aquella casa junto a Hugo.

Me aclaré la garganta.

-Creo que es momento de volver a casa –dije-. Además, quiero hablar con mi madre para ver cómo está mi abuela.

Una verdad a medias que me permitiría poner todo los asuntos que tenía pendientes en orden; no me sorprendió en absoluto que Hugo no se opusiera a mi idea y que me dejara volver a su cuarto para poder recuperar mi ropa. Cerré la puerta de su dormitorio a mi espalda y me quedé unos segundos observando la habitación, con la sensación de estar buscando algo en concreto.

Mis ojos se clavaron en el cajón de la cómoda donde había encontrado el cofre con la memografía de la familia de Hugo como si fuera un imán; no me había atrevido a indagar mucho más en aquel cajón... pero mi voraz curiosidad estaba atacando de nuevo.

Crucé la habitación en dos zancadas y me planté delante de la cómoda conteniendo la respiración; las manos me temblaban cuando tiré de las hendiduras del cajón para abrirlo, notando los latidos de mi corazón en los oídos, y con una extraña opresión en la boca del estómago.

Miré por encima de mi hombro, comprobando que Hugo no hubiera decidido venir a echar un vistazo, y saqué con cuidado el cofre de nuevo. No lo recordaba tan pesado, pero lo sostuve en el aire unos segundos antes de depositarlo sobre la cama de Hugo; abrí la tapa y saqué la memografía para poder ver qué más había en su interior.

Encontré una cajita pequeña al fondo, encima de lo que parecía un cuaderno... o un álbum de fotos viejo; saqué ambos objetos del cofre y comprobé que la tapa de abajo estaba hueca. Fruncí el ceño, movida aún más por la curiosidad, de aquel extraño sonido que producía el cofre cuando golpeaba los nudillos contra su fondo.

Sin embargo, no tenía tiempo para resolver ese pequeño misterio y prefería descubrir qué era lo que había dentro del cuaderno.

Solté un respingo cuando Hugo llamó a la puerta, sin llegar a abrirla.

-¿Amelia?

-¡Estoy terminando de vestirme! –grité en respuesta, apresurándome a guardar todo a excepción del cuaderno, que oculté a toda prisa en mi bolsa de deporte.

Crónicas de la Atlántida I: El secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora