Cynthia y Aliccie

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Pese al gran dolor que invadió la vida de la familia Zadi, el mundo seguía su marcha.

De modo que, todos los veranos, viajaban a Norteamérica para visitar a Eleazhar, a su esposa y su pequeña niña, quien inevitablemente les recordaba al querido Balthazar.

La chiquilla era lista, traviesa e ingeniosa. Incluso en su media lengua, era capaz de decir cosas que hacían reír a sus abuelos y a sus tías.

Eleazhar y Cecilia estaban enamorados de su hija, quien había heredado la tonalidad del cabello castaño de la familia, al igual que el color de sus ojos, una mezcla de verde y amarillo y un parecido indiscutible con su tío muerto.

Cinco años después de la trágica pérdida de Balti y en medio de los festejos navideños, nació Aliccie. Muy distinta a su hermana pero, el vivo retrato de su madre. Su piel blanquísima, rubia como el sol y unos ojos grises que, con el paso de los días se fueron tornando azules.

Aliccie diferencia de su hermana, parecía que nunca iba a hablar, pasaba ya de los dos años y medio cuando comenzó a pronunciar palabras inteligibles, y por el contrario, miraba fijamente todo y a todos, desde el mismo día de su nacimiento. Parecía que entendía todo lo que se hablaba a su alrededor y reconocía a cada miembro de la familia, aunque solo los viera un par de meses cada verano.

Eleazhar, observaba cuidadosamente a sus hijas a ver si descubría en ellas algún indicio de posibles poderes mágicos, pero era en vano. Las pequeñas, para su suerte, eran muggles, como su esposa.

Así que él no había tenido jamás la necesidad de confesarle a Cecilia, su origen y la situación de su familia., pese a que sus padres le insistían cada año que enfrentar a su pasado, se sincerara con su esposa y confesara quien era realmente él. Eleazhar en cambio, lo consideraba inútil, creía que no tenía sentido decirle a su mujer, que era un mago, si ni siquiera tenía poderes para demostrárselo

Los Zadi, podían ser llamativos por su modo de comportarse pero Cecilia lo asociaba al hecho de que eran ingleses, aunque a veces le parecía extraño que, la familia en pleno, incluyendo a veces a los esposos de sus cuñadas, viajaran cada verano, con lo costoso que era eso, y se instalaran en la casa sin sentirse jamás incómodos, ni siquiera por la falta de espacio.

De todas maneras, los Zadi se turnaban entre la casa de su hijo-hermano y un elegante hotel de la ciudad, para aprovechar cada instante que podían con las niñas, que eran la adoración de los abuelos las tías inglesas y sus primas mayores. Hasta que consiguieron rentar una casona a pocos minutos de la residencia Zadi-.Johnson.

Eleazhar era socio de un ex compañero de la universidad en una empresa constructora mientras que Cecilia, trabajaba en un pequeño hospital de Pasadena. De modo que, las pequeñas quedaban al cuidado de Louis, una joven niñera que, además, estaba a cargo de las labores domesticas. De modo que cuando los Zadi del otro lado del océano llegaban de visita, era la mayor alegría para Cynthia, que era la debilidad de su abuela y sus tías gemelas y Aliccie, quien acostumbraba sentarse en las piernas de su abuelito para que le narrara algunos cuentos ,desconocidos para ella, que solo el abuelo sabia contar. Además su tía Annabel,le llevaba siempre regalos maravillosos ,ya que era su consentida y la pequeña, sin decir una palabra, le demostraba todo su amor y su gratitud.


El verano en que Aliccie cumplió dos años y medio, los Zadi, decidieron no volver a Inglaterra.

Hasta que consiguieron rentar la casona donde se quedarían por muchos años, se instalaron en el Holliday Inn, un elegante y costoso hotel de la ciudad, para no invadir la casa del matrimonio.

Aunque Cecilia no podía entender las razones de su familia política para tomar tal determinación, se alegraba de tener cerca a sus suegros, ya que así deslindaba responsabilidades a Louis, quien se quejaba ya de molestias y pequeños dolores a causa del trabajo que le llevaba cuidar a las dos niñas, sobre todo a Cynthia que, al volver de la escuela, era imposible mantener quieta. De modo que, todas las tardes, las pequeñas salían a pasear con sus tías y primas o bien, se quedaban en la casa jugando, pintando o viendo la televisión algunas horas.

El abuelo, también se deleitaba en compañía de sus hermosas nietas, sobre todo Aliccie quien le rogaba con gestos, que le contara una y otra vez esos cuentos maravillosos y algo tenebrosos, que nadie más conocía y que no aparecían en ninguno de los muchos libros de cuentos que la niña guardaba en su habitación.

A Cecilia, le agradaban sus cuñadas, que eran mujeres muy diferentes al resto de las que ella había conocido a lo largo de su vida, incluyendo sus amigas, y principalmente su querida Elena, a quien no había olvidado en todos esos años y a quien visitaba cada cumpleaños y aniversario de su fallecimiento, en el panteón donde descansaban sus restos.

Su cuñado, reposaba en ese mismo lugar, de modo que, todos los veranos, acompañaba a esas extrañas mujeres a visitar la tumba de su hermano menor.

Rosamelda y Wladimir, también concurrían a ese lugar, aunque no tan seguido como quisieran. La pérdida de su hijo les había causado una herida enorme en su corazón, y emular el hecho de que Balti, ya no estuviera entre los vivos, les arrancaba un pedazo de vida cada día que pasaba.

Eleazhar, por su parte, no había vuelto a pisar el cementerio desde los funerales. Simplemente, no lo soportaba.

Sus hijas se habían acostumbrado desde muy pequeñas a ver el retrato de ese tío, al que no habían llegado a conocer, en un aparador del comedor de su casa. También se habían adecuado a ver esa expresión enigmática en los ojos de su padre cada vez que miraba la fotografía. Se quedaba algunos segundos la, mientras sus ojos se humedecían y luego, retomaba su actitud natural y peguntaba a sus hijas, quien sería la primera en querer un abrazo, Cynthia levantaba su mano al grito de "yo, yo papito" y se lanzaba a los brazos de su querido papa.

Mientras que Aliccie, miraba la imagen de su tío para tratar de entender por qué ese hombre que, sonreía tan feliz, era capaz de provocar tanta tristeza en el hombre que ella quería tanto.

Aliccie tenía una pequeña noción de lo que significaba la muerte, aunque no la comprendía, Sus abuelos, principalmente su abuelito, también se entristecía cada vez que nombraba al tío Balti y la pequeña contemplaba esos ojos con esa expresión que la asustaba un poco y la hacía sentir muy triste. Más tarde comprendería en su totalidad lo que sentían su abuelo y su papá, cuando le tocara a ella pasar por ese doloroso trance.

El tiempo paso y llego la navidad y el cumpleaños de Aliccie, su mamá y sus tíos, decidieron hacer un viaje a modo de regalo y llevaron a las niñas a conocer el Mundo Mágico de los muggles, un gran centro recreativo ,donde desfilaban los personajes de los cuentos de hadas que tanto le gustaban a las pequeñas. Cynthia era más grande y se daba cuenta de que eran actores disfrazados, pero para Aliccie, que los contemplaba con los ojos grandes como platos, eran reales y estaban allí para su deleite.

Fue el regalo más maravilloso que pudieran darle, Aliccie había estado con las princesas de los cuentos, con los príncipes, los duendes y los magos.

Cynthia le discutía que eran personas con disfraces y Aliccie lloraba y golpeaba a su hermana por malvada. Ella creía en la realidad de esos seres maravillosos y era lo único que contaba

-No puedes llorar por eso- le decía Cecilia-

-Pero mamá-refutaba Aliccie, sabiendo que estaba en lo correcto.

-Solo son historias fantásticas -repetía su mamá- La magia no existe.

Aliccie, que estaba segura de que su mama, jamás le había dicho una mentira, ahora ponía en dudas su palabra. Y por primera vez declaro no creerle lo que decía.

Ella sospechaba que algo le ocultaban.

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Siete Años en Hogwarts.Where stories live. Discover now