Elfos:

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Aliccie tardaría mucho tiempo en olvidar el terrible susto que se llevó aquella madrugada.

Al día siguiente de su llegada a casa de los abuelos, se levantó cuando aún no había aclarado.

Cynthia dormía en la cama contigua y reinaba un absoluto silencio en toda la casa, su hermana y sus padres se habían quedado charlando hasta muy avanzada hora.

Recordó que se encontraba en la casa de sus abuelos, y como solía hacer en su casa de Norteamérica, se levanto y se dirigió a la cocina, porque tenía un poco de apetito y bastante sed.

Bajó las escaleras en puntillas para que no crujieran las tablas del piso y se detuvo hasta acostumbrarse a la penumbra. No había ninguna vela encendida pero, como era verano, amanecía temprano, así que ya entraba un poco de luz natural por los ventanales de la sala.

Se enfiló hacia la cocina donde una luz se adivinada por debajo de la puerta y entró

Y entonces los vio

Los gritos se escucharon en toda la casa. Cecilia, se despertó de inmediato y prestó atención. No había duda, la que gritaba era Aliccie. Se incorporó y saltó de la cama tratando de adivinar de donde venían los gritos. Pero para entonces, Rose y Wladimir, un poco descompensado, se encontraban fuera de su habitación. También la habían escuchado.

-¡Viene de abajo!-exclamó Eleazhar, que ya había despertado, al igual que la hija mayor- seguramente bajó a la cocina y los encontró-.

Bajaron las escaleras a toda prisa. Eleazhar, sus padres y Cynthia, ya suponían lo que había pasado, solo Cecilia estaba verdaderamente angustiada.

Cuando entraron en la cocina, comprobaron que sus sospechas eran ciertas. Allí, parados alrededor de la estufa y la mesa de diario, había dos hombrecitos, o al menos uno de ellos parecía serlo ya que el otro llevaba puesto una especie de vestido y delantal de cocina.

Su aspecto era desagradable, tenían su cara deforme, muy fea y eran de baja estatura. Ambos miraban con semblante atemorizado hacia los dueños de la casa

Aliccie, petrificada, con ambas manos cubriéndose la boca, los miraba con verdadero terror, pero incapaz de hacer un solo movimiento.

Cecilia se paralizó también al verlos, pero dado que ninguno de los adultos, ni siquiera su hija mayor, parecía sentir miedo hacia esos seres. Se limitó a acercarse a su hija menor y a abrazarla.

Cuando Eleazhar entró en el recinto, uno de los asustados hombrecitos. Cambió la expresión de temor y lo miró con sus ojitos redondos y saltones.

-¡Amo Eleazhar!- exclamo con alegría -Mylus está muy feliz de verlo nuevamente. Mylus recordaba siempre al señorito Eli y se preguntaba si alguna vez lo volvería a ver-.

-¿Señorito?- preguntó Cecilia, entre sorprendida y divertida. Ya conocía las costumbres protocolares de los ingleses, pero eso le parecía demasiado.

- ¿Cuántas veces te dije que no me llames así?- respondió Eleazhar mientras se acercaba al hombrecito-¡Dame un abrazo querido amigo!- exclamó extendiendo sus brazos y estrechándolo con afecto. La criatura le correspondió tímidamente.

Entonces se acercó al otro hombrecito, que en realidad era una hembra.

-Dame un abrazo tú también Alina- Aunque esta no dijo ninguna palabra, también correspondió cariñosamente el abrazo.

Aliccie, al ver la reacción de los demás y sobre todo la de su padre, dejó de temblar y se calmó. Entonces habló su abuela.

-Aliccie, Cecilia -dijo con tono ceremonial- les presento a nuestros elfos domésticos, Mylus y Alina - y agregó- Ellos son nuestros sirvientes-.

-¿Elfos?- preguntó Cecilia. Parecía que su esposo había omitido un pequeño detalle al hablarle de su mundo.

-Así es mami- respondió Cynthia, que miraba divertida toda la escena- Ellos son la versión mágica de Louis-

Al menos ella había conocido a los pequeños sirvientes en presencia de sus abuelos. Así que el impacto no había sido tan grande. Y podía tomarse la libertad de bromear al respecto.

Aliccie los miraba con recelo. Nunca en toda su corta vida se había asustado con nada, su mamá jamás había aceptado la idea de que se debía infundir miedo a un chico para obligarlo a portarse bien. Pero esos dos elfos, habían conseguido espantarla de verdad.

No tengas miedo hija- Eleazhar trataba de animarla a cercarse a ellos, o al menos a que pudiera mirarlos sin temor- Mylus y Alina han estado en la familia desde que yo recuerdo. Son muy buenos, y están a tu disposición también-culminó.

Los elfos miraban a la chiquilla con ojos suplicantes, tratando de conseguir su aprobación. Pero ella se mostraba reticente y Cecilia se conmovió al ver que, aunque no tuvieran un aspecto agradable, se mostraban solícitos y sobre todo, muy humildes y que deseaban realmente la aceptación de su hija menor.

Con toda paciencia, el abuelo le explicó a la desconfiada Aliccie, que aquellos elfos pertenecían a la familia desde hacía muchísimos años. Si bien solo Mylus había pertenecido a la familia Zadi. La elfina Alina, había servido a los Bjor, la familia de Rosamelda.

También le explico que los elfos, no habían aparecido el día anterior porque durante el día solían recibir visitas, socios y amigos de Wladimir, en sus negocios muggles y también el médico muggle que lo estaba atendiendo.

Así que los elfos trabajaban de noche, mientras la familia dormía.

Hacían toda la limpieza, cuidaban los jardines, y preparaban los alimentos para todo el día. De hecho, un olor realmente delicioso emanaba de la estufa y se esparcía por todo el lugar.

Aliccie concluyó entonces, que lo que la había despertado era precisamente, el olor de la comida.

Eso sí, su prima le explicó que solo las familias muy adineradas tenían elfos como sirvientes y que estos acudían al llamado de sus amos dondequiera que éstos se encontraban, aún a grandes distancias. Y de ese modo, Aliccie aprendió algo nuevo sobre la vida de los magos. Y supo también que sus abuelos eran personas ricas.

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Siete Años en Hogwarts.Where stories live. Discover now