Siete Años en Hogwarts.

Una disculpa

—La voy a extrañar mucho. Era una gran amiga — lamentaba Genevive Feldom. Su compañera de casa, Eliana Anderson había abandonado Hogwarts el año anterior, al finalizar segundo año.

—Pero imagino que le escribirás— la consolaba Aliccie, sentada frente a ella en el vagón donde viajaban los alumnos de Hufflepuff—.Yo lo he hecho todos estos años, con mis amigas muggles de Norteamérica.

Eliana, hija de un empresario inglés y de una ex modelo puertorriqueña, había sido elegida como buscadora para el equipo de quidditch de Hufflepuff, gracias a sus grandes habilidades para volar. Y eso había provocado que el año anterior, su casa ganara la Copa de Quidditch, además de la Copa de las Casas. Pero ahora, sus padres se habían visto forzados a dejar el país por tiempo indeterminado, instalándose en Norteamérica, y la muchacha debía abandonar Hogwarts.

En una conversación en ese mismo tren, al finalizar el año escolar, la chica de origen latino le había contado a Aliccie, que en su nuevo lugar de residencia asistiría a una escuela de magia llamada Instituto de las Brujas de Salem.(*). La noticia sorprendió a Aliccie, pues viviendo en su país de origen, jamás se había enterado de que existieran otras escuelas de magia.

De hecho, no se había enterado de su origen mágico hasta que había cumplido cuatro años y medio, precisamente cuando Albus Dumbledore se había aparecido en su casa de Pasadena, mucho tiempo atrás.

—Además, tampoco tendré con quién practicar mi español—bromeaba Genevive, que era de sangre mestiza, hija de un mago proveniente de una familia de sangre pura, que había sido desheredado y expulsado de su casa al contraer matrimonio con una artista muggle

—Yo practicaré contigo, cuando quieras— dijo Aliccie, hablando en correcto español. Haciendo que la melancólica Genevive sonriera, al igual que la joven que viajaba sentada a su lado.

Aliccie sabía lo que era extrañar a un amigo. En el compartimento donde viajaba junto a sus compañeros, se echaba de menos a Chuck : sus comentario divertidos, y a veces un poco ácidos; su gato negro Felicity, la mascota que lo acompañaba siempre desde primero; y sobre todo, su voz perfectamente afinada, entonando las canciones que escuchaba en su estéreo personal.

Chuck (Charles Edward Staunton Bones, tal su nombre completo), que era hijo de padre muggle y madre hechicera, había regresado junto a su familia luego de unas divertidas vacaciones en la isla de Ibiza, a mediados de agosto. Pero al descender del avión en Heathrow, sus padres descubrieron que el chico tenía fiebre altísima. Asustados, lo llevaron a San Mungo, por insistencia de Rosaly, su madre, en donde los sanadores le habían informado que padecía una severa gripe muggle (curiosamente la misma enfermedad que había afectado a Thomas Feldom el año anterior).

Por insistencia de Chuck, y valiéndose del teléfono, Rosaly se comunicó de inmediato con Harry y con Aliccie. Y esta, por medio de Balti, hizo llegar las malas noticias a Valery y a Marie Anne. Los jóvenes solicitaron visitarlo, pero su petición fue negada; porque según los sanadores del hospital para magos, aquella enfermedad podría ser altamente contagiosa. De modo que se habían conformado con llamarlo por medio del aparato muggle, y enviarle lechuzas con mensajes de ánimo, esperando poder verlo el día 1 de septiembre en la estación Kings Cross.

Aquello no fue posible lamentablemente, aunque Chuck se encontraba casi restablecido. Debía permanecer en reposo algunos días más; por lo que los alcanzaría en la segunda semana de clases, esperando no retrasarse mucho con las nuevas asignaturas.

Durante las primeras horas del viaje en tren, los hermanos Spencer, Valery, Marie Anne y Aliccie no había hecho otra cosa que hablar de su infortunado amigo: de lo curioso que resultaba que hubiera enfermado al bajar del avión, tal y como había ocurrido con el prometido de Marie Anne el año anterior, y de lo triste que había sonado en el teléfono, al anunciarles que no haría el viaje con ellos.