La cenicienta de Pasadena y el príncipe de Cokeworth, segunda parte.

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Luego de dos semanas de entrenamiento, el examen teórico y el práctico, Aliccie obtuvo por fin, su permiso de conducir. Y aunque tendría que esperar hasta cumplir diecisiete años para obtener su registro oficial y que le permitiera salir del país en automóvil, sentía que eso era un gran logro.

Casi tanto como el día en que al fin pudo volar.

—Es irónico que algo que podía resultar riesgoso, no precise de una edad mínima para aprenderlo— manifestó a su madre, al salir del ayuntamiento muggle, viendo con gesto insatisfactorio la fotografía que acompañaba su licencia.

—Tengo entendido que en Hogwarts, no les está permitido tener escobas, hasta que cursan el segundo año—contradijo Cecilia— Eso es de alguna forma, un indicio de que si existe una edad mínima. Doce años, si no me equivoco.

—Pues, estoy a punto de creer que si te equivocas— tercio Aliccie—Ya ves como Harry Potter, logró convertirse en buscador con apenas once y cursando primer año. Eso de alguna forma, sienta un nuevo precedente.

—Como sea, cariño— indicó su madre, cediendo su lugar al volante del Mercedes Benz, cuando llegaron por fin al aparcamiento— .Aun cuando creas que conducir un vehículo terrestre es más fácil que volar, no es sino hasta los dieciséis años y medio, que los jóvenes alcanzar la estatura requerida para alcanzar el volante, los pedales y la altura del parabrisas, a un mismo tiempo. Eso sin contar la madures emocional.

El resto del mes de julio lo ocupó en hacer sus tareas, jugar con sus sobrinas y llevar flores al cementerio, por lo menos una vez a la semana.

Aun le parecía mentira que su abuela ya no estuviera en la casona, y por más que intentaba mantener su mente ocupada en sus libros y pergaminos durante el día, al llegar la noche resultaba inevitable que la nostalgia se apoderara de ella.

Mylus y Alina ya no se escondían de su vista, pues les había dejado en claro que su presencia no le molestaba en absoluto, ya que al fin había superado el temor que sentía desde que los había encontrado por primera vez en la cocina de la casona, la madrugada siguiente de su llegada a St Alban. Los ancianos elfos le mostraban su agradecimiento a cada instante, lo mismo que a Eleazhar y Cecilia, quien se había acostumbrado a su presencia desde un primer momento, aunque jamás solicitaba sus servicios.

Aliccie recibía casi a diario correspondencia de sus amigas y algunas veces llegaba una lechuza proveniente de Hamburgo, donde Chuck pasaba sus vacaciones, recorriendo las calles de la Alemania unificada, y las ciudades que lo habían visto creer.

Los hermanos Spencer se encontraban en Oporto, visitando a su familia materna, y habían coincidido con Marie Anne un fin de semana, paseando por la zona costera de esa ciudad.

Aliccie sentía verdadera envidia de no poder estar con ellos. Era un lugar totalmente muggle, por lo que no tenían ninguna posibilidad de usar la red flu. Pero Williams la tranquilizó recordándole que al año siguiente viajarían a Norteamérica para concurrir al mundial de futbol muggle, y que esperaban contar con ella como guía de turismo.

—Papá dice que la final del mundial se jugará en Pasadena —le anunció, una tarde en que hablaron por teléfono —Así que estarás obligada a llevarnos a recorrer tu país.

—Sí, claro —ironizó —.¡Recuerdo perfectamente cada lugar de California... como cualquier criatura de ocho años!



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Siete Años en Hogwarts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora