4. ¿Aracnofobia? ¿Dónde estás, Ino-cerda?

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5 minutos atrás...

Era la tercera vez que Kakashi tocaba el timbre de la casa de Sakura y nadie contestaba. A la Hokage le urgía verlos y después de sus últimas conversaciones, no se podía permitir llegar "elegantemente tarde", como a él le gustaba llamarle.

El Jōnin suspiró y metió las manos en los bolsillos. Esa mañana lo habían convocado bien temprano por causa de un asunto urgente ¡encima escoltado para que no tuviera excusa! Se trataba de un secuestro y Sakura y él estarían encargados de investigarlo, de modo que no era un día muy conveniente para que la chica decidiera no salir de casa. Porque si de algo estaba seguro, es que ella estaba en casa; después de todo, aun ahí, en medio de la calle, su presencia se le hacía tan fuerte que le picaba la nariz- ¿Será que aún duerme? -Se preguntó. No sería raro, su alumna algunas veces podía llegar a ser tan perezosa como él, especialmente los sábados.

Dando un par de pasos hacia atrás, admiró su balcón. Las cortinas de la puerta corrediza ondeaban al viento y le invitaban a entrar. Kakashi se encogió de hombros.

Era verdad que ella podía llegar a ser perezosa, pero nunca impuntual, menos irresponsable y ese día, si no la habían mandado a buscar a su casa como a él, era porque ya tenía una cita pautada para las siete y media con la Hokage, con quien cada tanto sostenía una especie de entrenamiento especial, si mal no había oído de la boca de Shizune mientras la esperaban. Y cuando se hicieron las ocho y la chica nunca apareció, sucedió lo más lógico: Tsunade, iracunda, descargó su frustración sobre el Ninja Copia, echándole la culpa del retraso de su alumna sin ningún descaro ni inhibición, porque, según sus propias palabras, no sabía cómo, pero apostaría su día libre a que él tenía algo que ver. Entonces lo mandó a buscarla y ahí estaba, debatiéndose si irrumpir o no en su propiedad privada.

-Quizás está enferma -¡Qué demonios! bien sabía que no sería la primera ni la última vez, así que tras un salto se encontró cruzando ya el balcón, sin ninguna dificultad o remordimiento.

Al asomarse por la puerta abierta, lo primero que notó fue que Sakura no estaba en su cama, la cual era un desastre por cierto, y de inmediato paseó su mirada inquieta por la habitación-¿Sakura? -Nadie respondió. Sin embargo, después de otro momento de escrutinio, el semblante analítico se suavizó al reparar en la decoración. Aparentemente, no importaba cuántos años cumpliera su alumna, su habitación seguía siendo el típico paraíso de animales de felpa, paredes rosadas y rodapiés blancos, que él recordaba. Sonrió.

Lo único que parecía fuera de lugar eran aquellos Kunai en el piso junto a los desparramados restos de lo que parecía haber sido alguna vez un reloj despertador. Entonces se tensó.

-Sakura. -Con la urgencia oscureciéndole la voz, llamó otra vez y sólo para advertirle, porque, ahora que avanzaba decidido por la habitación, con la preocupación de que le hubiera pasado algo a flor de piel, se había dispuesto a revolver la casa hasta encontrarla, estuviese ella dispuesta o no. Fue justo en ese momento cuando un grito le hizo temblar. Su cuerpo agitado se movió solo, como un rayo, abriendo sin pensar la siguiente puerta a su izquierda.

Lo primero que lo golpeó, fue una nube de caliente vapor; lo segundo, la urgencia de identificar y destruir la fuente del peligro, mientras que lo tercero...

Probablemente fue un derrame nasal.

-¿Sa...Sakura?

OoOoOoOoOoOoOoOoO

Ahora...

Sakura, completamente desnuda y espantada al notar la inexplicable presencia del hombre en su baño, dio un salto hacia atrás, resbalándose con la cerámica húmeda y empañada. Rápidamente, intentó sostenerse de cualquier cosa que estuviese lo suficientemente cercana para evitar su caída, en este caso, resultando eso ser una nefasta toalla cuyo endeble asidero terminó rompiéndose ante su peso ¡sin siquiera dar batalla! y ocasionando, inevitablemente, que se cayera con todo y toallero.

Su Más Bella SonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora