7. Malentendidos

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Esa mañana, al despertar, Sakura se sintió profundamente renovada, pero lo atribuyó al tremendo esfuerzo realizado durante el entrenamiento del día anterior. Sonreía feliz, sentía las sábanas pegadas al cuerpo así como unas inmensas ganas de no salir de la cama jamás

—¿Cama? —Pensó confundida, volteándose rápidamente para salir de esa suave prisión, sólo para terminar cayendo dolorosamente en el suelo.

De inmediato se quitó la tela de encima y descubrió que aún tenía puesta la misma ropa de ayer, con excepción, claro, de su cinturón, hitai ate, sandalias y— ¿Dónde está el chaleco de...? ¡Oh, Kami-sama! —exclamó, recordando todo de pronto.

La vergüenza se acumuló en sus mejillas mientras, de un salto, se disponía a corretear por toda la habitación juntando ropa, cepillo de dientes, peine... Ya sería tardísimo seguro y todavía necesitaba reunirse con Kakashi, discutir el nuevo curso de la misión y revisar a Ino. ¿Cómo pudo haberse quedado tanto tiempo dormida? Se regañó a lo que se adentraba en el baño, y entonces:

Entonces recordó el calor de unos brazos y la paz de una respiración acompasada.

Entonces volvió a sentir aquel profundo sentimiento de gratitud y felicidad fundirse hasta no caber en su pecho.

Entonces resintió en los labios el roce con la tela de una máscara negra.

Y todo cuanto tenía en las manos se le cayó al suelo.

―¡¿Acaso..., acaso le he... besado?!

Pobre Sakura, no tenía idea de cómo iba a mirar a su sensei a la cara ahora.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

―Y bien Ino, ¿tú que vas a pedir?

―Lo que pida Kakashi para mí, estará bien.

Kakashi resopló por tercera vez desde que Oshinaro, Ino y él habían tomado asiento en el restaurante de la posada― Lo mismo que yo, si es tan amable ―indicó a la mesera antes de abrir su libro y empezar a buscar el punto donde se había quedado―. Está bien, Ino ―dijo de pronto sin mirarla―, ya estamos sentados, ¿te importaría soltarme el brazo?

Ella obedeció, pero su delgado cuerpo malogrado no se alejó ni un centímetro.

Y Kakashi volvió a resoplar.

Era una banca espaciosa, no entendía por qué tenía que sentarse tan cerca.

Pasó una página― También puedes dejar de mirarme, no voy a desaparecer.

―¿Te incomodo?

―Sí ―A decir verdad nunca había tenido especial simpatía por ella y, ahora que estaba actuando más extraña que nunca, aquella posibilidad lucía todavía más remota. Toda su desgracia comenzó en el momento que la chica, contra todo pronóstico médico, despertara llorando durante la madrugada en medio de su habitación. Aunque no entendió exactamente por qué lloraba, Kakashi intentó consolar su llanto educadamente pero, aparentemente, la poca empatía que a veces se obligaba a sentir por otras personas, había sido... sí, exactamente eso: demasiado poca. En lugar de serenarse, la chica terminó aferrada al cuello de su camiseta, hundida totalmente en una especie de crisis de histeria, al verse incapaz de recordar con claridad nada de lo que le había sucedido, y totalmente sorda a los llamados de calma del Jōnin. Insistirle en que se concentrara en recordar, aunque fuera sólo la forma cómo había dado con Sakura, desencadenó el infierno en aquella habitación―. Mucho ―completó y ella no dijo nada, pero tampoco se movió.

Su Más Bella SonrisaWhere stories live. Discover now