• Ocho •

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Alex.

Me froto la cara con ambas manos y suspiro mirando el calendario: Nueve días y saldría de este lugar para darme el resto del verano que necesito. Nueve días y todo habrá terminado. Llevaba días repitiendo lo mismo cada que tenía que levantarme de la cama.

Me levanto y estiro un poco mis músculos, al principio me duelen, puesto que ayer, (inteligentemente) me ofrecí voluntaria para llenar una hora libre que tenía antes de mi clase de arte, lo que no sabía es que la clase era para niños de cinco años.

Camino al baño y me lavo la cara puesto que estaba tan adormilada que apenas distingo hacia donde me dirijo, sin embargo el hambre me llama y me impulsa al deseo cambiarme y salir de la cabaña. Cuando estaba terminando de vestirme encuentro la sudadera de James dentro de mi cajón, la miro unos segundos con una mueca mientras paso mis dedos por la tela de algodón. Luego reacciono, me encojo de hombros y la entierro en un montón de ropa.

Me pongo una sudadera verde del campamento y salgo de la cabaña medio andando medio trotando rumbo al comedor. La mañana está helada, pero trato de hacer el menor caso posible, puesto que mi hambre predominaba a mis otros sentidos; cuando llego al comedor está completamente vacío, sin embargo las personas que preparan el desayuno apenas comenzaban a llenar las bandejas, pero eso no me impidió tomar un vaso de jugo, una caja de leche, un sándwich y algo de fruta.

Me siento en una esquina, donde se puede ver perfectamente al lago; le doy una mordida a mi sándwich y un trago a mi jugo. Con forme va pasando el tiempo iba agotando mi comida y cuando por fin termino de comer, dejo mi bandeja junto a las demás. Sin mucho entusiasmo.

Salgo del comedor al tiempo que los niños comienzan a llegar, como era sábado y la temperatura es demasiado fría habían decidido cancelar las actividades que demandan agua y excursiones y estas comenzarían a partir de las dos y terminarían a las cinco.

Cuando recibí esa noticia la noche anterior, pues ya llevaba un par de días haciendo este frio infernal, me dio tanto gusto no tener que encontrarme con nadie más que no fuera conmigo misma que no dije ni pío. Regreso a la cabaña lo más rápido que puedo, porque además de estarme congelando, no quiero que Jeremy o Barbara me vayan a encontrar y me pidan cosas como revisar que los niños estén bien o da una vuelta al campamento para asegurarte de que todos están dentro, tienen mantas, ese tipo de cosas.

Entro a la cabaña y me encuentro con Thomas, él aún no me habla y yo tampoco pienso hacerlo. En todo caso él debe disculparse por lo que hace, a final de cuentas él trajo a Kate a sabiendas de mi relación hacia ella.

Cuando estoy por tocar la perilla de mi puerta escucho un gritito agudo que hace que me sobresalte, me llevó la mano al pecho y doy una fuerte aspiración, maldita sea, la piel se me ha puesto de gallina y rápidamente escudriño la estancia con la mirada en busca de la propietaria de la voz.

–¿Cómo puedes decirme eso? – la voz chillona de Kaitlyn no deja de gritar, pero debo decir que suena bastante molesta con la situación en curso, la pregunta hace que James (a sabiendas de que es él, me planteo descubrir mi oreja y curiosear un rato) lo hace estallar en carcajadas. Estás puertas deberían ser más gruesas, pienso por un momento.

–¿Piensas que eres la única chica en el desierto? – suelta otra carcajada – Kate, eres libre de irte con quien quieras, ni siquiera sé porque estas molesta – y vaya que disfruta su libertad. Suelta otro grito de desesperación y abre la puerta de golpe, sale a la sala común y me mira de arriba abajo.

–¿Tú que miras? – intento no tomarme personal su comentario, por lo que solo la miro con las cejas arqueadas; esta se da media vuelta y sale al terrible frio, esa chica debe tener un calentador integrado en su minúsculo uniforme de "conserva vidas"

Con todo y tu orgullo®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora