4:26 pm {Brenner}

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— ¿Quieres que sigamos con las estúpidas preguntas? —pregunté un poco impresionado por haber hablado en un tono suave.

Amy se separó de mí y sonrió.

—Claro, soy más curiosa que un gato.

—La curiosidad mató al gato—le recordé.

Ella rodó los ojos.

¿Cómo demonios serían nuestras citas? De seguro cuando yo sugiriera un restaurante fino ella diría que quiere hacer paracaidismo. Yo diría cine y ella participar en un rodeo.

—Bien, tengo una pregunta súper importante.

Ella y sus preguntas. De verdad era muy curiosa.

—Solo dilo.

— ¿Eres feliz?

Esa pregunta me golpeó. Y me volvió a golpear. ¿Era feliz?

Tenía dinero, tenía éxito, tenía una gran casa de casi un millón de dólares, tenía un auto último modelo, era guapo...

Pero no era para nada feliz.

Era claustrofóbico, no podía estar en una habitación pequeña por mucho tiempo, no podía tener una conversación normal con una persona sin insultarla o ser grosero, no podía relacionarme con otras personas de manera adecuada, me sentía solo mientras miraba sosas películas dramáticas sin ningún sentido.

Estaba totalmente vacío.

— ¿Tú que crees? —pregunté de vuelta.

Pensé que me iba a mirar con lástima. Como si fuera un pequeño cachorro dejado a la intemperie. Enfrentando totalmente solo la lluvia y el frío. Pero no lo hizo. Me miró de forma comprensiva. Como si entendiera lo que estaba pasando. Lo dudaba.

—Nadie es completamente feliz Brenner—dijo, pero esta vez sin una sonrisa—. Créeme, te entiendo.

Negué—. Amy, eres la persona más feliz que he visto en mi vida, te la pasas riendo, haciendo reír a la gente, siendo una loca maniaca y comiendo ¿Acaso eso no es felicidad?

—No confíes en las sonrisas de la gente Brenner, pueden ocultar cosas.

Fruncí el ceño

—¿Entonces no eres feliz?

Ella esbozó una pequeña sonrisa triste. Por un segundo se había vuelto una total desconocida. Ya no era ese rayito de sol que me había salvado de hiperventilarme. No era esa chica de las historias locas. No era esa perfecta y brillante que hacía reír a todo el mundo.

Ese fue el momento en el que me di cuenta de que era humana. Y que yo también lo era. De que ninguno de los dos éramos perfectos. Éramos perfectamente imperfectos. Y tal vez esa era la belleza de la vida. Cometer errores y aprender de ellos.

—Amy, tengo que decirte algo muy importante.

Ella levantó la mirada. No pude evitar derretirme ante sus atentos, dulces y brillantes ojos cafés. ¿Quién no lo haría? Era algo imposible de evitar.

— ¿Sí?

Tomé sus manos entre las mías y las enlacé.

—Detesto estar atrapado en un elevador, esto quedará marcado como uno de los eventos más traumáticos de mi vida, pero...

—-¿Pero...?

—Al mismo tiempo agradezco haberme quedado encerrado, porque de no haberlo hecho, nunca nos habríamos conocido tanto y no sabría de lo que me estaría perdiendo, seguiría rondando en la soledad y sé que esto tal vez suene como un montón de palabras sin sentido, que tal vez sea muy pronto y que tal vez sea imposible...

Esbozó una sonrisa y sus ojos seguían observándome con gran expectación.

— ¿Pero...?

—Yo...

No pude terminar la frase.

El elevador volvió a desplomarse. 


El ElevadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora