Nunca fui tus versos preferidos.
Sólo fui la última gota de tinta.
El último sollozo de la pluma
sobre tu papel.
Nunca fui el carmín que cubrió tu mejilla,
sólo el abrazo rápido y la mano agitada.
Nunca fui la chica de tus poemas,
tan sólo aquella que los leía.
Tú eras la estrella en la que me miraba,
pero tú te reflejabas en la Luna.
Fuiste mi musa,
la autora de mi tristeza.
Fuiste el humo de mi cigarro
y la sangre de mi cuchillo.
Fuiste mi primera palabra
y mis últimos versos.
Fuiste mis noches en vela y mis ojeras.
Fuiste la protagonista de mis palabras
y la autora de mi dolor.
Y ahora estás ausente.
Solo eres el humo de la hoguera
y los añicos de un poema destrozado.
Te fuiste diciendo que volverías.
Pero ya no estás.
Y yo no iré en tu busca.
Eres sólo un efímero recuerdo en mi memoria,
aunque aún avives la llama de mi tristeza.
Pero,
¿adónde fuiste?,
¿te perdiste en la mente
de otro desesperado poeta?,
¿volviste a pintar amaneceres?,
¿rozaste la locura?,
¿llegaste a sentirme?
