Parte II

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Al poeta se le acaba la tinta
el día que deja de sentir.
Y yo últimamente escribo versos
con tinta invisible,
haciendo como que
esa llama de emoción
prende mi pecho,
haciendo como que tú no te la llevaste;
echando de menos la comodidad
en la tristeza.
La impotencia que causa
un latido absurdo.
Que más que mariposas,
son balas lo que vuela
en mi estómago.
Un sueño sin una sola flor
pero repleto de pétalos derramados
que se mezclan con mi sangre.
Una escalera hacia al cielo
que no nos lleva más que a la muerte.
Un baño de estrellas
en las constelaciones
de tus ojos.
Un baño de lágrimas
en el océano
de mi mirada.
Los cristales de mi interior
cuando me rompo.
Y los pequeños hilos
sujetos a mi inexistente cordura,
intentan arreglarme.
Una canción triste
entre mis labios,
que se hace sollozo.
Un último verso
para un poema suicida.
Un undécimo piso
para la chica de la habitación once
que solo quiere saltar.
Un mar de nubes a sus pies.
Una máscara
para que luzcas tu hipocresía
en la pista de baile
que es tu vida.
Fingiendo ser algo
y no alguien.
Un último adiós
en las vías.
El último capítulo.
El primer saludo.
Todo es un cierre,
todo lo que empieza
cierra algo.
Tú eres eterno
y apenas consigues cerrar
mis heridas.
Yo soy mi propio Dios
y me agradezco lo poco dado.
Un grito interno
es el mayor 'te quiero'
jamás pronunciado.
Una sonrisa rápida
es la mayor petición de ayuda
jamás vista.
Pero estamos todos ciegos,
cegados por el mal.
Y vemos solo la fachada
que creemos
que nos representa.
Leemos un libro
con tan solo ver su portada.
Y luego exigimos
que presten atención
a las palabras grabadas
en nuestros labios.
Somos seres odiosos,
poetas sin tinta.
Somos los puñales
en la espalda.
Somos un catastrófico poema
que no tiene sentido
ni final.
Y

Melancolía.Where stories live. Discover now