Sé que te fuiste con aquellos que aúllan a las estrellas.
Que perdiste el sur en poemas desacompasados.
Que gritabas en desiertos de lágrimas secas al amanecer.
Que caminaste sin rumbo por bosques, mares, planetas... invisibles.
Sé que dejaste una oscuridad cada vez más profunda en mi interior.
Que aún hoy la distancia entre nosotros es exagerada.
Que rompimos los hilos de un principio eufórico.
Que el Sol te pareció mejor que la Luna...
Que te sigo pensando, con media cara oculta.
Siempre serás el alma azul y triste de mis poemas.
Esa luz que surge de la nada en el inmenso de la oscuridad.
Esa sonrisa inesperada.
Pero de nada sirve mover mi frágil muñeca,
a punto de desmayarme,
para que no leas mis poemas nunca.
Los únicos versos que te dedicaré
serán la bonita despedida
en mi epitafio.
