La espalda del Samurai

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Hacer maletas. Deshacer maletas. Aeropuertos. Hoteles. Circuitos. En eso se resumía mi vida hacía casi ya dos meses.
Llegamos a Malasia de madrugada. Estaba deseando llegar al hotel y poder descansar. No hacía nada de frío pero el ambiente era demasiado húmedo.

El fin de semana transcurrió muy tranquilo en lo que a Fernando y a mí se refiere. Él estaba completamente concentrado en su trabajo y todo lo que hablábamos tenía relación con éste. Además Jorge y yo estuvimos un poco más ocupados de lo normal ya que Blanca no nos acompañó en este viaje. Eso nos costó terminar más tarde de lo normal y llegar al hotel a las tantas. Así que ese finde podría resumirse en circuito-hotel, hotel-circuito.

La carrera no fue muy bien para Ferrari, aunque un cuarto puesto de Fernando no estaba nada mal. Se notaba claramente como Mercedes empezaba a dominar.

Mientras los pilotos atendían a la prensa me dirigí al hospitality a organizar y preparar el trabajo de la siguiente carrera.
Me encontraba sumergida en el ordenador cuando se abrió la puerta.
- ¡Hola! - dijo Fernando. Se le veía cansado, pero aún así me parecía irresistible.
- Hola... -dije tímidamente. Era la primera vez que estábamos sólos desde lo ocurrido en Australia. Pensé que quizás aprovecharía para sacarme el tema, pero no fue así. Se tumbó en la camilla y empezó a ojear el móvil. Yo seguí con mi trabajo.

Estuvimos unos veinte minutos en esa situación. Lo escuchaba de teclear y de reírse de vez en cuando.
- ¿Dónde estará metido Fabio? Cuando más lo necesito no aparece.... - Creo que hablaba para sí mismo, pero me vi en la obligación de responderle.
- Fabio se marchó hace rato... Perdóname, no te había dicho nada porque no sabía que lo estabas esperando. Según me dijo no se encontraba muy bien.
- Joder.... - suspiró y se sentó en la camilla.
- ¿Qué necesitas?
- Pues quería que me diera un masaje en el cuello, hoy parece que lo tengo más cargado que nunca -dijo mientras se frotaba la nuca.
- Oh... pues... ¿Quieres que llame a Mark? - intenté darle una solución.
- ¿El fisio de Kimmi? Para nada... prefiero aguantar el dolor...
- No sé, pensé que sería buena idea. Sólo quería ayudarte...
Se hizo un silencio entre nosotros.
- Quizás si puedas ayudarme.... - se le escapó una risilla que no pintaba muy bien. Lo miré extrañada.
- ¿Yo? ¿Cómo? - no sé por qué, pero empecé a ponerme nerviosa.
- ¿ Por qué no me lo das tú?
- ¿El masaje? ¿Yo? Ni que fuera fisio... además no creo que eso entre en mis tareas de becaria... - ahora sí que estaba nerviosa.
- No... ya sé que no eres fisio - dijo en tono burlón- simplemente échame la crema en el cuello. No es el mismo resultado que con un masaje pero algo me aliviará.
Dudé... ¡Dudé y mucho! No sabía como iba acabar esto... Tan sólo sería echarle la crema y punto. Nada más... De repente me acordé de su dedo recorriendo mi espalda... ¡Dios! ¡Ahora no Diana! "Déjate llevar" las palabras de Jorge revoloteaban por mi cabeza una y otra vez.

- ¿Entonces...? - dijo tendiéndome la crema.
- Vale.... - tenía el corazón a mil.

Contemplé como se quitaba la camiseta. Observé su torso desnudo y sin ningún sólo vello. Se tumbó boca abajo en la camilla. Eché un poco de crema en mi mano y la masajeé con la otra para que no estuviera tan fría al contacto con su piel. Cuando mi mano tocó su espalda, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo... y creo que el suyo también, ya que noté como se estremeció. No pude evitar fijarme en su tatuaje...
- ¡Es impresionante! -dije mientra extendía la crema por sus hombros.
- ¿El qué?
- El tatuaje...
- ¡Ah! ¿te gusta? La verdad que estoy muy orgulloso de él.
- Entonces crees en la filosofía samurái, ¿no? - tenía la espalda dura, musculada, fuerte... y su cuello... ¡Uff! Necesitaba hablar de algo para evitar los pensamientos tan calientes que estaba provocando mi mente.
- Por supuesto. Los samuráis son disciplinados, perseverantes, leales, valientes... todas son cualidades que sigo a rajatabla y las aplico a mi día a día . De esta forma podré ser el mejor en lo mío. Los samuráis lo son desde que nacen hasta que mueren, llevan una vida... -sinceramente dejé de escucharlo. No podía concentrarme en sus palabras, sólo me interesaba su espalda y su cuello. El contacto de mis manos con su piel. Mi imaginación comenzaba a volar...
- ¡Diana! Lo que me duele es el cuello.... - Dijo riéndose. Sin darme cuenta mis manos habían recorrido toda su espalda y me encontraba ya en la parte más baja...
- ¡Oh! Si... ya.... era para terminar de extender la crema. - no sabía que decir... ¡Que vergüenza!- pues esto ya está. -dije apartándome rápidamente.
- ¿Ya? ¿Tan pronto? - se incorporó y se sentó en la camilla aún con el torso desnudo.

Le tendí una toalla para que se quitase el resto de crema del cuello. La cogió de un extremo y tiró fuertemente de ella, arrastrándome hasta ponerme entre sus piernas. Mis brazos quedaron entre su pecho y el mío. Sus brazos rodeaban mi cintura. Sentía como las palpitaciones de mi corazón se aceleraban cada vez más. Nuestras respiraciones se mezclaban. Y no se por qué motivo, me acerqué a su boca y le di un beso. Un beso rápido,corto y casto. ¡Dios mío! ¿Qué he hecho? Noté como se sorprendió... Realmente no se lo esperaba. Me quería morir de la vergüenza. Me sentía idiota, imbécil, estúpida... Sin embargo, Fernando cogió mis brazos y los puso alrededor de su cuello. Con sus manos me empujó aún más hacia él. Y muy suavemente unió sus labios a los míos. Sus besos eran dulces pero a la vez sensuales. Su barba me hacía sentir un cosquilleo que aún lo hacía más apetecible. Su lengua se abrió paso en mi boca y recorrió cada rincón hasta encontrarse con la mía.

Note que sonreía...
- Nunca había besado a una chica con brackets... -Dijo sin apenas separarse de mi boca.
- Ni yo a un piloto de Fórmula uno. -Dije en modo de respuesta.
- Siempre hay una primera vez para todo...

Sus besos se hicieron más húmedos e intensos. Con su boca bordeó mi cara hasta llegar a mi cuello. Me hizo estremecer de placer. Acariciaba su pelo... bueno más bien me agarraba a él. Sus manos bajaron hasta mi culo y lo agarró con fuerza...
- No sabes cuántas veces he imaginado esto...- gruñó en mi oído- te deseo tanto...

Sus palabras me encendieron aún más. Mi boca volvió a buscar la suya y sus manos empezaron a subir mi camiseta hasta sacarla de mi pantalón. Sin dejar de besarme, una de sus manos recorrió mi estómago hasta llegar a uno de mis pechos. Notaba como miles de sensaciones se agolpaban en mis zonas más íntimas. ¡Dios mio! ¿hasta donde íbamos a llegar? O mejor dicho, ¿hasta donde quería yo llegar? Me hacía gemir, no podía más. Mis manos bajaron por su pecho hasta la cintura de su pantalón. Necesitaba liberarlo y liberarme a mí. Su respiración se agitó aún más...

- ¡Fer! ¡Fer! - golpearon la puerta varias veces. - Soy Andrea, necesito hablar contigo urgente.
- ¡Mierda! ¡Joder! - dijo entre dientes. -No me lo puedo creer. ¡¡Otra vez no!!

Me aparte automáticamente de él con la respiración aún agitada. Me palpé la cara, estaba completamente caliente. Seguro que estaría enrojecida.

-¡Voy Andrea! ¡voy! - contestó a su ingeniero sin ganas. Se puso la camiseta a toda prisa.

Abrió y Andrea entró rápidamente con una documentación en la mano. Miró a Fernando y luego me miró a mí... estoy segura de que se percató de que algo pasaba entre nosotros. Comenzó a contarle a Fernando algo que no podía entender muy bien, ya que hablaba muy rápido en italiano debido al nerviosismo que traía. Por lo que pude coger, era referente al coche y a alguna modificación que querían hacer para la próxima carrera. También decía algo de la normativa... pero poco más. Fernando lo escuchaba, pero podía sentir como me seguía con la mirada.

Sin pensarlo, empecé a recoger mis cosas y meterlas en la mochila. Sentí que debía irme, sentí que debía huir de nuevo... las palabras de Jorge volvieron a mi mente... pero mi inseguridad era mayor y el miedo se apoderó de mí una vez más. Ni yo misma entendía lo que me pasaba... sólo sentía la necesidad de huir....

Apagué el ordenador y me abrí paso entre ambos.
- Buenas noches chicos. Nos vemos en Barein. - dije apresuradamente y sin levantar la vista del suelo. Pero alguien me tiró de la mochila y me impidió salir.
- Diana... ¿Dónde vas? - Fernando intento sonreír disimuladamente... pero en su mirada podía detectar cierto enfado... - Aún no hemos terminado lo que estábamos... haciendo. -y fijó sus ojos en los míos.

Vi como Andrea bajaba la cabeza y sonreía. No necesitaba más pistas para saber lo que ahí ocurría.
- No te preocupes, otro día lo terminamos. Tampoco era importante. - y me marché. No sé por que motivo dije eso. Ni siquiera sé por qué me marché. Podría haber esperado a que Andrea se fuera y terminar lo que empezamos en mi habitación del hotel. O ya puestos, allí mismo... pero no tenía valor.

No sé enfrentarme a mis sentimientos, en el fondo soy una cobarde enamorada de un samurai.

El corazón en Boxes (En edición)Where stories live. Discover now