Cuestión de madurez

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Diez días en casa... con mis padres, mi hermana y mi gata. No necesito más. No sabes lo importante que es la familia hasta que estás un tiempo sin verla. Me sentía a gusto... relajada y sin pensar en nada más. La verdad que lo necesitaba.

Estos días he aprovechado para dedicarme a mí: He ido a la pelu, de compras, he cambiado mi cuarto... En realidad hacía todo lo posible para despejar mi mente.

Fer y yo hablábamos por Whatsapp de vez en cuando. Intentábamos evitar hablar de nosotros, simplemente nos contábamos como había ido el día y que habíamos hecho. Él entrenaba a diario en el simulador y tenía reuniones practicamente todos los días. Apenas tenía tiempo. Eso sí, por la noche siempre me mandaba un mensaje deseándome "Buona notte, principessa". Lo echaba tanto de menos... Recuerdo su cara cuando le di el beso en el pasillo del hotel. No se lo esperaba... Se le quedó una cara de tonto... Y a mí se me coge un pellizco en el estómago cada vez que lo pienso... Por un momento me arrepentí de haberlo hecho. Pero es que cuando lo tengo cerca no puedo evitar las ganas de besarle. Y ese día me dejé llevar.

Los días pasaron y me encontraba de nuevo en el aeropuerto con Jorge. Esta vez nos íbamos a China. Uno de los circuitos favoritos de Fer. Un montón de horas de avión nos esperaban.
Pero ya estábamos acostumbrados y lo llevamos bien.

El hotel era precioso. Decorado con estilo oriental. La recepción estaba custodiada por dos Budas de piedra enormes. En el centro un precioso estanque lleno de carpas doradas. Las vistas desde mi habitación eran directas al circuito. Deshice mi maleta y decidí dar un paseo, ya que aún era temprano para la cena. Me puse algo cómodo: pitillos vaqueros, camisa de cuadros y mis zapatillas blancas. Llamé a Jorge a su habitación por si quería acompañarme, pero cuando Marco me respondió al teléfono, supe que no vendría. Tenía mejores planes...

El sitio era espectacular. Cada rincón del hotel era mágico. Pasé de nuevo por la recepción que estaba muy concurrida. Parece que nos hospedábamos varias escuderías: Williams, Lotus, RedBull... según las camisetas que llevaban algunos chicos.

Decidí sentarme en la cafetería del hotel y tomar algo. Así haría tiempo. Además aprovecharía la señal de WiFi para ojear un poco las redes sociales en el móvil. De repente alguien me interrumpió:

- ¿Te importa que me siente?

Era un chico alto, moreno, de ojos castaños y con una bonita sonrisa. Vestía normal: vaqueros y una camiseta negra. Así que no pude identificar a que equipo pertenecía.

- Sí, claro, siéntate... -No sabía muy bien que decir. La cafetería estaba prácticamente vacía, así que por falta de sitio no quiso sentarse conmigo.

- Perdona, no me he presentado. Soy Daniel Ricciardo. -me tendió su mano y una cálida sonrisa.

- Oh... el piloto de Red Bull. - Ya decía yo que me sonaba su cara...- Encantada, yo soy...

- Diana, eres nueva en Ferrari. -me interrumpió.

Pues sí que se había informado bien.

- La misma... - Que vergüenza me daba está situación. Como viene siendo normal en mí, me puse colorada enseguida.

- He intentado hablar contigo en varias ocasiones, pero siempre te he visto muy ocupada. - ¿será éste el piloto que dijo Fabio?

- La verdad que no paramos, pero estoy muy contenta. Una oportunidad así no se da todos los días.

- Lo malo que te toca siempre ir detrás del enano... - comenzó a reírse.

¿El enano? Supongo que se refería a Fer...

- Pues si Fer es un enano... ¿yo qué soy? Que casi me saca una cabeza...

- Tu... una pitufa... - dijo sacándome la lengua. Los dos nos reímos.

El corazón en Boxes (En edición)Where stories live. Discover now