Capítulo 10: Conocí a una chica

1.7K 170 27
                                    

Cerré el libro de nuevo y me dediqué a pasar el dedo por el montón de páginas. Sabía lo que venía y dolía de una forma que me hacía cerrar los ojos, pero al mismo tiempo añorar todo eso: sufrir esa pena, ese dolor agridulce y juvenil. Suspiré y tomé con fuerza mi corbata azul. Odiaba las corbatas. Odiaba todo eso que me hiciera sentir viejo. Deseé, por lo menos por un instante, verme en aquel flacucho cuerpo que solo vestía playeras de grupos de rock.

"Conocí a una chica", pensé. 

Recordé las palabras y me mordí la lengua. Giré el rostro en ambas direcciones, desesperado por encontrar una pista que me llevara a lo que un día fui. Quise que la música sonara, que el aire frío quemara mi piel y haber hecho las cosas diferentes. Me pregunté cuán distinto pudo ser todo si tan solo hubiera cambiado un solo paso de aquel recorrido. 

Ni siquiera tuve que tocar la puerta, porque un par de chicas salió de la casa del exiliado Evan justo cuando estaba por hacerlo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ni siquiera tuve que tocar la puerta, porque un par de chicas salió de la casa del exiliado Evan justo cuando estaba por hacerlo. Había tanto ruido como gente. Me moví con cuidado para no chocar con nadie, pero fue imposible no hacerlo, ya que cada paso significaba tocar un brazo sudoroso o respirar el humo que salía de la boca de alguien más. A lo lejos, en el sillón frente a la televisión, Caleb y Denis jugaban Super Smash, lo que significaba que después de una larga espera, al fin habían conseguido el juego, y una bola de personas los rodeaba motivándolos a matar a alguien más o entre ellos.

Di un par de codazos antes de llegar hasta ellos y me lancé sobre el sillón pequeño al ver que alguien se levantaba de él. Saqué un cigarrillo y lo encendí tan rápido como mi trasero toco la tela aterciopelada. Algo apestaba en aquel lugar, pero entre tanta gente, no podía encontrar al culpable.

—Mi - amigo - Jason —mencionó Caleb palabra por palabra—. Benditos los ojos que te ven. Te he reservado ese pequeño sillón por más de seis meses, pero ni tu mamá ni tu papá supieron decirme dónde estabas —decía sin dejar de ver la televisión—. ¿Vas a contarnos a dónde fuiste o te tendremos que inventar alguna erótica y muy excitante aventura?

—No lo sé, tú sabes. —Traté de evitar esa historia—. Estuve por aquí y por allá un par de meses tomando un respiro antes de enlistarme.

—Sí, claro, enlistarte tú, el hijo de papi —escuché la voz de Eddy tras de mí.

Giré para verlo y vi a un chico de talla grande con gorra de baloncesto. Estiré mi mano para saludarlo y respondió al saludo con entusiasmo. Se veía más grande que la última vez que lo vi, su dieta de hamburguesas y el gimnasio parecían tener efecto.

—Dinos, ¿cuántas nalguitas fueron? —preguntó Caleb pasándole el control a alguien más antes de abalanzarse hacia mí.

Me puse de pie y lo abracé con el mismo entusiasmo, tratando de olvidar que había ignorado sus llamadas por semanas. Caleb era tan pequeño que parecía una antítesis corporal de Eddy, y tal vez por eso se llevaban tan bien. Eran como Ren y Stimpy. Me hizo una señal con la cabeza para salir del lugar y lo seguí caminando detrás de Eddy, que nos abría paso con su enorme cuerpo hasta llegar a la cochera.

Las reglas del destino (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora