Capítulo 3: La mesera

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Cerré el libro por un momento y me acomodé la corbata, tenía una pequeña mancha en la camisa azul que quería ocultar. Empezaba a sudar, una oleada caliente se hizo al lugar tan rápido que necesité echarme aire con la mano. O quizás solo eran los nervios. Sabía que estaba por adentrarme a la historia, a sus primeros berrinches, a nuestras primeras discusiones... Necesité sentirme joven para ponerme en aquellos viejos zapatos de niño que jugaba a ser un adulto. Me necesité en aquel pellejo.

El cielo era una explosión de colores cálidos. Estiré una mano hacia el horizonte con la intención de teñir mis dedos con esos naranjas intensos, pero solo recibí el saludo de un sol que ascendía para vigilarnos. A lo lejos las aves empezaban su jornada y una que otra lancha pesquera iniciaba su curso. La mirada pintó en el paisaje aquellos otros destellos de luz que en algún momento juré vivir; sin embargo, la memoria no era una buena aliada, lo único que lograba recordar era el camino a casa. Abrí nuevamente el libro y puse los ojos sobre las líneas.


Los siguientes días pasaron de forma monótona y aburrida

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Los siguientes días pasaron de forma monótona y aburrida. Nadie la conocía. Le pregunté a todos los amigos de Jared, la busqué por cada rincón de la ciudad, recorrí cada iglesia y cada supermercado, pero nadie sabía quién era Sandy Tinley. Quise creer que ella había inventado ese nombre, pero la probabilidad de que dos mentirosos se encontraran me parecía incierta. Entonces me cuestioné la posibilidad de que aquello jamás hubiera pasado, pero mi camisa aún conservaba su aroma. Pasé alrededor de quince días caminando cerca del lago con la esperanza de volver a verla, pero de ella solo quedaba el fugaz recuerdo haciéndose al reflejo del lago. Solo existía en mi memoria.

Y entonces ocurrió. Una nueva cafetería abrió sus puertas para darle luz a ese lugar olvidado por Dios. Se llamaba Café tres chicos y todos lo amaban, desde los más jóvenes, por su área de karaoke, hasta aquellos ancianos que solo querían tomar café y leer un buen libro. Recuerdo el rostro de las amigas de Jared al mencionar el lugar por primera vez, fue como si de un gran antro se tratara, pero solo era una simple cafetería. Así de aburrido era ese recóndito lugar en Minnesota donde una tal Sandy Tinley parecía haber desaparecido.

El sábado, 3 de julio, Scarlett me invitó a comer con ella y Jared a la cafetería; lo que yo no sabía es que todo se trataba de una trampa para presentarme a Elizabeth, una de sus amigas. Cuando Jared me vio llegar, corrió hacia mí para decirme que me tenía una sorpresa de piernas largas, pero lo único que pude ver en esa chica fue el presagio de unos cuantos besos sin sentido.

Nos sentamos cerca de la puerta principal porque el lugar estaba a reventar; cada mesa estaba ocupada, incluso la barra estaba llena. Tres lindas chicas se partían el alma tratando de tomar todas las órdenes y una joven hacía malabares tras la barra con las malteadas y tazas de café. Fui considerado, solo pedí café negro y una rebanada de pastel de zanahoria, pero Scarlett y Elizabeth hicieron pedidos excesivamente complicados solo para hacer desatinar a las meseras.

―Me gusta ver la cara de las chicas cuando Scar ordena, todas quieren arrojarle la libreta en la cara ―dijo Jared apretando su mano―. Espero que un día lo hagan ―me susurró al oído.

Las reglas del destino (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora