10.

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Querido diario:

Estoy completamente enamorado de Samanta y estoy listo para declararle mis profundos y apasionados sentimientos. He estado meditando sobre cómo, cuándo y dónde declararme, pero aún no he hallado ese lugar especial. Estoy seguro que lo encontraré muy pronto, pero las ansias me juegan en contra... Si, necesito que ella sea mía y solamente mía, pero también necesito que el bastardo de Dylan desaparezca.

¿Y sabes qué? Hoy es el día.

_____

El viejo granero del Sr. McDowell era el escenario perfecto para está fría noche. Todos los elementos que me ayudarían a realizar mi tarea, estaban perfectamente colocados donde debían estar. Tan solo faltaba la estrella del espectáculo. Si... un maldito adolescente egocéntrico y con las hormonas alborotadas que recibe el mensaje de una hermosa chica, es la combinación perfecta.

Demasiado perfecta si en el mensaje incluimos la palabra sexual.

– ¿Sami? Soy Dylan, ¿dónde estás? –preguntó, mientras se quitaba su chaqueta deportiva–. Vamos, nena... no tengas miedo. La pasaremos genial –comentó, riendo.

Sigilosamente agarré el bate de baseball, me posicioné detrás de él y en cuanto el volteó para mí, estrellé el bate en su estómago. Dylan cayó al suelo mientras vomitaba lo que parecía yogures de chorizo y tortilla de queso; una sustancia desagradable.

Antes de que pudiera levantar la cabeza y ver quién era su atacante, le propiné una fuerte patada en la cabeza, lo cual provocó que Dylan pierda la conciencia. Tendido en el suelo empapado de su vómito y su orina, me acerqué y até sus manos con unos precintos. No era tan fuerte como Frank, ya qué Dylan seguía inconsciente a pesar de que había pasado una hora. Quizás lo haya matado de tan fuerte golpe que le atiné, pero la verdad es que no logré medir mi fuerza. Sin embargo, pasada media hora más, Dylan comenzó a moverse y la sensación de alegría invadió mi cuerpo.

Habría sido un asesinato aburrido si el primer golpe lo hubiera matado de inmediato, pero no... el bastardo seguía respirando y eso aseguraba una noche de diversión.

Bruscamente arrastré a Dylan hasta una vieja carretilla, que había preparado especialmente para él y subiéndola en esta, lo até con una soga. Lo observé por unos minutos y me sorprendí al ver que tan buen trabajo había realizado atándolo, pero faltaba un toque especial. Observé mi alrededor y logré ver la frutilla del pastel... unos asquerosos trapos sucios.

Eran perfectos.

Con paciencia aguardé hasta que él despertara completamente, mientras contemplaba las estrellas en el cielo y pensaba en Samanta. Al cabo de unos eternos minutos, Dylan comenzó a balbucear, fue entonces en donde me acerqué y al cruzar miradas, logré ver una profunda desesperación en sus ojos.

–Buenas noches, Dylan – comenté, aguantando las ganas de reír.

Al percatarse de que estaba completamente inmovilizado, comenzó a hablar, pero obviamente con la boca llena de trapos le era imposible hacer sus preguntas o suplicas. Era realmente cómico verlo intentar soltarse, pero él era consciente de que no había escapatoria y tan solo cuando se tranquilizó decidí hablar.

–Todos tienen derecho a decir sus últimas palabras –expliqué, mientras quitaba los trapos de su boca–. Entonces, escucharé lo que tengas que decir.

Sorpresivamente Dylan no dijo absolutamente nada. No suplicó, ni preguntó el porqué de lo que estaba sucediendo... Maldición ni siquiera le hablo a Dios rogándole misericordia. Tan solo se dedicó a mirarme a los ojos, esperando... bueno, realmente no sé qué diablos estaba esperando. Cansado de la silenciosa situación, regresé los trapos a su boca, mientras que noté como una lagrima comenzaba a deslizarse por la mejilla de Dylan.

– ¿Sabes? En la antigüedad torturaban a mucha gente –tan pronto al mencionar la palabra tortura su expresión de seriedad se esfumó y comenzó a negar con la cabeza–. Muchas torturas eran demasiado crueles –continué, riéndome–. La cuna de Judas es muy conocida, al igual que "El toro de Falaris", aunque es mucho más conocida –una macabra sonrisa comenzó a dibujarse en mi rostro–, pero yo no hare algo tan cruel contigo.

No es que no hubiera querido usar el método de Falaris o el de Judas, pero no tenía idea de dónde sacar un triángulo de madera ni tampoco tenía noción de cómo construirlo y a pesar de mi exhaustos búsqueda no logré encontrar a la venta un toro de bronce. Sin embargo, había encontrado otras torturas que se ajustaban a mi bolsillo.

Tormento del agua.

Agarré el cubo de agua que estaba junto a la carretilla, tapé sus fosas nasales con barro y quité los trapos de su boca. –Veamos cuantos litros de agua puedes beber.

Posteriormente, até la cabeza de Dylan para que ninguna gota de agua sea desperdiciada y con unos ganchos mantuve su boca abierta. Poco a poco comencé a llenar su boca de agua y este entendió que, si no tragaba, moriría ahogado. Claramente hubo ocasiones en las que se ahogó, pero eso no importaba. Yo no iba a parar hasta que su estómago estuviera a punto de explotar. El tan famoso casanova estaba orinándose, mientras suplicaba clemencia y toda la situación no hacía más que causarme gracia.

Luego de ver como estaba completamente lleno de agua, agarré el bate y lo golpeé en el abdomen repetidas veces, con la esperanza de que explotara. Sin embargo, al ver que mis métodos no eran tan eficientes, una idea cruzó por mi mente.

–Si continuamos así, esto podría ser eterno, pero no te preocupes... tengo una idea genial –expliqué.

Él no parada de toser y suplicar, pero era demasiado tarde para pedir misericordia. Nadie, absolutamente nadie iba a quitarme a Samanta. Ella era una diosa y yo era su fiel adorador.

YO SOY EL ÚNICO QUE PUEDE TOCARLA.

YO SOY EL ÚNICO QUE LA AMA.

Sin tropezar, me sujeté de unas cadenas que colgaban sobre Dylan y lentamente me subí a su vientre. Dylan comenzó a negar con la cabeza, mientras lloraba, pero al ver mi gran sonrisa de satisfacción tan solo se mantuvo inmóvil.

Él me miró atónito ante la mortífera acción que iba a realizar y negando por última vez, una carcajada macabra brotó de mis labios. Fue al final de mi carcajada, en el cual di un gran salto sobre su estómago.

Al final, el granero terminó echo un desastre, pero nada que un poco de gasolina y fuego no pudieran reparar. De todas formas, McDowell me agradecería por evitar que él encontrara a Dylan.

Creo que me he enamorado. [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora