Segunda Ronda

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Nadie, ni en las webs más oscuras de internet ni en los foros de más difícil acceso, parecía saber lo que había que hacer para acudir al emplazamiento físico de la Liga. En sus inicios dentro de la escena, como todos, Chanyeol y Jongin habían pasado tardes enteras rastreando la web – intentando confirmar, incluso, algunos de los rumores más creíbles – pero sus investigaciones no habían llegado a ninguna parte.

Lo único que habían sacado en claro, como todos los que combatían habían acabado asumiendo en algún momento, era que a la Liga solamente se entraba por invitación. Que tanto los mismos combatientes como el público enmascarado que rugía desde las gradas eran escogidos por alguien, el mismo Longwei, tal vez, y que ninguno de ellos estaba dispuesto a compartir su secreto.

Chanyeol habría estado mintiendo si no hubiera admitido que se había imaginado peleando allí más de una vez. La Liga era el sueño inalcanzable de todos los que ensamblaban sus robots y combatían de noche en las calles, y él había competido para hacerlo realidad.

No lo habría admitido en alto, no cuando sabía que era mucho mejor que la mayoría de los que participaban en los torneos de los suburbios, pero una parte traicionera de su mente siempre había creído que estaba apuntando demasiado alto.

Quizá por eso, cuando el hombre que guardaba la puerta hasta la que los llevó el localizador de su Com los dejó pasar a Jongin y a él, el chico se sintió más confuso que triunfante, levemente desorientado ante las luces vibrantes y la marea de gritos que se los tragó tan pronto como cruzaron el pasillo oscuro y subieron la escalera metálica que los guió al espacio central de lo que desde fuera había parecido una nave industrial común y corriente, perfectamente inocua en mitad de un polígono de las afueras.

Wow —la voz de Jongin sonó ahogada, distorsionada por el sintetizador vocal de su casco y amortiguada por las voces que gritaban, coreando algo al unísono, pero bastó para devolver a Chanyeol al mundo real y recordarle donde estaban. Aquella noche, los dos volvían a ser Kai y Phoenix, y estaban allí: en la cima. En la Liga—. Todo esto es alucinante.

Su subida por las escaleras los había dejado en una plataforma elevada, cerca de una barra de bar improvisada en la que una mujer con el pelo rojo fuego y un antifaz de encaje cubriéndole la mitad superior del rostro repartía bebidas entre la clientela a su alrededor. Habría una decena de personas allí, bebiendo unos, bailando otros, al ritmo de la música electrónica que vibraba por debajo del ruido, pero prácticamente todos se giraron para mirarlos al verlos aparecer. Quizás porque no los hubieran visto nunca antes. Quizás porque, al contrario que ellos, no llevaban sólo una máscara, sino casco y armadura, y eso quería decir que estaban allí para luchar.

—Vaya, niños, ¿os habéis perdido? —la mujer de la máscara de encaje de inclinó sobre la barra al ver que los dos estaban quietos en el sitio. Había luces en el techo, focos que se movían de un lado a otro y teñían la piel de sus hombros desnudos de rojo, azul y verde—. Si buscáis la arena, no tiene pérdida. Seguid la plataforma, hasta el fondo, el sitio del que salen todos los gritos. A eso habéis venido, ¿no? A pelear y a apostar.

La mujer había pretendido burlarse, pero aun así Chanyeol inclinó la cabeza en una especie de gesto de agradecimiento antes de girar sobre sus talones. Aquella plataforma elevada recorría el perímetro interno de la nave, como una especie de pasillo exterior que franqueaba el acceso a filas y filas de gradas que se extendían hacia abajo, cerrándose sobre el espacio cuadrado, al nivel del suelo, que era la arena de combate.

—Es mucho más grande de lo que se ve en el stream —dijo Jongin, que había ignorado por completo a la camarera y prácticamente había echado a correr hacia el borde de la plataforma, tratando de otear sobre las gradas—. Y están haciendo un ruido de mil demonios. ¿Qué combates había programados hoy para el God Tier?

Sagittarius; [EXO, ChanBaek]Where stories live. Discover now