Octava Ronda

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Chanyeol había creído que iba a perderlo todo – su puesto en el ranking, todo su dinero líquido, su lugar en la Liga – cuando su última racha de mala suerte había acabado y había vuelto a proclamarse vencedor, en un combate tras otro, en una única jornada de peleas que se alargó hasta la madrugada de un sábado.

El Maestro Longwei había salido a las gradas para observarlo en silencio, con la figura siempre presente de Lynx quieta a su lado, y Chanyeol se había sentido a partes iguales honrado e intimidado por su presencia. Aldebarán, no obstante, había sido quien había vuelto a acorralarlo cuando Chanyeol estaba recogiendo sus pertenencias para marcharse, con la espalda apoyada en la superficie metálica de la única puerta de salida y los restos de una sonrisa reverberando en su voz distorsionada cuando habló.

—Sigues sin entenderlo —le dijo—. Estás jugando con fuego.

—Ya te he dicho que no voy a perder, ¿recuerdas? —Chanyeol intentó no mirarlo, a pesar de que el azul de su armadura contrastaba con el bronce oxidado de la puerta tras él, y de que podía sentir sus ojos clavados en su perfil—. Y ahora déjame salir, ¿quieres? Estás en medio.

—Sigues viniendo aquí porque quieres entrar al God Tier —como de costumbre, Aldebarán lo ignoró, y, por fin, Chanyeol tuvo que encararse con él, mirarlo de frente, tratando de ignorar cómo el cuerpo del otro chico estaba casi arqueado contra la puerta cerrada—. Pero, sorpresa, es imposible que puedas.

—¿Por qué no me dejas en paz, Al? —Chanyeol estaba cansado, sentía los músculos agarrotados dentro de su propia armadura, y no tenía tiempo ni ganas de jugar a lo que quiera que el otro chico estuviese empeñado en jugar—. Llevas diciendo que voy a perder desde el principio, pero yo sigo aquí. Cada vez más cerca de tu Tier y de tu nivel, te recuerdo. Para estar destinado a fracasar no lo estoy haciendo tan mal, ¿no? Y ahora quita de la puerta.

Aldebarán ladeó la cabeza, pero no se movió.

—Tal vez lo que deberías recordar es que en el God Tier somos diez. Solamente diez, Phoenix, los diez mejores. No sólo te vale con ganar para llegar a mi nivel, sino que necesitas que alguno de nosotros pierda. Y nuestros combates están tan equilibrados que eso no va a ocurrir. Puedes gastarte todo el dinero del mundo en intentar combatir más y alcanzarnos en puntos, pero tal y como están las cosas, estás demasiado lejos.

—¿Por qué demonios estás tan empeñado en que pierda? —Chanyeol avanzó un paso hacia la puerta y Aldebarán inclinó el rostro hacia arriba para mirarlo con un movimiento tan fluido que tuvo algo de hipnótico.

—Estás entrando en la parte oscura del juego y ni siquiera lo sabes —susurró, extendiendo las manos sobre la plancha de metal tras él, dándose impulso con ellas para moverse hacia delante con la premeditada delicadeza del depredador que está estudiando a su presa antes de lanzarse sobre ella—. En el God Tier se apuestan cantidades de dinero brutales, se lucha en serio. Cuando se pierde, se pierde de verdad.

La mano de Aldebarán se alzó hacia su rostro, como si el chico pretendiera posarla sobre la superficie metálica de su casco en la imitación burlona de una caricia, pero Chanyeol lo aferró por la muñeca antes de que pudiera tocarlo. A pesar de sus guantes y la armadura, sus dedos la rodearon sin problema, como si estuviese sujetando la articulación de un niño pequeño.

—Deja de tratarme como si fuera un crío —gruñó.

—¿Es que no lo eres? —Aldebarán mantuvo el brazo relajado, sin hacer amago alguno por soltarse—. ¿Cuáles son tus razones para estar aquí? ¿Es por mí por quien luchas? Hasta un idiota se daría cuenta de cómo me miras. ¿Quieres derrotarme, es eso? ¿O tenerme, conseguirme quizás?

Sagittarius; [EXO, ChanBaek]Onde histórias criam vida. Descubra agora