Décima Ronda

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—No tiene futuro. Está acabado.

Aldebarán estaba inclinado sobre el ventanal de la sala de espera en el local en la que estaban compitiendo aquella noche, con el mentón apoyado en una mano enguantada. Bajo la luz de los focos, el azul de su armadura parecía cambiar de tono según se movía, como las escamas de un reptil, y su voz sonaba monótona, como si todo aquello lo aburriera.

—¿Cómo puedes decir eso? Se recuperará. Tiene una mala racha, pero saldrá adelante. A todos nos ha pasado alguna vez.

—No. Él está fuera.

Metros más abajo, en la arena, Hydra estaba peleando. Siempre había destacado por ser estoico, por machacar a sus rivales mientras permanecía en el sitio, quieto como una estatua, pero aquella noche no estaba siendo así. El chico – Do Kyungsoo, recordaba Chanyeol – estaba inclinado sobre su mando y lo aferraba con la fuerza del que está sosteniendo algo demasiado pesado, pulsando los botones con una desesperación que era cualquier cosa menos fría.

No estaba bien, no podía estar bien, ni física ni emocionalmente. No lo había estado en toda la noche, y Chanyeol había dejado de observar la lucha en las pantallas, haciéndolo en su lugar desde el ventanal, porque se le hacía un nudo en el estómago cada vez que la cámara hacía zoom sobre Hydra cada vez que el minibot rival golpeaba al suyo, cada vez que caía derrotado.

Porque, por mucho que él tratara de justificar su situación, Aldebarán tenía razón: Hydra estaba perdiendo. Había algo en él que estaba fallando. Hydra iba a caer derrotado definitivamente.

—Créeme cuando te digo que lo sé —la voz de su interlocutor fue un susurro irónico—. Yo también estuve donde está él. Y caí.

—Pero tú volviste.

—Porque decidí volver a empezar de cero. Él no va a hacerlo.

—Estás siendo cruel.

—Juego en la Liga.

El rival de Hydra para aquel combate era Lynx, y estaba siendo tan superior a él que a Chanyeol toda aquella situación le estaba dando lástima. Las pinzas de su minibot con forma de esfera negra se cerraban constantemente sobre aire, y el felino enorme de su rival lo estaba acribillando a dentelladas y zarpazos, acorralándolo y ahogándolo.

—Va a caer —musitó Chanyeol.

—Le doy un minuto.

No habían pasado ni treinta segundos cuando el bot de Lynx consiguió agarrar al de Hydra, lanzándolo como un peso muerto al otro lado de la arena. Su dueño lanzó un grito, se inclinó hacia delante con tanto ímpetu que tropezó con el borde del ruedo y empezó a pulsar botones de un modo frenético, pero la esfera negra estaba inmóvil frente a él dentro de una nube de humo y chispas.

Ya no sólo es que hubiera perdido, sino que estaba rota. Hydra no podía luchar y perdería por omisión el resto de los combates a los que se había apuntado aquella noche.

Aldebarán tamborileó con los dedos sobre el pasamanos de metal del ventanal.

—Te lo he dicho —susurró—. Se lo había jugado todo. Está fuera.

—Pero...

Abajo, en la arena, la multitud que había acudido a la lucha para aquel día se había vuelto loca, de pie en sus asientos para aclamar a Lynx. Hydra, todavía hecho un ovillo a un lado del campo, parecía diminuto, y había sido olvidado por todos hasta que echó la cabeza hacia atrás y gritó – un bramido herido y prácticamente inhumano, que el público ignoró pero que llegó a Chanyeol con una claridad meridiana a través del resto del ruido.

Había una figura corriendo de las gradas a la arena, al nivel del suelo; una única persona que se acercó a Hydra y no a Lynx, que pareció envolverlo con su cuerpo un momento, luchando para levantarlo.

—Jongin —susurró Chanyeol, separándose de la ventana, dándose cuenta demasiado tarde de que acababa de desvelar el nombre de su amigo delante de Aldebarán, que, a pesar de todo, no parecía en absoluto sorprendido.

—¿Hablas de tu amigo? ¿Qué quieres, bajar con él? Deja que se lleve a Hydra. Él está fuera y tú todavía tienes combates por delante. No lo estropees.

Chanyeol tomó aire. Su vida universitaria era un desastre. Su vida personal era aún peor. Su mejor amigo le había estado mintiendo, y estaba metido en algo raro, y no le decía nada. Jongin y su novio tenían problemas, e Hydra había caído. Lo último que necesitaba ahora él era a Aldebarán volviéndolo loco.

—¿Por qué tienes que ser tan frío? —exclamó—. Competíais juntos y ha caído. Sé que es tu rival, pero esperaba un poco más de, no sé...

—¿Empatía? —Aldebarán completó la frase por él, y Chanyeol habría podido jurar que sonreía bajo el casco—. No estoy aquí para ser empático, Phoenix, y tú tampoco. Te lo dije antes, ¿no? Por mucho que quisieras entrar al God Tier era imposible hacerlo, porque los diez puestos del ranking estaban ocupados y equilibrados. Pero, ah, si Hydra cae... Digamos que hay alguien más que consigue lo que quiere.

Si alguien del God Tier caía, si perdía tantas veces que no podía mantener su número de puntos lo suficientemente elevado, era expulsado del ranking (y, en la mayoría de casos, tenía tantas pérdidas que también de la Liga) y la persona que ocupaba el primer puesto en el Segundo Tier pasaba a ocupar su lugar. La última vez que lo había comprobado, el líder del Tier 2 había sido él. Lo cual quería decir que había ganado, que estaba dentro, pero allí, y ahora, se sentía cualquier cosa menos feliz al respecto. Conocía a Jongin. Y a Hydra. Había hablado en persona con Do Kyungsoo.

—¿Se supone que estás hablando de mí? —comenzó a protestar—. Porque si intentas insinuar que tengo que estar contento por algo que ni siquiera he conseguido por mis propios medios, entonces yo...

El dedo índice de Aldebarán se posó con suavidad en el punto de su casco donde habrían estado sus labios. Chanyeol no sabía en qué momento el otro chico se había acercado tanto, pero había algo en su presencia que seguía siendo igual de intoxicante que el primer día. Algo desconocido, familiar, en cierto sentido.

—Te lo advertí, ¿verdad? —le susurró, ladeando la cabeza como un pájaro—. ¿No te dije que la Liga era un lugar oscuro? Ahora vas a empezar a entender por qué.

Chanyeol habría replicado, pero se había quedado sin respiración. Aldebarán había ladeado la cabeza – y, si lo pensaba, era algo que hacía bastante – y el gesto había sido algo perfectamente corriente, pero él se había sentido atacado por una sensación parecida al déjà-vu, y no sabía a qué se debía, pero todo aquello estaba empezando a ponerlo nervioso.

—Al —empezó a decir, pero el chico no lo estaba mirando. Su cabeza estaba girada hacia las gradas, hacia el punto en el que el público todavía envolvía a Lynx, que se inclinaba ante ellos con su bot en las manos. El Maestro Longwei había bajado de su palco privado en las gradas y tenía apoyada una mano en su hombro, igual que había hecho con él cuando había ganado la primera vez. Había un primer plano de aquello en las pantallas y sus dedos, largos, finos y cubiertos con guantes negros, casi parecían garras.

Sagittarius; [EXO, ChanBaek]Where stories live. Discover now