Capítulo 8

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El editor James, maravillado por mi artículo, me dio más trabajo. Necesita un artículo sobre los deportes más populares en Estados Unidos y Reino Unido. Aquello no era tan pan comido porque definitivamente no soy un fanático del deporte.
Pero puedo llamar a mi padre, gran aficionado del Arsenal FC. Podría apostar a que Rory es fanático del deporte también, así que tengo fuentes suficientes.

Me encuentro en la oficina, sentado en frente de mi computadora. Doris está comiendo unas galletas de chocolate y Maxime está concentrado escribiendo en uno de sus cuadernos de cuero.

De pronto, llegó un tipo calvo a la puerta de nuestro cubículo. Creo que se llama Dean.

-¿Alguien tiene un lápiz que me preste? Por favor -pidió el pelado.

Yo, como de costumbre, mostré mis buenos modales y le presté uno de los míos. Dean recibió gustoso el lápiz pasta azul y volvió a su cubículo.

Puse mi mente en modo "concentración nivel Dios". Es jueves y el artículo debe estar listo al término del día de mañana. Apreté el ícono del Microsoft Word en mi computadora. No sé por qué, pero al parecer me dieron el computador más lento de toda la oficina; todos los días tengo que esperar como ocho minutos en que se encienda, otros tres en que se abra un programa y ni hablar en tener dos cosas abiertas al mismo tiempo. ¡Qué desgraciados!

Luego está el Internet, esa es otra de mis pesadillas. Funciona cuando quiere la tontería esa. Y lo peor es que se cae cuando uno menos lo espera. Doris dice que siempre que va a haber una reunión se corta.

Luego de la espera, se cargó el programa de escritura. Comencé a escribir en el teclado. Empecé con una introducción sobre lo entretenido y saludable que es el deporte (puras pamplinas, ni yo me lo creo). Los escritores somos mentirosos profesionales; expertos en convencer a los lectores de que leen algo verdadero. Sin embargo, el periodista se supone que relata la verdad. Recalco: se supone.

De repente, las letras dejaron de aparecer en la pantalla. Entiendo que en este computador prehistórico haya un retraso entre que se presiona la tecla y que aparezca en la pantalla. Sin embargo, esta vez no pasaba nada. Apreté una y otra vez la tecla "c" y nada. No alcancé ni a pensar "¡¿qué demonios?!" cuando la pantalla se fue a blanco y un mensaje de "Word no responde" me sacó de mis cabales.

Di un pequeño respingo en mi silla enfurecido. Doris me miró como si fuera un loco. El pedante ni se inmutó.

-La porquería no funciona. ¡Demonios! -mascullé molestísimo. Tengo que escribir el artículo hoy. Ya no hay tiempo. Qué desesperación.

Mr. Pedante se volteó en su silla giratoria lentamente hacia mí.

-¿No te funciona el computador? -dijo muy calmado.

-No -le respondí irritado.

-Yo terminé mis artículos hace eones -dijo levantando una ceja. Obviamente él presumido había terminado -. Si quieres tú me dictas lo que quieras escribir y yo lo redactó -me propuso.

-Pero, en ese caso, ¿no me podrías prestar tu computador? -le pregunté, algo emocionado.

-Eso no. No dejo que nadie nunca use mi teclado. Me da dégoût -dijo en su tono de diva.

-¿Dèg...? -intenté repetir, más molesto aún.

-Significa asco. A Maxime todo le da dégoût -intervino Doris, que ahora se encontraba masticando un lápiz en vez de galletas -. Desde las manchas en las sillas hasta las puertas de los baños. Dégoût, dégoût, dégoût.

Mi cara quedó pasmada con una expresión entre de perro mojado y de mono tonto. No lo puedo creer: ¿por qué es tan raro?

-Bueno, si así te acomoda más, hagámoslo. Necesito terminar mi artículo -dije en un momento de desesperación.

-Ya. Díctame -dijo Maxime mientras abría su Word (¡que se abrió en seguida!). 

Pensé unos segundos intentado recordar la introducción que había escrito. Miré mi computador, seguía en blanco. 

-El deporte es una actividad muy saludable y entretenida -comencé a dictar. 

-Espera, espera. ¿El deporte es un actividad...? -me frenó Maxime.

-Una actividad muy saludable y entretenida -le repetí -, pero también existe una gran afición a verlo.

-Una gran afición... 

-A verlo -dije otra vez -. Lo vemos en la televisión, lo leemos en el periódico, vamos al estadio, compramos banderines de nuestro equipos preferidos...

-A ver, espera un poco. Todo de nuevo -pidió Maxime. ¡Pero que corta memoria tiene!

-Lo vemos en la televisión.

-Ok.

-Lo leemos en el periódico.

-¿Lo leemos en...?

-¡El periódico! -exclamé irritado. 

-Ya...¿qué más? -me preguntó el pedante con aires de calma nivel nirvana. 

-Vamos al estadio, compramos ban...-comencé, luego me interrumpió bruscamente.

-¿Vamos a dónde? -Esa fue la gota que rebalsó el vaso. 

Levanté mi cabeza mirando hacia el cielo y dí un largo suspiro. Doris no pudo más y lanzó una fuerte carcajada. Maxime también se rio. 

-¡Tu cara es chistosísima! -chilló la mujer ahogándose de la risa.

-¡Son unos desgraciados! -blasfemé indignado. 

-¡Vale, vale, Gregor! Te estaba tomando el pelo -se disculpó el francés -.Ahora sí, díctame. 

Una pequeña mueca de risa se me escapó. La verdad es que la situación si era graciosa, quizás la hubiera disfrutado si no estuviera apurado por escribir el bendito artículo. 

Le comencé a dictar de nuevo a Maxime y este escribía todo a una velocidad impresionante. Casi ni necesitó que yo hiciera pausas o repitiera cosas. Incluso Doris me dio consejos sobre cambios de palabras. 

Al fin y al cabo tienen buena voluntad este par de payasos, lo admito. Ahora que tengo la introducción y estructura lista, deberé hacer unas llamadas y consultas cuando llegue a casa. 


Ceylon TeaWhere stories live. Discover now