Capítulo 19

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Quién lo habría dicho...un psicotrópico-adicto me ayudó con mi trabajo. ¡El artículo quedó hermoso! Por lo menos saqué algo de provecho de esa horrenda fiesta. Al día siguiente, tuve que limpiar todo yo solo, porque los otros dos flojos durmieron hasta tarde. Comprenderán que no soporté ver mi departamento convertido en una inmundicia, así que comencé a limpiar apenas me levanté. Ese mismo día escribí el artículo completo. Estaba muy inspirado. ¡Eso es lo bueno de ser escritor! Se puede trabajar un domingo desde casa y echado en el sofá.

De todos modos, ya pasó, ahora tengo otros problemas. Hoy es martes, el gran martes. Ayer pasó el CEO de The Seeker Magazine para avisarnos que hoy tendríamos una reunión de suma importancia con gente de una reconocidísima revista online.

Fue uno de esos momentos en los que me da una urticaria mental que no se quita con nada. El señor Cooke, CEO de la revista, nos dijo con toda simpleza que los de la revista online querían abrir una sección de "viajes y estilos de vida", así que teníamos que hacer una presentación evidenciando por qué somos aptos para publicar allí. Pan comido, habrá pensado él. Ah, y un detalle insignificante es que teníamos menos de veinticuatro horas para prepararlo. Facilísimo, ¿cierto?

Al escuchar eso, Maxime puso esa cara de desagrado supremo con una pizca de su pedantería natural con la que una vez me miró cuando le dije que la cocina italiana era mejor que la francesa. Esa es una historia graciosa. No hay nada más satisfactorio que ver esa expresión en la gente. Cuando llevan su mano a la frente, y te miran con rechazo desde los pies hasta la cabeza, por encima de los lentes, buscando indicios prematuros de demencia. Ahí es cuando me siento orgulloso de mí mismo. Lograr colmar la paciencia de alguien con una sola frase que sea rápida, precisa y letal merece un premio.

Así que ayer que nadie ha trabajado en sus proyectos individuales. Nosotros, los escritores, nos dedicamos a escribir el esquema del discurso para presentar en la reunión e hicimos un recopilado de los mejores artículos de este año. Pero, aunque tuviéramos el mejor discurso, no serviría de nada sin alguien que se lo aprendiera. Doris y yo miramos a Maxime, ya que él, con sus aires de superioridad, supusimos que no tendría problemas en ser nuestra voz. Aparentemente, Maxime no se creyó capaz de poder aprenderse el esquema de discurso en un día.

-Gregor es la personne indiquée para esto -dijo Maxime con pomposidad. Yo arqueé mi ceja -. Porque su accent inglés cautiva a ustedes americanos.

Qué golpe más bajo. No me lo podía creer. En verdad odio el tema del acento. Desde que llegué aquí a Chicago que me atormenta. No pasaba ni una hora desde que salí del avión en el aeropuerto y ya recibía comentarios sobre mi acento inglés de parte de la gente de seguridad.

-Desde ese punto de vista, tu acento francés también es cautivador, ¿no? -le rebatí. De seguro a Maixme le encanta que le alaguen su acento. Termina siendo un alimento para su ego.

Silencio. Ou la la, parece que el señor pedante se quedó sin argumentos. Tengo mil asuntos estresantes en mi lista de estrés, y no necesito mil y un asuntos estresantes. Me gustan los números redondos.

-Son un par de bebés miedosos -nos reprochó Doris -. Yo hablaré. Punto. Parece que tengo que hacer todo yo.

Esa frase fue un disparo certero al súper-ego de Maxime. Pude escuchar los pedacitos del ego del francés caer al piso. Doris libero a le monstre.

-¡¿Pardon?!

Y así fue como Doris chantajeó a Maxime de presentar en la reunión. El equipo de diseño gráfico confeccionó una presentación con diapositivas muy bonita, como siempre.

Ceylon TeaWhere stories live. Discover now