Capítulo 18

32 7 5
                                    

"Así que estos son los estudiantes de agronomía de la Universidad de Chicago" pensé mientras veía entrar a mi departamento unos jóvenes de lo más sensacionales. Y digo sensacionales en el sentido original de la palabra: que llaman poderosamente la atención. Con esos tatuajes, piercings, lóbulos expandidos y esas rastas o tinciones de colores fantasiosos me asustaron. Esto no fue una buena idea desde el inicio, pero ahora me doy cuenta de que fue una pésima idea.

Ya hay once personajes invadiendo mi departamento, y la verdad es que no me gusta socializar, así que ideé un plan para escabullirme sutilmente. Durante las primeras horas de la fiesta, le ofrecí a Rory mi superlativa ayuda para preparar la comida y servir bebestibles. De esta manera, podré hacer como que socializo, sin parecer un huraño y de pasada, puedo mantener vigilado mi departamento. A veces me sorprendo a mí mismo con mi genialidad.

Había recién preparado una bandeja con papas fritas, maní, almendras y galletas saladas, y mientras la llevaba al living room, donde estaban todos los invitados, me percaté de que alguien había traído unos muffins para compartir. Qué considerado de su parte. Muffins y té, eso sería una buena combinación.

El timbre sonó y me sorprendió justo cerca de la puerta de entrada. Supongo que deberé abrirla yo. Eran dos jóvenes universitarios, uno era un chico moreno de esos que usan las gorras al revés y los pantalones abajo; la otra era una chica de cabellos dorados con jeans y un top. Rory se acercó a la puerta y saludó a sus amigos.

-Estos son Leo y Brigitta -me los presentó Rory. No me puede importar menos saber el nombre de esos tipos.

-Un gusto en conocerlos -Y el gusto será mayor cuando se vayan -. Yo soy Gregor.

-Rory me ha hablado de ti -respondió Brigitta. ¿Y sobre qué le ha hablado? ¿Sobre mis manías? -. Me encanta tu acento británico -. Lo que me faltaba.

Solo reí, sin responderle. Sería un desperdicio de tiempo seguir con esa conversación. Conocí a los estereotipos en persona: el aspirante a rapero y la rubia básica. Después de eso me escabullí del living room y me refugié en la cocina.

A medida que pasaban los minutos, más y más gente aparecía para irrumpir en mi hogar. Llegó un punto en que no pude ofrecer más comida porque estaba tan lleno, que no pude hacerme paso. La gente apelotonada en mi sala de estar era como gallinas en un gallinero. Así ha decaído la nueva generación, a un nivel intelectual par al de las gallinas. Son todos unos cabezas de pollo. Lo triste es que son felices siendo gallinas. Estar apelotonados los hace felices.

Comenzaron a aparecer gallinas en la cocina. Creo que es hora de refugiarme en mi habitación y cerrar con pestillo. ¿Dónde estará Ju-Long? Presiento que él también querrá refugiarse. No pude verlo por ninguna parte; no estaba en su habitación, y tampoco en la cocina. Debe de estar en el gallinero. Rayos.

Me acerqué a la masa de plumíferos, y de la nada, un tipo con los ojos enrojecidos se me acercó.

-Soy Rick, hermano, tú eres el compañero inglés de Rory, ¿cierto? -¿En serio? Vaya, parece que tengo varios parientes aquí en Chicago de los que nunca me había enterado.

-Sí, yo soy Gregor...-le respondí intentado disimular mi disgusto por haberme llamado hermano.

A veces no sé qué pensaría la gente si me enfadara -no, mejor dicho, si expresara mi enfado abiertamente- porque me llamasen hermano. Es tan normal para ellos decir falacias e incoherencias que sería como si alguien se enojara conmigo por decir ascensor en vez de elevador. Es natural para mí. Aunque yo sé que ascensor es una mejor palabra que elevador, claramente.

Volviendo a la realidad: tenía un tipo con los ojos enrojecidos hablándome. De todas las personas en mi departamento, me eligió a mí. De todas las gallinas, decidió hablar con el...no sé... ¿Qué animal sería yo? Como sea, adiós a esa metáfora.

No soy un experto, pero los ojos rojos me indican el uso no autorizado de sustancias manipuladoras del sistema nervioso. No, no me gusta la palabra droga. Me gusta el término psicotrópico. Esa es una palabra agradable. Me recuerda hasta al trópico, el caribe. ¡No es que esté haciendo ninguna analogía de una playa del caribe con los efectos psicotrópicos!

»¿Qué comiste? -intenté averiguar qué es lo que ingirió, sin emplear el verbo "ingerir".

-Sólo un muffin, hermano.

Ah, ya entiendo. Así que esos muffins no eran solo muffins. La persona que los trajo no era inocentemente "considerada" como yo pensé. Ajá. ¡Esos muffins contenían sustancias no autorizadas manipuladoras del sistema nervioso!

»Sabes...me gusta viajar. Me imagino que Inglaterra es hermosa -empezó a delirar el dichoso Rick -. Creo que viajar es más que ver lo que hay para ver, hermano.

Ese es el daño cerebral que producen los psicotrópicos. Viajar es más que ver lo que hay para ver. Qué gracioso.

Pero es...ingenioso. Eureka. Eso es lo que necesitaba. Esa frase aparentemente nacida del delirio es justo lo que estaba buscando para mi artículo sobre viajar.

-¿En serio? Cuéntame más sobre tu afición a viajar -le pedí, comenzando a tomar nota en mi bloc mental.

Así estuvimos conversando sobre viajes. Así logré extraer buenas ideas para mi artículo. Ideas que, a posterioridad, debían ser pulidas y refinadas por mí, obviamente. Para eso, hasta un psicotrópico-adicto podría hacer mi trabajo.

Repentinamente, la música pop se transformó en música electrónica. Como si de un hechizo se tratase, todas las gallinas empezaron a moverse al ritmo de la música. Rick dejó de hablar conmigo y comenzó a bailar "modernamente". Estaban todos poseídos por esa música infernal y monótona.

Allí fue cuando se desató el mismísimo infierno en mi sala de estar. Toda la gente saltando y bailoteando me succionaron. Sí, tal como lo leíste, me succionaron. Me empujaron con sus sucios cuerpos hacia adentro del gentío. De improviso, me encontré en el medio de una masa de gallinas haciendo fiesta. Mi espacio personal se vio altamente ultrajado. Ultrajado por como siete personas, al mismo tiempo. Era como estar en un océano, donde la corriente te mueve a su voluntad incluso si te opones a ella.

Necesitaba salir. Mis sentidos se estaban saturando. Suplicaba por ayuda interiormente. Intentaba hacerme paso entre todas las personas, pero terminaba siendo empujado yo hacia otra parte. Esa sensación de desesperación no se la deseo a nadie, ni siquiera a Maxime, ni siquiera al dueño de Lipton.

Me encontré al gato anaranjado por ahí mientras la corriente dantesca me arrastraba. Tuve piedad por ese gato y lo tomé, para escapar con él. Con el gato a cuestas, logré zafarme del gentío y me abrí paso hacia mi habitación y me cerré con pestillo. Me sentí victorioso...hasta que vi las manchas de líquidos en mi camisa y pantalón. Era obvio que me iban a ensuciar en ese caos.

Luego me acordé de Ju-Long. Debe de seguir atrapado en el océano de música electrónica. "Fuiste un buen amigo, Ju" pensé, "al menos uno de los dos se logró salvar".

Esto es buen material. Podría escribir un libro: "Sobreviviendo en el océano moderno". Ya el nombre me suena a best-seller de Gregor Fingal.

Puse al gato en mi cama y me puse mi pijama, para luego acostarme yo también. La bola de pelos estaba esponjada, seguramente porque se sentía igual que yo. ¿Podré ser un gato? ¿Podré ser un gato en un mar de gallinas? Quizás soy un gato.

Creo que entablé una relación amistosa con Purr esa noche. Éramos los únicos dos seres vivos de sano juicio que no participaban de ese caos ruidoso desarrollándose en nuestro living room.

Me parece que había algo en mi bebida. ¡Mírenme: estoy siendo amistoso con el gato! Hasta me acordé de su nombre.

Ceylon TeaDär berättelser lever. Upptäck nu