Capítulo 16

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Verborrea.

Sí; tiene todos los síntomas de la verborrea. Desmesurada expresividad no verbal. Desenfrenamiento de oraciones y pocas pausas. Frecuentes contradicciones en el discurso y excesivo uso de preguntas retóricas. Presenta severa redundancia. Así es, señores, me encuentro frente a un caso de verborrea aguda, que podría proceder a episodios graves de verborragia.

Eso es lo que pasaba por mi mente mientras hablaba con Candice Jensen, o mejor dicho, mientras Candice Jensen me hablaba. Yo pensé que me iba a invitar a tomar un café normal, en una cafetería normal, de forma normal. Pero adivinen qué: no fue así (era de esperarse, en cierto modo). Bajamos por el ascensor de la oficina, salimos de la oficina y caminos dos cuadras hasta llegar a nuestro destino. Tenía que ser una broma. Me llevó a Jeff's Burger. ¿Pueden creerlo? ¡Jeff's Burger! Resulta que además de vender comida chatarra y rápida -que, por cierto, nunca es rápida, porque todo el mundo quiere comer de eso y se forman colas eternas-también son una cafetería.

-Y entonces cuando llegó Maxime, que es el mejor escritor, quiero decir, no el mejor, pero uno muy bueno, o sea, no que tú seas peor que él, no sé, entonces, le pregunté si me quería ayudar a...ya sabes. O, ¿no sabes? Yo siempre he tenido el sueño de ser una escritora estelar; ser publicada en The Huffington Post. ¡Tengo un blog! ¡Recibe tres visitas mensuales! En fin -Candice se hiperventiló al contarme sobre sus lastimeras tres visitas mensuales -Maxime no quiso ayudarme a mejorar mi escritura. Tú pareces un buen tipo, Greg, ¿podrías ser mi coach en escritura? Por favor.

¡Rayos! Así que esto es lo que quería la loca: que la ayudara a escribir.

»Te prometo que cuando sea famosa, te recomendaré a mis editores.

Qué editores ni que ocho cuartos. Maxime ya le dijo que no una vez, me da pena decirle que no de nuevo. Supongo que no será tan malo si le digo que sí. Además, parece que le gusta mucho escribir, si no, no sería tan insistente. Aunque si escribe como habla...tendré serios problemas; la verborrea en sí no es tan mala al escribir, pero la falta de orden y síntesis sí es un asunto preocupante.

El té que me sirvieron tampoco ayudó en la toma de la decisión. Me sirvieron un té con sabor a cartón, como ese té Lipton en bolsitas amarillas. Puaj.

Candice me estaba mirando con los ojos bien abiertos y una sonrisa incómoda, esperando a que le respondiera. Creo que soy incapaz de decirle que no. ¡Maldita sea, este té es muy malo!

-Creo que sí, creo que puedo ayudarte -le dije Candice.

-¿¡En serio!? -saltó la rubia teñida.

"¡No! Si estoy siendo sarcástico contigo" pensé. ¿Por qué la gente siempre pregunta eso?

-Sí, en serio. Te convertiré en una escritora de The Huffington Post -le respondí con el tono con el cuál uno les habla a los niños pequeños.

Candice produjo un chillido agudo de emoción que resonó por todo el local. Mi vergüenza-ajena-mómetro estalló. Bum.

La mujer tomó mis brazos y me agradeció tres veces.

»Bueno, lo primero que tienes que hacer es mostrarme algunos escritos tuyos, para evaluar en qué te debo ayudar.

-Te daré la dirección de mi blog; así puedes ver mi talento y yo te tendré cuatro visitas mensuales.

Candice sacó su teléfono y me pidió mi correo electrónico. Le di mi correo de la oficina: . Es primera vez que doy mi correo de la oficina, me siento profesional.

Así es como va mi vida de médico profesional: he tomado un caso severo de verborrea, y procederé a realizar terapias intensivas de rehabilitación.

Hablando de médicos, creo que debería ir a visitar a uno de verdad, necesitaré antibióticos. Los virus de Doris me tienen enfermo, literalmente.

Finalmente, Candice terminó de tomar su café y yo terminé la tortura de beber esa asquerosidad de té barato. La verborréica se despidió de mí y me abrazó de una forma muy fuerte para mi gusto.

De todos modos, tomé el camino a casa. Al llegar a la residencia, me dio mi escalofrío rutinario. Cada vez que veo el espantoso espacio común que tienen los bloques de edifico, me da un escalofrío producido por esa fealdad suprema. Es un espacio cuadrado, cutre, mayormente de cemento gris decorado con unas motas de pasto seco y asqueroso; hay rastros de que una vez hubo máquinas para hacer ejercicios y bancas, ahora son solo viles ruinas llenas de moho.

¡Maldito Chicago! Todo me sale mal en esta ciudad. Más encima, ahora tengo que llegar al departamento y ver a ese gato endemoniado... ¿cómo es que le pusieron? ¿Spud? ¿Purl? ¿Puff? No puedo recordarlo en este momento, sólo recuerdo que es un nombre demasiado ridículo.

Otro escalofrío me dio cuando vi el ascensor. ¡Esa es otra de mis rabias! Encuentro último la situación del elevador. Los inútiles de la compañía que deben repararlo, me dejaron en una lista de espera, hasta nuevo aviso. ¿Cómo es eso? Creo que no entienden que subir y bajar las escaleras todos los días es agotador.

Subí las escaleras dando maldiciones contra los arregladores y llegué a la puerta del departamento. ¿Mis llaves? En mi bolso. Me da mucha flojera sacarlas; mejor toco el timbre, sé que Rory está allí. Ese jovencito tiene un horario muy relajado en la universidad. La verdad es que no lo he visto aplicarse nada. No lo veo nunca estudiando, excepto por una vez que lo vi leyendo un libro de finanzas mientras se lavaba los dientes.

Rory me abrió la puerta sonriente.

-Hola hermano, ¿cómo te fue? -me preguntó él, muy relajado. Dios santo, ¿cuándo llegará el día que se dé cuenta de que no soy su hermano?

-Bien -le respondí, sin intenciones de entrar en más detalles sobre mi día. Hablar sobre mi día es igual a hablar de trabajo, y cuando vuelvo a casa, no me gusta hablar sobre trabajo -. ¿Y tú, hiciste algo interesante hoy?

Rory me miró con una cara maliciosa. Muy sospechoso.

-No, nada interesante hoy...

Algo está pasando aquí.

-¿Seguro?

-Sí...-volvió a decir Rory -. Pero...ahora que me preguntas...hay algo interesante que voy a hacer...

-¿Ah, sí? -Esto no me está gustando para nada.

-Voy a lanzar una fiesta el sábado. Espero que no te importe. ¡Puedes unirte! -me dijo el niñato ese.

¿Una fiesta? ¿¡Una fiesta de universitarios? ¡Una fiesta de universitarios en mi departamento! Qué pesadilla. No, no, no. ¡Destrozarán todo!

»Ya tengo la lista de invitados preparada. Son sesenta, nada más. ¿Ves? Es una fiesta chiquitita.

¿Chiquitita?

-¿Sesenta? ¿Así como el número natural que sigue al cincuenta y nueve y precede al sesenta y uno? -pregunté. No podía creerlo.

-Bueno, contándote a ti y a Ju -empezó a decir, pensativo -, serían sesenta y dos.

Creo que voy a explotar.

»Sesenta y tres contando a Purr -dijo divertidísimo. Pero qué gracioso. Tráiganle un premio Nobel a la comicidad, por favor.

Estúpido.

Ceylon TeaWhere stories live. Discover now