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A Rosa, compañera, gran amiga y criatura adorable,

por darme siempre lo que siempre creí perder,

la Esperanza.

Sin ti, esto no habría sido posible.

Tequila, Hadita.





















Y he de cruzar 

dar el paso hacia una vida anterior ,

Si hay destellos de magia 

entre los besos de la traición. 

-Héroes del Silencio, Senda-



Aquella era una de esas mañanas por las que merecía la pena vivir.

A pesar de lo lejano que quedaba aún el verano, las altas presiones regalaban a nuestra pequeña parte del mundo con un día envidiable. La gente paseaba ajena a todo, llevando en sus brazos las ropas de abrigo que les estorbaban. Jerseys atados a la cintura, chaquetas abiertas de par en par, camisas remangadas y sacadas fuera de la cintura.

Era una mañana exacta a la anterior, y a la anterior, y a la anterior, e igual a como serían la posterior, y la posterior, y la posterior...

Y, después, sólo sombras.

Las tinieblas le rodeaban, acosándole por todos lados. Miedo. Era todo lo que tenía. Miedo de no saber qué era lo que pasaba. Miedo de no saber qué le pasaría. Miedo porque, lo único que sabía, era que no le gustaría.

Pero despertó. De nuevo, estaba vivo. Y no sabía si alegrarse. No sabía si perder el miedo. No sabía si era ahora cuando estaba muerto.

Sólo sabía que estaba confuso. Pero ni tan siquiera de eso podía estar seguro.

- Los calmantes que le hemos suministrado le dejarán aturdido por algún tiempo.

Sólo veía una fuente de tenue luz arriba suyo. Todo cuanto miraba alrededor aparecía borroso a sus ojos.

-Espero que no vuelva a suceder nada parecido.

Le pareció que eso era la voz de su madre.

Intentó decir algo, pero de su garganta sólo salieron gemidos y balbuceos.

-¿Hijo? ¿Me oyes, Lázaro?

No veía a su madre. Sólo una mancha que le tomaba la mano. Pero, ¿era eso su mano? Desde luego, no era ahí donde la sentía.

Pero sintió los labios maternos rozar sus dedos.

Después,de nuevo las sombras.

-¡Ihh...!

Con un lastimoso quejido, Lázaro volvió de nuevo al mundo de los vivos. El brusco movimiento con que despertó hizo que su cabeza golpease la de alguien a quien no pudo ver hasta entonces. Y la vio.

-¿Ángeles? - logró preguntar.

La niña aún intentaba recuperarse del susto.

- Sí, Lázaro - respondió ella, dibujando una amplia sonrisa -. Soy yo.

Senda de perdiciónWhere stories live. Discover now