VII

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Lázaro llamó a la puerta, y recibió permiso para entrar desde el otro lado. El joven entró en el despacho, donde le esperaba un hombre de unos treinta años, con el pelo despeinado y la barba descuidada.

-¿Doctor Velázquez? – preguntó Lázaro tímidamente.

El hombre levantó la mano y negó con la cabeza.

-Jose Ángel, si no te importa. O Josan, mejor. Tú eres Lázaro Sanjuán, ¿a que sí?

-Sí.

-Entra. Hombre. Pasa y siéntate.

Lázaro entró al despacho del psicólogo. Las paredes estaban decoradas con un montón de fotos de niños y un par de posters de arte contemporáneo. Cerca de la mesa, había un butacón con aspecto de ser cómodo. Sobre ella, aparte de un montón de papeles, había un cenicero con la inscripción "No fumes, ¡coño!" en el fondo, un pañuelo para las gafas y un paquete a medias de chicles de nicotina.

El médico intentó poner en orden el maremágnum que tenía sobre la mesa sin hacer mucho caso de su paciente.

-Bueno – dijo finalmente -. Lázaro.

Jose Ángel tenía una costra de mugre en las gafas que impedían que mirase a los ojos con su interlocutor.

-¿Sí?

- Es interesante tu caso.

- Me lo imagino.

- No,en serio. A ver si me equivoco: pasas seis años en coma, tras los cuales desapareces del mapa, y, de repente, a las tres semanas,apareces sin más recuerdo de lo que pasó que unos tatuajes en los brazos, ¿no? ¿Se me olvida algo?

- Sí– respondió Lázaro, al darse cuenta de que el psicólogo olvidó lo que a él le parecía lo más interesante.

-¡Ya! Esos sueños, ¿no? -. El gesto del médico se llenó de intriga al mencionar los sueños.

-Sí.

-Bueno, tal vez no tenga tanta importancia.

-Pues...

-Pero habrá tiempo para hablar de eso. Bueno. Lo primero que tengo que decirte es que es la primera vez que oigo algo semejante. Porque no debe suceder todos los días que un paciente que lleva seis años en coma se levante de buenas a primeras y desaparezca durante...bueno, creo que eso ya lo he dicho. Pero lo que me tiene más mosqueado es lo de los tatuajes. ¿Me dejas verlos?

Lázaro,confundido por las palabras del médico, extendió sus brazos hacia él. Jose Ángel los observó detenidamente. No parecían representar nada concreto. Eran un gran montón de símbolos repartidos a lo largo de sus antebrazos.

- No he visto nada parecido – dijo finalmente.

-¿Sabes qué pueden ser?

-Podrían ser ideogramas, como los kanji japoneses y chinos, las runas o los jeroglíficos egipcios.

-Ya.

-Pero es sólo una idea. Podría ser cualquier cosa. Supongo que los conocerás mejor que yo, ¿no?

-Sí.

-¿Qué has podido observar?

-Bueno... no mucho, sólo que son parecidos, del mismo estilo, pero no hay dos iguales.

- ¿Y no te habían dejado ninguna cicatriz? – preguntó Josan, sin apartar los ojos de los brazos de Laza.

- No.Es como si llevasen aquí todo ese tiempo.

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