XVII

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El camino a través del bosque aparecía tenuemente iluminado por la luna y las estrellas. Los árboles dejaban un amplio paso a través de un camino que parecía transitado muy a menudo por carros y caballos. Pero los árboles de un lado parecían alargarse hacia los del otro, como intentando formar una bóveda que cubriera el cielo.

Hasta que cerraron el cielo, convirtiéndose en un pasillo.

La luna y las estrellas dejaron ya de iluminar el paso de Lázaro, hasta que, finalmente, se vio envuelto por la negrura.

Avanzó así, entre tinieblas, esforzándose sus ojos para tomar un mínimo haz de luz que le guiase por el camino.

Y, de pronto, luz.

No sabía de donde venía, pero el débil fulgor disipó la oscuridad en un nimio aunque agradecido triunfo.

Le quemaba.

Algo le quemaba a Lázaro en la piel.

Se miró el brazo, pero no veía allí la causa de la quemazón. Y sin embargo le quemaba. Se cubrió con la mano, y, poco a poco, notaba una pequeña señal luminosa en su brazo. Y el dibujo que formaba era similar a uno de los tatuajes que viera en aquella piel.

Entonces empezó a comprender.

Las marcas del sueño...

¿Acaso no oyó la voz de Josan sin que esta saliese de su garganta? ¿Le ayudaban ahora a ver el camino, los árboles, a ver, en definitiva, a través de la oscuridad?

Y a lo lejos. Allí vio una figura avanzar. Era una mujer. Pequeña,graciosa y de pelo corto.

-¡Isabel! – la llamó Lázaro. Pero ella se limitó a girarse y a seguir su camino.

Lázaro la alcanzó al trote, y miró sus sonrojadas mejillas.

-Isa...

-Hola, Lázaro, mi cielo. ¿Cómo vas?

- No lo sé. Hace nada estaba muy confuso, pero creo que ahora lo estoy viendo más claro.

-Espero que así sea – contestó Isa tomando del brazo a Lázaro,acercándolo más a él, para evitar rozarse con las zarzas que les acosaban cada vez con más celo -. Sígueme, vamos, sígueme.

-Siempre te he seguido, Isabel – contestó Lázaro -. ¿Es así como saldré de aquí?

- Eso sólo tú lo puedes decidir.

Lázaro no entendía.

- ¿Y cómo voy a tomar esa decisión?

- ¿Es que no lo has comprendido? Esa decisión ya está tomada.

La pareja permaneció en silencio.

- ¿Y qué he decidido? – preguntó Lázaro.

Isabel dibujó en sus labios una triste sonrisa. Bajó la mirada,acariciando sus brazos.

- Muy bien lo sabes.

-¿Pero qué me estás diciendo? No sé de qué me hablas, y me tratas como si tuviese todas las respuestas cuando sólo tengo preguntas y más preguntas cuyas respuestas sólo me dan más preguntas.

- Y, sin embargo, ya lo ves mucho más claro.

-Ahora dudo que sea así.

- Lo verás mucho más claro cuando encuentres a tus demonios y logres vencerlos.

- ¿Es de eso de lo que se trata, de vencer a unos demonios?

- No te hagas el despistado ahora que te das cuenta de que conocías todas las respuestas.

Senda de perdiciónWhere stories live. Discover now