II

4.5K 452 76
                                    

Era la mañana del domingo fatal.
Despertó temprano, muy temprano, tanto que ni siquiera había salido el sol cuando llegó la Dra. Minami, otra mujer y detrás de ella venía un tropel de personas.
La misteriosa mujer se presentó como Ivonne Gustianette, era hermosa y elegante pero bastante alegre, con chillidos en vez de voz y amplios ademanes.

Gustianette lo sacó de la cama después de su laboriosa presentación como su estilista y asesora de imagen, lo desnudó con manos ágiles y dió un recorrido largo con la mirada por el cuerpo del menor

—Eres pequeño y sumamente pálido...¡Qué lindo!—exclama con una sonrisa sin notar la incomodidad del menor quien estaba avergonzado por que estaba en una sala con muchas personas desconocidas que lo estaban viendo desnudo. Todas ellas con expresiones en blanco.

No pasó mucho tiempo hasta que Gustianette chasqueara los dedos y cuatro personas corriesen hacia su baño.

La habitación de Kuroko era un departamento prácticamente, vivía dentro de una base, resguardada especialmente por el gobierno por lo que nunca salía a la calle, jamás. Estaba completamente equipada y sobresalía por su modernidad.

Después de dos minutos ahí parado, Gustianette lo llevó del brazo hacia el baño donde lo metió rápidamente en la bañera que estaba llena de una sustancia granulosa y que olía fuertemente a jabón neutro. Con aquella cosa comenzaron a tallar su cuerpo con fuerza pero sin llegar a hacerle daño, lo hicieron tanto tiempo que comenzó a notar el escozor y el enrojecimiento de su piel.

Las personas que suponía, trabajaban con Gustianette, tenían un cubrebocas negro y parecían robots, con una expresión monótona. En cierto punto, era conciliador.

Después de unos cinco cambios de sustancia en la bañera pasando por leche de coco con avena, otro exfoliante no tan asqueroso como el primero y otros tres de los que no pudo recordar el nombre ni sus ingredientes.
Su piel estaba lisa y suave como piel de bebé, reluciente e inmaculada, sorprendido no dejaba de acariciarse con curiosidad la piel suavísima.
Por fin pudo ponerse algo que cubriese su cuerpo, era una bata muy suave que le llegaba hacia las rodillas, lo llevaron de nuevo a su habitación donde habían instalado un improvisado salón de belleza. Lo sentaron en un sillón extraño donde le lavaron el pelo con miles de productos para terminar con un shampoo o acondicionador (ni idea de lo que era) que terminó por dejarlo tan suave como su piel y con un brillo agradable después de cortarlo un poco, secarlo y peinarlo. Siguieron con la manicura y la pedicura, por fin escucho la voz de aquellos "robots"diciendo que tenía pies y manos muy pequeñas.

Al final terminaron con el rostro y la depilación, no era necesaria en su cuerpo ya que era prácticamente lampiño por lo que se limitaron a darle forma a sus cejas y ponerle bálsamo labial para evitar la resequedad en sus labios.
Tocaron tantas partes de su cuerpo que no estaba muy seguro de sentirlo del todo.
Para cuando terminó aquello ya eran pasado el mediodía, Kuroko estaba totalmente fatigado y quería dormir aunque sabía que eso era imposible; hoy era la ceremonia de selección en la que conocería a los posibles Alfas con los que iba a hacer bebés, genial.

Lo vistieron con una camisa blanca con suaves volantes en el filo, encima un saco negro ajustado a la perfección que iba unido por botones e hilos de oro, en su cuello una pañoleta con un adorable moño dorado, guantes blancos y un pantalón de vestir negro a juego con los zapatos y en el pecho la insignia que lo denominaba como Omega Sigma. Se veía muy guapo enfundado en aquel traje ceremonial. Todos dieron un paso atrás admirando su logró y comenzaron a aplaudir con efusividad.
Minami sonrió alegre y se llevó a Kuroko con rapidez, arreglándoselas para no tropezar.

El peliazul fue llevado a tirones hasta la salida de la base, de donde saldría por primera vez para ir a un lugar aparte de la base médica, no sabía si estaba nervioso o esas ganas de vomitar eran solo por no haber comido nada, solo dos mordidas a un sándwich que la doctora le ofrecía cada vez que podía pero que desistieron después de que le lavasen los dientes con tres tipos de pastas diferentes que lo dejaron con la boca adormecida pero con los dientes  blanquísimos y olor a menta.

Omega SigmaWhere stories live. Discover now